17.10.16

Richard Ford "Acción de Gracias" Trilogía Frank Bascombe 3

El narrador, su genuino antihéroe, vuelve a ser nuestro viejo conocido Frank Bascombe, aquel sagaz Periodista Deportivo (1986) que diez años más tarde protagonizara El Día de la Independencia (1996). En este preciso momento de su vida (el tiempo verbal de la narración es el presente), Frank tiene cumplidos 55 años, su propio negocio de agente inmobiliario y ha vuelto a casarse, aunque esta segunda esposa, Sally, lo acaba de abandonar para volver con su primer esposo, un combatiente de Vietnam a quien se daba por muerto.
Pero eso no es lo peor, pues también Frank puede volver a reconciliarse con su anterior esposa; la auténtica tragedia es el cáncer de próstata que le han diagnosticado, aunque también la enfermedad tiene su lado positivo, “porque hace que la precaria vida que arrastras sea más plena, más querida, más digna de ser vivida: justo como siempre has esperado que fuera cuando estabas bien.”

Como en anteriores entregas, la acción transcurre en torno a una fecha señalada. Si antes fue la del 4 de julio ahora es, casualmente, el 4 de noviembre del 2000, el día de Acción de Gracias. Como mandan los cánones, Frank se reunirá con sus seres más queridos, aunque tal vez la decisión de organizar la fiesta no resulte la más acertada.

Paul, su hijo, trabaja en Kansas para la cadena Hallmark diseñando tarjetas de felicitación, y traerá a su novia; a Clarissa, quien se ha mudado a casa de su padre para cuidarlo durante la enfermedad y parece no tener tan claro el lesbianismo como única opción de su sexualidad, le acompaña un amigo; además se espera la presencia de Ann, la madre de sus hijos, y también al padre de una antigua novia, junto a un par de viejos amigos del club de divorciados.

Durante setecientas páginas seguimos cada paso de Frank mientras se dedica a sus asuntos ordinarios con la mente puesta en la preparación de la cena. El Día de Acción de Gracias, y más concretamente la cena organizada, adquiere una novedosa dimensión metafórica. Parece que Bascombe intentara recomponer su vida pegando las distintas piezas que se han ido desprendiendo a lo largo del camino. Incluso la imagen de aquel hijo fallecido en la infancia, Ralph, mantiene su recuerdo en la mente del protagonista.

A fin de cuentas, el propio Frank había confesado ya en los primeros compases de la obra: “En resumen, todas las formas en que la vida se manifiesta a los 55 afloraban como amapolas a mi alrededor.”. Una frase que perfectamente podía haberla pronunciado el inefable “Conejo” Armstrong de Updike, o el singular Nat Zuckerman de Philip Roth, personajes a los que parece emular en cada nueva entrega Frank Bascombe.

Concluye con Acción de Gracias, pues, una trilogía narrativa que ha venido siguiendo una secuencia regular (en Estados Unidos The Lay of the Land se publicó en 2006) con intervalos de diez años. Quién sabe, lo mismo un jubilado Frank vuelve a saludarnos en el 2016, aunque me alegraría si fuera antes.

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