14.12.19

Pasavento-Monográfico (4) Enrique Vila-Matas "Cosmopolitismo e intertextualidad:El factor Borges en la poética de Enrique Vila-Matas" Mario Aznar Pérez 2018

Resumen: Este artículo propone un estudio comparado de las poéticas narrativas del autor argentino Jorge Luis Borges y del escritor español Enrique Vila-Matas,a la luz de las nociones teóricas de “cosmopolitismo” y “existencialismo textual”.Para ello asumimos como hipótesis de trabajo que el macrotexto de la literatura ocupa hoy, en ciertas poéticas, el lugar que los valores y las creencias metafísicas y éticas habían ocupado secularmente, posibilitando la creación de un nuevo “espacio literario” capaz de trascender las fronteras geopolíticas y económicas,en favor de una comunidad transnacional e intertextual. Si bien establecer una relación explícita entre la literatura de ambos autores no es novedoso, en nuestro ánimo ha estado evitar la lectura reduccionista de fuentes, profundizando en un aspecto poco comentado y verdaderamente distintivo: su vocación cosmopolita –en un sentido cultural– y los modos de lectura que ambos desarrollan como estrategia creativa, cuya máxima expresión es la modalidad escritural de la “ficción crítica”.
Necesario es vivir persuadidos de que no hemos nacido para quedar fijos en un punto determinado: mi patria es todo el mundo.
Séneca, Epístola lviii

Donde no hay palabra no hay razón, ni tampoco
mundo.
J. G. Hamann, Correspondencia

Existen palabras que se anclan a un tiempo como si el alfa y el omega de su trazado estuvieran limitados a un solo siglo o a una sola época. Otras se mueven,mudan su significado como los reptiles mudan la epidermis varias veces al año.Así, pensar hoy en alguien cosmopolita es pensar en una “persona de mundo”,en alguien “viajado”, de miras abiertas y horizontes inabarcables. Desde el siglo
xvii, el Grand Tour –así bautizado por el jesuita Richard Lassels en su Voyage d’Italie (1670)– nos recuerda lo mucho que podemos aprender más allá de nuestras fronteras, cuando jóvenes aristócratas europeos cruzaban el viejo continente en busca de nuevas culturas y esparcimiento.1 El ferrocarril, las compañías aéreas de bajo coste, las becas Erasmus o las visitas virtuales al British Museum2 han alimentado progresivamente este sueño, que una filosofía utópica persigue con el ahínco de los héroes antiguos: el cosmopolitismo
.
Cuando en el siglo iv a. C. se acuñó el término cosmopolita (del griego κοσμοπολίτης, kosmopolítēs), el cínico Diógenes no pudo enfrentarse al nacionalismo ni al patriotismo en cuanto tales. Hoy, como entonces, ser ciudadano del mundo significa enfrentarse a la tradición, a la civilización en su sentido arqueológico, a las ideas de identidad, propiedad o presencia.3 El cosmopolitismo, así entendido, arremete contra toda frontera geopolítica o económica, defiende la interrelación de creencias morales, religiosas y políticas de toda índole, y busca concretarse en una suerte de organización o gobierno mundial: hacia este nuevo espacio nos llevan las arterias de Internet. Un espacio hacia el que, como veremos, apuntan las respectivas poéticas de Borges y de Vila-Matas mediante un proyecto literario basado en la interrelación subjetiva y no convencional. Espacio real o imaginario, hacia él convergen distintos modos de pensamiento más o menos concreto, más o menos abstracto. Si bien podemos identificar fácilmente un proceso en curso llamado globalización, hay también quien, como Martín Ortega Carcelén (2006), habla ya de cosmocracia como de un sistema político global vigente desde la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría.

Sin embargo, no parece sencillo conjugar este ideal filosófico y político con nuestra forma aún vigente de organización económica y social, apenas desvinculada del territorio como eje principal de la dimensión espacial de las sociedades.Las ciudades, con sus murallas, y los estados-nación, con su pretendida independencia, representan la cara más visible del pueblo sedentario.4 Pero la agricultura o la arquitectura, que acogen en su seno estas ideas de identidad, propiedad o presencia, son, a pesar de –o precisamente por– su estrecha relación con la materia y la corporeidad, dos de las artes más efímeras. Los cultivos se secan o se cosechan, los edificios se agrietan, se arruinan, se erosionan y se consumen. Como ha escrito Félix de Azúa en su Diccionario de las Artes, “la arquitectura crea los lugares habitables, allí donde los mortales instalan su morada” (2002: 47). Sin embargo, no es vano repetir con Heidegger (2004: 93) que la verdadera morada del ser humano es el lenguaje. La asunción de esta idea por parte de los más avezados escritores de los últimos dos siglos ha posibilitado, a nuestro parecer, la existencia de una “república de las letras” que trasciende en el tiempo y en el espacio la relación epistolar o el intercambio de publicaciones periódicas entre unos cuantos intelectuales de uno y otro lado del Atlántico (Goodman 1996).

