Tras la prematura muerte de Thomas Wolfe, William Faulkner dijo de él que se trataba del mejor escritor de su generación, colocándose el propio Faulkner, modestamente, en el segundo lugar de la lista. Listas aparte, Wolfe es, junto a Faulkner y Carson McCullers, un genuino representante de lo que podría denominarse lirism o sureño norteamericano.
Su poderosa vitalidad, su avasallador deseo de convertirse en escritor, su romántica necesidad de abarcar toda clase de experiencias sin someterse a limitaciones o cortapisas, explosivamente, hacen de él una de las criaturas de ficción más entrañables y conmovedoras de la literatura de nuestro tiempo. Vorágine de palabras y aconteceres, Del tiempo y el río constituye uno de los más bellos análisis de la soledad y el desamparo, a la vez que un implacable ejercicio de reflexión sobre la creación artística y sobre el paso del tiempo y la llegada de la muerte.
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