Este libro es una antología de su trayectoria, desde su primera obra, 17 poemas, hasta su interés por los haikus, e incluye, además, su magnífica autobiografía. Tranströmer ha compaginado durante toda su vida su trabajo de psicólogo en centros penitenciarios y hospitales con la escritura de poemas, intentando transmitir cierto orden al mundo.
Con un estilo propio, de «gestos pequeños», se interesó por los paisajes, la naturaleza, la psicología y los sueños. Como señala Carlos Pardo en el prólogo: «Hay poetas que nos hacen más inteligentes, más despiertos, que nos vuelven sutiles o sentimentales o contradictorios. Tranströmer nos coloca en el mundo, en eso que llamamos realidad y que se diferencia del realismo en que la realidad carece de sentido. Pero nos hace sentir fascinación por existir en él».
Tocó Haydn después de un día negro
y siento un sencillo calor en las manos.
Las teclas quieren. Golpean suaves martillos.
El tono es verde, vivaz y calmo.
El tono dice que hay libertad
y que alguien no paga impuesto al César.
Meto las manos en mis bolsillos Haydn
y finjo ser alguien que ve tranquilamente el mundo.
Izo la bandera Haydn -significa.
"No nos rendimos. Pero queremos paz".
La música es una casa de cristal en la ladera donde vuelan las piedras, donde las piedras ruedan.
Y ruedan las piedras y la atraviesan
pero cada ventana queda intacta.
Del libro El cielo a medio hacer (1962), incluido en la antología Deshielo a mediodía
IZMIR A LAS TRES
Justo enfrente, en la calle casi vacía,
dos mendigos: uno sin piernas
es llevado en las espaldas del otro.
Estuvieron allí -como en un camino de medianoche un animal
queda cegado mirando fijamente a los faros del coche-
un instante y siguieron su camino;
se movían como muchachos en un patio de colegio,
rápidos sobre la calle mientras las miríadas de relojes
del calor del mediodía sonaban en el espacio.
El azul pasó resbalando por la rada, brillando.
El negro se agachó y encogió, observando, desde las piedras.
El blanco creció hasta ser tormenta en los ojos.
Cuando las tres de la tarde fueron pisoteadas bajo cascos
y la oscuridad palpitaba en la pared de la luz,
la ciudad se arrastraba a las puertas del mar
y relucía en el prismático del buitre
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