Justamente en torno a ciertas reflexiones sobre el lenguaje se erigen argumentos de sobra conocidos por el nacionalismo, como los de Wilhelm von Humboldt, quien hacia 1830 hizo del lenguaje el promotor primero del Volkgeist o espíritu del pueblo. Así se lee en su libro Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad:“Como en el seno de una misma nación la lengua recibe el efecto de una subjetividad homogénea, puede decirse que en cada lengua está inscrita una manera peculiar de entender el mundo” (Humboldt 1990: 82-83). Por el contrario,o tratando de invertir esta hipótesis, la historia de Occidente conoce infinidad
de proyectos de lengua universal, cuya finalidad, en muchos casos, ha sido precisamente la de crear una comunidad mundialmente solidaria, en la línea de los proyectos de Comenius o de Zamenhof.5 El lenguaje, en este caso, es vehículo de integración; un vehículo propulsado en gran medida por la labor de los intermediarios: críticos y traductores.6

Por ello apuntamos aquí hacia la existencia de una desterritorialización de la cultura7, de un cosmopolitismo cultural que acoge la diversidad sin identificarse directa ni necesariamente con el ideal del viajero ilustrado o romántico,aun cuando el viaje como tema interese explícitamente al autor. De forma más precisa, aunque sin detenernos demasiado, cabe señalar que en muchas de las obras de Enrique Vila-Matas encontramos el tema del viaje presente ya desde el título. Sirvan de ejemplo algunas de sus novelas, como son Lejos de Veracruz (1995), París no se acaba nunca (2003), Dublinesca (2010) o Kassel no invita a la lógica (2014); e incluso algunos de sus libros de ensayo: El viajero más lento (1992),Desde la ciudad nerviosa (2000) o El viento ligero de Parma (2004). Del mismo modo, muchas de sus conferencias y artículos de prensa han versado y versan sobre el viaje y el descubrimiento de nuevos espacios en un mundo sin fronteras, o en un mundo-frontera donde habitar el límite es la máxima expresión del cosmopolitismo. Aun así, debemos repetir que en la literatura vilamatiana no existen países sino escrituras.8

En el marco de esta concepción proponemos leer la obra de Enrique VilaMatas. Un cosmopolitismo cuyo máximo exponente es la imagen borgeana de la Biblioteca, lugar físicamente estático, pero de una dinamicidad metafórica desbordante, donde se conjugan lenguas, países, razas, religiones, ideologías y morales distintas, opuestas o complementarias, compartiendo un mismo y blanchotiano “espacio literario” y operando bajo la forma de una amplia comunidad intelectual. Aunque sabemos que la idea de “territorio” (del latín terra o territor) implica tradicionalmente una jurisdicción muy específica relacionada con el control de la tierra y con la tierra misma como recurso, hemos preferido trabajar una concepción cultural y simbólica del territorio, en la línea de Bonnemaison y Cambrèzy (1996). Esta concepción simbólica permite destacar el carácter relacional y constituyente del espacio (Haesbaert, 2013: 20), lo cual permite, a su vez, comprender la posición dinámica de un Borges periférico y metropolitano, regional y cosmopolita; o de un Vila-Matas catalán, argentino, polaco, europeo e hispanoamericano.

Si bien no es nuevo decir que los estudios de literatura comparada tienen la responsabilidad de indagar la naturaleza y la estructura de esta comunidad,que bajo nuestro punto de vista transciende las nociones teóricas de influencia y de intertextualidad para cobrar forma poética, poiética, creativa, sí lo es,en cambio, señalar que esta idea de cosmopolitismo posibilita que Vila-Matas afirme lo siguiente en una entrevista para el diario Clarín de Buenos Aires: “Soy el español más argentino de todos” (2006: s/p). En un sentido similar, en “Inventar lo real”, la conferencia dictada por Vila-Matas en el iv Congreso Internacional de la Lengua Española en Cartagena de Indias, el autor declara: “Pertenezco a un tipo de autor que no cree en la división entre escritores latinoamericanos y españoles. Todos habitamos la misma lengua. Yo hace años ya que siento que crucé todas esas fronteras” (2007: s/p). En su introducción al volumen Vila-Matas portátil, Margarita Heredia se ha referido a la obra de este escritor como a un “territorio sin aduanas” (2007: 11), subvirtiendo la noción misma de territorio como espacio de accesos controlados.Por su parte, el escritor peruano Fernando Iwasaki reformula estos testimonios y constata, una vez más, el cosmopolitismo de Vila-Matas:

Enrique Vila-matas es, sin asomo de duda, el autor español más influyente entre los nuevos narradores latinoamericanos, y junto con Javier Marías es el escritor español más prestigioso a nivel europeo. De hecho, Vila-Matas es definido como “el más latinoamericano de los autores españoles” o como “el más europeo de los escritores españoles”. (Iwasaki 2010: s/p).

