Dos artistas que se admiraban mutuamente: Alice Cooper (Vincent Damon Furnier) que creció fascinado por la vida y obra del surrealista, y Salvador Dalí, que se enamoró del rockero cuando acudió a uno de sus shows.
Dalí siempre introdujo ciencia en sus cuadros. Tuvo interés por los más vanguardistas aspectos técnicos de la física, las matemáticas, la bio-química, la astronomía…
Cuando pudo permitirse realizar uno de los primeros hologramas de la historia del arte, decidió que Alice Cooper sería su modelo.
La obra consiste en un holograma tridimensional que proyecta la figura de Alice sentado y vestido con 4 millones de dólares en joyas: Una tiara y un collar diseñados por el propio Dalí. Alice sostiene una estatuilla seccionada de la Venus de Milo a modo de micrófono y detrás de él, se observa el cerebro de Alice cubierto de un relámpago de chocolate y hormigas.
En la rueda de prensa (una obra en sí misma) Dalí explicaba su nueva obra maestra. Alguien le preguntó a Alice lo que opinaba y este respondió: «No lo sé. No he entendido una palabra de lo que dice desde que le he conocido». Entonces Dalí dio un salto y exclamó: «¡Perfecto!. La confusión… la mejor forma de comunicación».
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