Cuando, en una tarde de verano, el sueño nos asalta a ratos, va y viene, cuesta, en los despertares de esa duermevela, distinguir que era sueño y qué realidad. ¿Se acercó alguien hace un instante y mantuvimos una conversación o era sólo parte de una secuencia onírica?
Más o menos, esto es lo que le ocurre al protagonista de La siesta de M. Andesmas , un relato temprano de Marguerite Duras, reeditado ahora en español por Demipage. Una nueva edición, traducida y prologada por la poetisa Amelia Gamoneda, quien mantiene un viejo romance con este breve libro desde que su padre, el poeta Antonio Gamoneda, se lo descubriera, cuando ella era adolescente.
Lo que pasa cuando no pasa nada
La siesta de M. Andesmas nos cuenta simplemente lo que ocurre en una tarde corriente. La tarde en la que Monsieur Andesmas, de 68 años se presenta en la casa que ha comprado en el sur de Francia para su hija Valérie. Se ha citado con un contratista del pueblo más cercano para tratar sobre la construcción de una terraza con vistas al mar. El contratista le da plantón, y la novela nos relata la espera (con paréntesis de siesta) que protagoniza Andesmas, sentado en una butaca, en la puerta de la casa, entre las cuatro y media de la tarde y la caída del sol.
A pesar del “lento compás poético” del que habla el escritor Enrique Vila-Matas, ocurren más cosas de las que con ese planteamiento, pensaríamos que podrían acontecer. Como en las películas de Eric Rohmer, parece que no ocurre nada (o que lo ocurre es algo cotidiano sin aparente interés) y sin embargo, nos enteramos de mucho, sobre el personaje, sus circunstancias, emociones o vínculos familiares. Y vemos mucho de lo que sucedió en el pasado como si fuera presente.
Aparece un perro rojizo…Aparece una niña, la hija del contratista…Y sube desde el pueblo, la esposa del contratista. A través de las conversaciones de Andesmas con ellas, conocemos por ejemplo a Valérie, la hija que ha sido el centro de la vida de Andesmas y revivimos en flashbacks, imágenes intensas del pasado de Andesmas y su hija (como la llegada al pueblo de Valérie y su “esplendor rubio” que impactó a todos sus habitantes. Pero también muchas cosas más, incluso sobre la vida del ausente que ha provocado toda la situación: Michel Arc, el contratista.
Pero lo significativo no es tanto lo que ocurre, ni lo que se cuenta sino cómo se cuenta.
La ‘tarde’ se ha convertido en ‘siesta’
Ni el título francés original con que el relato fue publicado en 1962, L’après-midi de Monsieur Andesmas ni la primera edición en castellano (Una tarde de M. Andesmas) incluyeron la palabra “siesta”. Sin embargo, tanto el término español, como su significado, van como anillo al dedo para designar el contenido del texto de Duras. ‘La tarde se ha convertido en siesta porque la memoria del título ha ido a confundirse con la de la somnolienta cabeza de M. Andesmas. Así parece pedirlo él en las últimas páginas, cuando “se siente como si saliera de una enorme siesta que hubiera durado varios años” explica Amelia Gamoneda, traductora y prologuista de la nueva edición española
Tres hombres reales y un personaje
Andesmas es la contracción de tres apellidos: An (telme), des (Forêts) y Mas (colo). Pudo ser un guiño irónico de Marguerite Duras a los tres hombres que en aquellos días de 1960 en los que escribía su novela L'après-midi de M. Andesmas le reprochaban sus excesivas intervenciones en la prensa.
“Tal vez quiso indicarles a sus tres queridos amantes que ya no necesitaba de ninguna clase de tutela masculina, que podía andar perfectamente sola y había entrevisto, además, un lugar de soledad magnífica ante el abismo: un lugar encontrado (según Adler en su biografía sobre la escritora) entre Saint-Tropez y Gassin, una casa fascinante porque desde ella podía dominarse un valle, un bosque, un pueblo y, al fondo, el inmenso mar. Esa casa que no llegó a comprar, la transformó en el escenario de su ficción sobre el señor Andesmas” explica Enrique Vila-Matas.
El escritor barcelonés no es el único que recurre de vez en cuando a esta novela de Marguerite Duras que define como “tratado de poesía de las incertezas”. El escritor leonés, Antonio Gamoneda, Premio Cervantes 2006, intentó definir su magia nacida de la sencillez y la inmovilidad, en estos términos: “Advertí como el libro no imitaba la realidad ni la imaginaba, sino que la creaba (…). El discurso era el curso de los hechos; la narratividad valía físicamente por la inmovilidad de M. Andesmas esperando”
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