De sobra conocida es la amplitud del campo de influencias a que está sometida la obra de Vila-Matas, engullendo con criterio exquisito y heterodoxo, como si se tratara de un enorme vórtice transnacional, la obra de autores clásicos (Montaigne, Cervantes, Sterne o Stendhal), modernos (Joyce, Kafka, Walser o Roussel),contemporáneos (Borges, Perec, Beckett o Blanchot) y actuales (Pitol, Auster,Sebald o Chejfec). La lista completa sería interminable y la crítica de fuentes,probablemente, innecesaria. En cambio, al propósito de este artículo interesa de forma particular esbozar la cartografía de las relaciones que Vila-Matas mantiene con la literatura hispanoamericana, aunque solo sea enumerando los nombres del chileno Roberto Bolaño, los mexicanos Sergio Pitol, Guadalupe Nettel o Valeria Luiselli, el nacionalizado guatemalteco y mexicano de adopción Augusto Monterroso, y los argentinos Macedonio Fernández, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Antonio di Benedetto, Néstor Sánchez, Juan José Saer, Ricardo Piglia, César Aira, Rodrigo Fresán, Sergio Chejfec o Samanta Schweblin.9 Los vínculos literarios que el autor de Dublinesca (2010) mantiene con la otra orilla del Atlántico son muchos y muy ricos, como demuestran los demás artículos que completan este volumen o el hecho mismo de que los primeros reconocimientos hacia su obra vinieran del lado de allá, de países como Argentina o México.10 Sin embargo, no es desdeñable constatar que en la biblioteca de referencias de Vila-Matas predominan de forma determinante los autores del Cono Sur, especialmente Borges.11.

Desde Buenos Aires, pero con la mente en las sagas islandesas, los misterios cabalísticos o la literatura británica, Borges representa ese cosmopolitismo cuyo eco colectivo se vio amplificado desde la revista Sur entre los años 1930 y 1970.12 Allí colaboraron, se tradujeron y se publicaron textos de todas las naciones. Además de a escritores de diferentes países iberoamericanos (Ernesto Sábato, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Ramón Gómez de la Serna, Francisco Ayala o Rosa Chacel), la editorial Sur –deudora de la revista– editó a autores internacionales de la talla de Jean-Paul Sartre, Jack Kerouac, Carl Gustav Jung, Albert Camus, Virginia Woolf, William Faulkner, André Gide, Paul Valéry, Franz Kafka o Graham Greene. Sus principales directores y colaboradores, como Victoria Ocampo, el mismo Borges o José Bianco, entre otros, estimularon la empresa de traducir un excelente muestrario de la producción literaria contemporánea e internacional, pero siempre –como no puede ser de otra manera– desde unos criterios estético-ideológicos determinados. Según ha escrito Ricardo Piglia: “Sur representa la persistencia y la crisis del europeísmo como tendencia dominante en la literatura argentina del siglo xix” (2014: 65).

Precisamente por esta determinación de sus criterios, que tanta fortuna literaria atrajo al país, la línea editorial de Sur y su férrea jerarquía de valores provocarían con el tiempo disputas internas irresolubles (Cervera Salinas/Adsuar Fernández 2014: 11-12). De hecho, hacia la mitad del siglo xx el cosmopolitismo institucionalizante de Sur y de Victoria Ocampo encontró su contrapartida más desafiante en las revistas Contorno (1953-1959), de Ismael y David Viñas, y Ciclón,editada en La Habana por José Rodríguez Feo y Virgilio Piñera, quienes entre 1955 y 1959 nutrieron la publicación de numerosas colaboraciones enviadas desde Buenos Aires. Esta apertura de frentes en el mundo literario latinoamericano propició las colaboraciones en Ciclón de dos cosmopolitas tan cercanos como distantes –Jorge Luis Borges y Witold Gombrowicz,13 ambos leídos y admirados por Vila-Matas–, quienes contribuyeron a avivar las polémicas contra el esencialismo de la revista Orígenes (1944-1956) y la jerarquización cultural del grupo de Sur (Moreno Herrera 2017).

El reconocimiento y la exaltación de las propias raíces (Orígenes) o la apertura a la influencia extranjera (Ciclón), la fundación de una oligarquía cultural (Sur) o su derrocamiento (Contorno), son algunas de las directrices que se cruzaban de un lado a otro de la extensa América Latina a bordo de revistas literarias y culturales. Por ello no resulta disparatado pensar que cuando Vila-Matas se
enfrenta abiertamente al realismo anacrónico, o cuando lamenta el convencionalismo de la crítica literaria española o la impermeabilidad de la narrativa hispánica frente al resto de literaturas del mundo, se reaviva tácitamente la polémica entre el cosmopolitismo de la Generación de 1914 y el noventayochismo español y castizo: el “españolizar Europa o europeizar España” que mantuvo en disputa a Unamuno y a Ortega y Gasset.

Vila-Matas ha reflexionado abiertamente en varias ocasiones sobre su relación con la tradición literaria hispánica y, muy particularmente, con la crítica,apartándose –voluntariamente unas veces, involuntariamente otras– del canon establecido. En abril de 2007, Vila-Matas comenta lo siguiente en un artículo publicado en el diario argentino La Nación:

El gran problema que tienen los escritores españoles de hoy es la visibilidad internacional. En mi caso particular, yo creo que ese problema lo he roto de fuera hacia dentro, trabajando contra el superficial canon nacional que algunos críticos nefastos crearon en los años ochenta. En vista de que no encajaba en esa narrativa nueva española (donde se jaleaba la mera copia de los mejores estilistas del famoso boom latinoamericano), opté por escribir una literatura no nacional española. Y así Italia, Francia, México, Venezuela o la Argentina se acercaron a mi obra mucho antes de que esta fuera mínimamente comprendida por mis conciudadanos. Me inscribí en una tradición literaria mestiza en la que caben germánicos como Claudio Magris y W. G. Sebald, franceses como Perec, mexicanos como Sergio Pitol y argentinos como el inefable Borges; la aportación española creo que me vino dada por la línea de Juan Benet y los experimentos literarios de Javier Marías. (Vila-Matas 2007a: s/p)14

