Los ensayos de ‘La Consagración de la Primavera’ se iniciaron en París, bajo la dirección del gran Pierre Monteux, si bien su desarrollo se vio interrumpido por varios viajes, entre estos uno a Bayreuth para escuchar ‘Parsifal’, por sugerencia de Diaghilev.
Cuando, posteriormente Stravinsky expresó “…Toda esta comedia de Bayreuth, con su ridículo protocolo, ¿no es sencillamente un remedo inconsciente del rito sagrado?”, Diaghilev concluyó entonces que el viaje, en cierta forma, había resultado inútil.
Las desavenencias que se presentaron en los ensayos, por las tensiones entre el compositor y el coreógrafo Vaclav Nijinski, así como con la orquesta, presagiaron el escándalo que ocurrió durante la première de la obra.
“El estreno de ‘La Consagración de la Primavera’ tuvo lugar en el Théâtre des Champs-Elysées en París, el 29 de Mayo de 1913, con coreografía de Nijinski y con la participación de María Piltz. El evento, muy solemne, contó con la presencia de la élite del movimiento intelectual y cultural del momento.
Acudieron personajes de la música como Camille Saint-Saëns y Florent Schmitt, y artistas como Jean Cocteau y Pablo Picasso. Con todo, reciente aún la accidentada première de el ‘Preludio a la siesta de un fauno’ de Claude Debussy, “…el público, estaba muy sensibilizado y parecía no estar tan dispuesto, con Nijinski de coreógrafo, a tolerar otra exhibición de erotismo explícito, el cual atentaba tan abiertamente, contra la moral conservadora de la época.”
“Así las cosas, desde la iniciación de la función, se presentó un agrio enfrentamiento entre sus defensores y sus detractores, pese al cual Monteux continuó, imperturbable, la dirección de la orquesta y ejecución de la obra”.
“Todos los espectadores entendieron que estaba ocurriendo algo nuevo. Los mayores lo rechazaban, los jóvenes sintieron el cambio”, cree el experto alemán en música Ulrich Michels. Para él, “fue esa noche, en el Théâtre des Champs-Elysées, donde nació la música moderna”.
“Muchos espectadores de esa noche acabaron arrastrados en un tumulto, recordaba el escritor Jean Cocteau. La gente reía, hacía burlas, pitaba, hacía sonidos de animales y quizá se hubiera cansado a la larga si no fuera porque la multitud de estetas y músicos, en su exagerado celo, se puso a ofender al público de los palcos, y a atacarlo físicamente.”
“El público reaccionó con inusitada violencia, pues las opiniones estaban ciertamente, muy polarizadas: para los amantes de la música conservadores, Stravinsky era un monstruo; y para los entusiastas ‘avant-garde’, él era El Mesías”. Se dijo, entonces, que “…la violencia pública que produjo la première del ballet ‘La Consagración de la Primavera’ fue tan famosa, como violenta era su música”.
La Consagración de la Primavera
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