El autor habla expresamente de escribir una “literatura no nacional española”,concepto tan enrevesado como interesante y significativo. Igual que en su momento sucedió con muchos autores argentinos, como por ejemplo Borges y más tarde Cortázar, Vila-Matas ha sido criticado por no pertenecer a una tradición literaria nacional identificable, hasta el punto de afirmar: “las lecturas y el mundo con que trabajo no entienden de nacionalidad” (Val 2016: s/p).15 Pero la pertenencia, como decíamos antes respecto de la propiedad o de la identidad, no son rasgos propios del cosmopolita, que lidia en su obra con la porosidad de un mundo mucho más amplio y complejo. Por ello no le son ajenas las figuras de lo portátil, lo liviano y lo mínimo. Por ello la lectura enciclopédica e hipertextual, la lectura miope y microscópica,16 la “lectura Google” –tan embebida de relaciones y conexiones, pero a su vez tan parcial y fragmentaria– es el principal modus operandi de estos autores. Se trata de una lectura capaz de atravesar fronteras y viajar con el privilegiado anonimato del que se sabe libre.El cosmopolitismo de Vila-Matas como rasgo heredado de Borges es un cosmopolitismo cultural. Para ambos, la elección de un canon personal es una forma de situarse en el mundo, un mundo de afinidades electivas y pertenencias escogidas, y que de una manera personal y reflexiva los sitúa del lado de la vanguardia y la modernidad:

En mi generación hay de todo, pero hay un núcleo (a cuya familia creo pertenecer) donde se mezclan, sin vuelta atrás, españoles y latinoamericanos, tal como se mezclaron, por lo demás, en otra época, en el modernismo, el más revolucionario movimiento literario del siglo pasado en lengua española. De ahí proceden Darío, Valle-Inclán, César Vallejo, Borges. (Vila-Matas 2007: s/p).

Respecto de la presencia de una fuerte tendencia vanguardista en Borges, Ricardo Piglia ha señalado que se trata de una “vanguardia entendida no tanto como una práctica de la escritura, y en esto [Borges] es muy inteligente, sino como un modo de leer, una posición de combate, una aptitud frente a las jerarquías literarias y los valores consagrados y los lugares comunes” (2014: 72). Es lo que el mismo Piglia denomina “lectura estratégica”: la creación por parte del escritor de un espacio de lectura para sus propios textos. En su ensayo “Borges como crítico”,de 1997, Piglia señala la manera en que Borges se conecta mediante sus textos a una tradición menor de la novelística europea, defendiendo la obra de ciertos escritores marginales o menos conocidos en el momento, como Conrad, Stevenson, Wells, Kipling o Chesterton, frente a la gran novela canónica que representan Thomas Mann, Dostoievski o Proust. Para Piglia, la lectura que hace Borges de Stevenson o de la literatura policial es “una manera de construir un espacio para que sus textos pudieran ser leídos en el contexto en el cual funcionaban” (2014: 147-148). Desde ahí, desde ese espacio, es desde donde Borges escribe.

Con Vila-Matas ocurre algo muy similar. En un artículo aparecido en la revista Letras libres el 31 de octubre de 2008 a propósito de la publicación del libro Dietario voluble, el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael deja constancia de la proximidad con que Vila-Matas opera respecto de la “lectura estratégica” definida por Piglia. Domínguez Michael comienza su reseña de forma contundente: “El sitio privilegiado que Enrique Vila-Matas ocupa en la narrativa mundial se debe, en no poca medida, a su presencia como el postulante de un canon” (2008: s/p). 

Borges, Walser, Perec, Pessoa, Gombrowicz… son algunos de los autores desde los que Vila-Matas quiere y, además, debería ser leído. A esta apreciación debemos sumar la inteligente y ya clásica lectura a la que Pozuelo Yvancos (2007) sometió las novelas Bartleby y compañía, El mal de Montano y Doctor Pasavento, ideando esa figura tan expresiva para tratar la poética de Vila-Matas como es la red, que en su sentido antiguo nos trasmite la idea de un tejido en el que el lector queda atrapado irremediablemente, y en su acepción más moderna nos devuelve a las arterias de Internet, jardín de senderos que se bifurcan, tapiz que se dispara en muchas direcciones, Aleph y esperanza del cosmopolitismo.

Sabiendo que fue Séneca quien acuñó la repetida divisa “mi patria es todo el mundo”, nos atrevemos a ensayar para Vila-Matas un mundo construido textualmente y una patria que es el lenguaje; el lenguaje literario que comparte con os personajes que inventa y los autores que admira –aquellos que dice o no dice
admirar. Sobre el lenguaje se asienta el “macrotexto” de la literatura, que funciona al mismo tiempo como mapa y territorio por el que se mueven los escritores de este nuevo cosmopolitismo: autores internacionales y apátridas por decisión propia. Vicente Cervera Salinas (2017) ha indagado la obra de Jorge Luis Borges bajo la luz de un interesante concepto, el de “existencialismo textual”, para expresar la forma en que para Borges la literatura ocupa “el lugar que los valores y las creencias metafísicas y éticas habían ocupado secularmente” (Cervera Salinas 2014: 145). Según esta cosmovisión, el mundo es pensado y percibido a través del prisma de las letras: “la noción de un ‘existencialismo textual’ metamorfoseará los dictámenes filosóficos en experiencias literarias, en apropiaciones estéti-cas y en artificios fictivos, donde la palabra escrita reclamará toda su importancia y su esplendor” (Cervera Salinas 2006: 358).

Se trata, así, de registrar la vivencia de un mundo textual. Los valores,las creencias –la cultura distintiva y distanciadora– se revelan, entonces, no de forma unificada y homogénea –es decir, empobrecida–, sino, al contrario, vinculados rizomáticamente, sin bordes ni fronteras, sin centro, principio ni final: como una red. Si pensamos estos temas a partir del giro lingüístico cuya chispa encendieron los pensadores alemanes Hamann, Herder y Humboldt, y más tarde avivaron Rorty, Barthes o Derrida, la cuestión del cosmopolitismo puede plantearse dentro de los términos del “existencialismo textual” de Borges para leer,
desde ahí, la compleja y renovadora poética vilamatiana.17

A partir de esta hipótesis consideramos que la preocupación por el lenguaje y sus derivados –en este caso, la literatura– permite la concepción de una comunidad de escritores difícilmente adscribirles a sus respectivas naciones; escritores cosmopolitas –en sentido cultural y no geopolítico– que hacen de su conciencia crítica hacia el proceso de escritura una nueva lengua franca. ¿Pero acaso puede el langage tender los puentes que la langue dinamita? Vila-Matas así lo ha demostrado en algunas de sus novelas-comunidad donde se materializa la lectura estratégica que comentábamos anteriormente, como Historia abreviada de la literatura portátil (1986) o Bartleby y compañía (2000), ficciones en las que reúne a escritores de todo el mundo y crea linajes más o menos insospechados, en una suerte de comunidad anárquica y autosuficiente a la que rebautizar como tradición. Los autores allí reunidos son los precursores de Bastian Schneider: habitantes del interminable texto (textus, tejido) de la historia de la literatura.

Precisamente, la red de textualidades que Borges hilvanó a través de su escritura llega a la actualidad convertida en una imagen –en un símbolo, si se quiere– que como cualquier otro signo puede ser leído e interpretado. Para el lector contemporáneo, Borges es mucho más que el autor de un conjunto de textos de grandísima calidad. Como para él lo fueron Walt Whitman o Paul Valéry, Borges es, en sí mismo, un texto que excede la “ilusión del yo” (Borges,2010 II: 114), y cuyas huellas pueden rastrearse en gran parte de la literatura contemporánea universal, por lo que en muchos casos puede resultar tópico e incluso abiertamente infructuoso limitarse a leer la influencia de Borges en uno u otro escritor.

.A estas alturas parece una obviedad subrayar que existe una improntaclara de la literatura de Borges en Vila-Matas. Cualquiera que haya leído a ambos autores lo afirmaría sin dudar demasiado, aunque hallar las claves de esta relación sea más costoso y, no se sabe bien por qué, más incómodo. El hecho es que, tratándose de un autor tan reconocido como Borges, explorador de tan vasta variedad de temas y motivos, encontrar sus huellas en textos de autores posteriores –saberlo “precursor” de tantos ensayistas, cuentistas y novelistas parece un tópico intelectual que no a todo el mundo satisface, como si hallar en los ojos de un autor actual la mirada de un clásico (Cervantes, Shakespeare, ya Borges) encubriera el pecado capital de la falta de originalidad. En otros casos,Borges pasa por ser un agujero negro que todo lo absorbe, y a cuya literatura es fácil adscribir cualquier tendencia posterior, ya sea escritura conceptual o hipertextual, literatura policial, metafísica o gauchesca. Para algunos estudiosos todo cabe en Borges. Sin embargo, para nosotros Borges no cabe en todos.

Debería hacer falta algo más que un simple adjetivo –“borgeano”– para emparentar dos trayectorias literarias que no solo compartan un aire de familia. Ya sea por falta o por exceso, hemos considerado necesario repensar la relación dialógica entre Borges y Vila-Matas –relación que por supuesto no somos los primeros en apuntar.18 Como decimos, resultaría una obviedad repetir que Vila-Matas pertenece a la esfera “borgeana” de la historia literaria –hecho que, por otra parte, el mismo autor ha declarado sin complejos (Vila-Matas 2016). La sola mención explícita de Borges o de alguno de sus relatos como “El Aleph”, “La biblioteca de Babel” o “Pierre Menard autor del Quijote” en las obras de Vila-Matas podría bastar para establecer el vínculo intertextual (el autor argentino aparece citado en prácticamente todos los libros de Vila-Matas). Sin pretender la exhaustividad, algunos de los textos más relevantes en los que Vila-Matas comenta obras del autor de Ficciones (1944), o al menos dedica al autor cierta atención exclusiva, son “¿Borges existe?”, publicado en La Vanguardia el 24 de agosto de 1982;19 “Una peluca en Mar del Plata (Jorge Luis Borges)”,20 aparecido en Diario 16 en agosto de 1997; el revelador “Borges y el principiante”, aparecido en El País en abril de 2003; o el más reciente “La identidad que Borges dejó pendiente”, publicado en El País en junio de 2018. 


Pedro Salinas (1947) lo que debería ocuparnos. Aunque el uso de la cita literaria Sin embargo, insistimos en que no es la “crítica hidráulica” que ironizara o el tratamiento de temas comunes como la falsificación o la impostura son algunos de los rasgos que con mayor frecuencia ha destacado la crítica, a nuestro parecer es la “lectura estratégica” y la capacidad que ambos autores le imprimen para abolir fronteras lo que realmente conecta sus poéticas. Es una forma de mirar y de leer, una forma de trasfigurar y modificar con la lectura. De hecho, si nos hemos servido de la noción de “existencialismo textual” ha sido principalmente para destacar la conversión del mundo real, por parte de Borges y Vila-Matas, en un extenso territorio poblado de signos y de ficciones en el que solo hay cabidapara una participación activa, una lectura recreativa, una hermenéutica poética.

Si bien habremos de dedicar otro espacio y otros propósitos a iluminar la relación esencial entre esta cosmovisión textual y la modalidad literaria de la “ficción crítica” –punta de lanza, a nuestro parecer, de la poética vilamatiana–, sí cabe señalar que la lectura modificadora, como la que de forma específica pone en prácica el narrador de Mac y su contratiempo (2017), es el síntoma fundamental del "existencialismo textual" una enfermedad literaria a la que Vila-Matas ha bautizado con idiosincrásica ironía como mal de Montano.

En Crítica y ficción, Ricardo Piglia ha comentado con extraordinaria lucidez el funcionamiento táctico de este modo de leer en Borges; una estrategia de desplazamiento de los contextos y de modificación de las relaciones semánticas para crear nuevos significados que el lector de Vila-Matas identificará también en su poética sin demasiado esfuerzo. A pesar de su extensión, nos permitimos reproducir aquí un fragmento clave de la reflexión que Piglia ofrece:

Borges escribe textos que parecen enmarcados en lo autobiográfico, pero están atravesados por elementos de ficcionalización. O escribe una reseña bibliográfica que parece enmarcada en el hábito de la reseña bibliográfica, pero en el interior de eso surge la ficción. Entonces, hay un sistema que tiene que ver con una tradición de los mundos posibles, de la constitución de los espacios de diferenciación de verdad y ficción como teoría del marco, y por otro lado hay una aplicación notable de esa cuestión que consiste en leer fuera de contexto.Yo diría que la lectura de Borges consiste en leer todo fuera de contexto: leamos la filosofía como literatura fantástica, leamos La imitación de Cristo como si hubiese sido escrita por Céline, leamos el Quijote como un texto contemporáneo escrito por Pierre Menard, leamos el Bartleby de Melville como un efecto de lo kafkiano. Ese movimiento de desplazamiento es la operación básica de la crítica de Borges y es la que produce ese “toque” que llamamos lo borgeano.Se podría decir que consiste en leer todo como literatura, pero también podríamos decir que consiste en leer todo corrido de lugar. Si cambio un texto de lugar, ya sea porque le cambio la atribución, le cambio la colocación temporal,lo ligo con otro texto que no le corresponde, produzco en ese texto una modificación. Eso hace que la lectura de Borges sea muy creativa, muy constructiva de relaciones inesperadas. No solo constitutiva de sentidos nuevos, como en la historia de la crítica que es una lucha por cambios de contexto, sino también cambios en la construcción de un efecto diferente, ficcional. (Piglia 2014: 157-158).

Piénsese que “El acercamiento a Almotásim” –texto fundamental, para nosotros,de ese modo de lectura que Borges y Vila-Matas desarrollan como estrategia creativa, y cuya máxima expresión es la modalidad escritural de la “ficción crítica”– fue publicado originalmente en el volumen de ensayos Historia de la eternidad. Algo más tarde, en 1941, Borges lo incluye en El jardín de senderos que se bifurcan, para luego integrarlo en Ficciones, en 1944. Sin embargo, en 1974 este texto fundacional es devuelto a Historia de la eternidad, tal y como aparece todavía en la edición de las Obras completas editada por Emecé. Seguramente,este es el mejor ejemplo para entender el funcionamiento de los desplazamientos y la “teoría del marco” en el proyecto literario de Borges. Pero también en el de Vila-Matas, sobre todo por la movilidad sin límites que este asume para suobra al desplazar los contextos convencionales del arte plástico, la entrevista, la crítica literaria, el género diarístico o la conferencia, para luego depositarlos, una vez transmutados, en el espacio literario de su propio canon atípico. La ficción omnívora es la que se ocupa aquí de borrar todas las fronteras, ¿o acaso no tiene
fronteras la ficción? Si consideramos con Piglia que “la literatura es lo que leemos como literatura” (2014: 158), ¿nos es dado pensar que tal vez Borges y VilaMatas lo leen todo como literatura? Si esto es así, entonces ¿todo es literatura? ¿las fronteras, las naciones, los países?.

No caeremos a estas alturas en un idealismo desaforado, que ningún favor haría a nuestro razonamiento. Los muros de piedra son difíciles de saltar, las banderas siguen ondeando e incluso las antiguas fronteras parecen revolverse en sus tumbas preparándose para el gran regreso. La literatura encuentra aquí sus límites. O no. Toda escritura implica una decisión política, y si bien la agrafía puede ser interpretada como una suerte de huida o postergación de esa decisión, tanto Borges como Vila-Matas son escritores relativamente prolíficos que ha inscrito en sus textos una forma de leer y entender el mundo bien definida. El carácter político del texto reside en la apertura del sentido, en la conexión de la escritura con el lector, y de esta manera Vila-Matas denuncia en cada una de sus obras la grieta del muro por la que aún podemos mirar:

Me habría encantado ser visitado por los recuerdos personales de Alan Pauls,por los recuerdos del día en que escribió “Segunda mano”, un capítulo de su libro El factor Borges. Hay en lo que acabo de decir un claro deseo en el fondo menos extraño que el deseo de ser piel roja de Kafka. Lo que a nadie debe sorprender es que admire “Segunda mano”, pues se trata de una reflexión especialmente aguda en torno del parasitismo literario del Gran Borges, en torno a un tema –el del vampirismo libresco– que en las calles de Nantes me había mantenido muy inquieto y preocupado y que se solucionó de golpe al convertirme en parásito literario de mí mismo, descubrimiento feliz que tal vez podría haberme llegado antes de haber sabido aquel día de la existencia de El factor Borges, libro que encontré la semana pasada aquí en Barcelona en casa de Rodrigo Fresán. (Vila-Matas 2002: 119).

En este fragmento de El mal de Montano, el narrador, pocas páginas después de haber hojeado El Aleph (1949) de Borges, comenta su lectura de El factor Borges,el lúcido ensayo de Alan Pauls sobre el autor porteño, y descubre la confluencia entre la identidad y la diferencia, entre lo mismo y lo otro, y en un recorrido circular de apenas unas cuantas líneas nos descubre a nosotros, los lectores, la existencia de “uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos”(Borges 2010, ii: 1066), es decir, un Aleph donde caben todos los planos de la ficción: los textos del “Gran Borges” (La memoria de Shakespeare), la lectura que realiza el narrador de los textos de Borges, el libro de Pauls sobre Borges, el capítulo “Segunda mano” del libro de Pauls sobre Borges, la lectura que realiza el narrador del libro de Pauls sobre Borges, el paseo del narrador por las calles de Nantes, la relación entre el libro de Pauls y Fresán (autor real y presunto dueño del libro)… Con muy pocas palabras y con una habilidad narrativa extraordinaria para dibujar la estructura vertiginosa de la mise en abyme, Enrique Vila-Matas vuelve a describirnos –porque este ejemplo es uno entre un millón– un Aleph que muchos llaman intertextualidad y que sin duda tiene vocación cosmopolita.



NOTAS:

1
  El itinerario geográfico y experiencial de estos viajes solía plasmarse en obras literarias como el célebre Viaje sentimental (1767) de Laurence Sterne, o ese otro Viaje a Italia (1816) –más conocido que el de Lassels– de Goethe. El caso de España es algo distinto, pues a partir de 1559 Felipe II prohibió el Grand Tour e instauró una estricta política de puertas cerradas que impidió el normal intercambio cultural entre países (Gómez Moreno 1994: 312). Sin embargo, también pueden leerse crónicas de viajes a nuestro país, como las que el ilustrado turinés Giuseppe Baretti incluye en su obra A Journey from London to Genoa through England, Portugal, Spain and France, de 1770.

2
  Significativamente, la aplicación de Google que permite “experimentar” y descubrir virtualmente
las galerías y las colecciones del Museo se denomina The Museum of the World (Cfr. <http://www.
britishmuseum.org/with_google.aspx>).

3
  Desde el punto de vista antropológico, sociológico y político, Norbert Bilbeny enfrenta abiertamente el patriotismo al cosmopolitismo, al que considera su “opuesto real”, y repasa algunas diferencias que hacen desigual esta oposición: “el patriota cree en algo concreto: una patria es una extensión en el espacio, una historia en el tiempo, una experiencia que contar en sociedad. Contra ello, el cosmopolita juega en absoluta desventaja: el cosmopolitismo no tiene territorio propio y distintivo, no lo apoya ninguna sociedad o pueblo, y sobre todo es débil y es uno solo, porque no se distribuye por regiones, ni tiene ejército” (2007: 10).

4 
 Para pensar en profundidad la relación entre cosmopolitismo y nacionalismo, y el papel de los estados-nación dentro de esta ecuación, cfr. el volumen colectivo Cosmopolitics: Thinking and Feeling Beyond the Nation (1998), editado por Pheng Cheah y Bruce Robbins. Sobre las distintas “versiones” del cosmopolitismo véase especialmente el ensayo de Robins “Comparative Cosmopolitanism” (1998: 246-264). Estas lecturas servirán también a evitar la confusión terminológica entre cosmopolitismo y globalización.

5
  Cfr. el célebre libro de Umberto Eco La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea (1994), donde el semiólogo italiano ofrece una visión panorámica de los más importantes proyectos europeos de lengua universal.

6  En su libro The World Republic of Letters (2004), Pascale Casanova rechaza la ingenuidad de un crisol literario que auspicie una concepción mitificada de la globalización, y llama nuestra atención sobre el régimen emergente de desigualdad que aún hoy –o sobre todo hoy– padecen las lenguas minoritarias y sus literaturas. Nuestra noción de cosmopolitismo no es ajena a estoshechos, y por su uso figurado reconoce el carácter utópico, aunque necesario, del  término.

7
  Cabe advertir aquí que nuestro uso del término “desterritorialización” tiene que ver con la tendencia a sustituir el espacio material por sus representaciones, en la línea de las parejas dicotómicas espacio y tiempo, espacio y sociedad, material e inmaterial, fijación y movilidad, que Rogério Haesbaert ha problematizado con lucidez y mayor especificidad en su libro El mito de la desterritorialización. Del “fin de los territorios” a la multiterritorialidad (2011). Esta perspectiva es la que hace posible que leamos en clave literaria la relación que Borges mantuvo con espacios como el arrabal y la pampa; relación en la que el vínculo del escritor con la concreción geográfica queda supeditado a las connotaciones culturales y literarias de cada lugar.

8
  En otro lugar hemos desarrollado la noción de “ciudad textual” en las novelas de Enrique VilaMatas, con el propósito de indagar el tratamiento hermenéutico del espacio que el autor aplica a su vivencia literaria de ciudades como París, Kassel o Dublín (Aznar Pérez 2017).

9
  El propio Vila-Matas ha dedicado infinidad de artículos a tratar directa o indirectamente su relación con estos escritores. Para no extendernos demasiado sirvan de ejemplo “Bolaño en la distancia” (Letras libres, abril de 1999), “Pitol y el misterio que viaja con nosotros” (Letras libres,julio de 2003), o “Monterroso dans l’infini” (Le Magazine Littéraire, abril de 2005). Sobre el argentino Néstor Sánchez ha declarado que Nosotros dos “fue un libro decisivo”, por animarle ni más ni menos que a tratar de escribir su primer relato (Vila-Matas 2011). Para una introducción general a los vínculos entre Vila-Matas y la literatura hispanoamericana véase, principalmente por su valor antológico, el artículo “Lecturas casuales: Enrique Vila-Matas y sus vínculos transatlánticos”(2016), de Francisca Noguerol Jiménez.

10 
 El escritor mexicano Juan Villoro recuerda este acontecimiento con las siguientes palabras:“Con la disposición cosmopolita que suelen tener los países a los que cada libro llega revestido de la magia de lo excepcional, Vila-Matas fue aceptado en México como un clásico instantáneo…”(2004: s/p). Para constatar la importancia que el continente americano ha tenido en la recepción de la obra de Vila-Matas, léanse las palabras que el editor Jorge Herralde escribió a propósito de la publicación de El viento ligero en Parma en la editorial mexicana Sexto Piso, en “Vila-Matas y la conquista de América” (2007).

11 
 Preguntado en 2006 por su relación con la literatura argentina, Vila-Matas contesta: “es una de las literaturas que más conozco y a la que más me he volcado por afinidades siempre” (2006:s/p). En otro lugar, ante la preguntad de Roberto Santander y Martín Abadía “¿Qué habríamos hecho sin Borges?”, Vila-Matas responde con su habitual ironía: “Hablar sólo en inglés” (Vila-Matas 2008: s/p).

12 
 La actividad de Borges en la revista Sur ha sido recogida en el volumen Borges en Sur, 1931-1980, publicado por la editorial Emecé en 1999

13 
 Véase, por ejemplo, “Nota de un mal lector”, el texto que Borges publicó en Ciclón en 1955, o “Contra los poetas”, de Gombrowicz, publicado el mismo año en la misma revista.

14 
 Tan solo unos meses más tarde, Vila-Matas publicó en El País un texto muy similar, con un comentario idéntico al que solo añadía, junto al del “inefable Borges”, los nombres de otros dos escritores argentinos: Ricardo Piglia y César Aira (Vila-Matas 2007b).

15 
 Recientemente, Vila-Matas ha sido preguntado, quizá con demasiada insistencia, sobre su parecer acerca de la cuestión catalana y el nacionalismo independentista. Con un humor serio que
no disipa la gravedad de los asuntos tratados, pero que sí resulta significativo al respecto, el autor ha contestado: “no soy ni castellano ni catalán, soy polaco” (Arco 2017: s/p).

16 
 Alan Pauls, probablemente a sabiendas de la conexión implícita que establecía entre Borges y Vila-Matas, escribe al hablar de las formas de lectura del primero: “Corto de vista, obligado, de
algún modo, a reconocer “principalmente las cosas pequeñas y menudas”, Borges, de entrada,asocia la lectura a la percepción, la identificación, la captura de lo diminuto. (Paradoja del miope:
lo diminuto –lo que obliga a forzar la vista– es también lo portátil –lo que puede ser operado por la vista–) (2004: 76).

17 
 Para entender el llamado giro lingüístico, cuyo vínculo con la noción de “existencialismo lingüístico” no podemos detallar aquí, cfr. Rorty (1998), Lafont (1993) y Serna Arango (2004).

18 
 Cfr. los trabajos de Santos (2015) o Aranda Silva (2017), entre otros menos recientes.

19 
 En 1992, este texto sería incluido en la colección de ensayos El viajero más lento bajo un título,ligeramente modificado como para añadir cierta insistencia a la incógnita: “¿Existe realmente Borges?”.

20 
 Incluido en 2011 en la colección de “ensayos selectos” Una vida absolutamente maravillosa.


Obras citadas:

Aranda Silva, Alfredo (2017): La escritura articulística y ensayística de Enrique Vila-Matas:la crítica de un escritor. Tesis doctoral inédita, Universitat de Barcelona. En línea:<http://hdl.handle.net/10803/400943> [última consulta: 10.1.2018].

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