1.11.15

Svetlana Aleksiévich " Voces de Chernóbil"

Hay muchas formas de estar en el mundo. La de los cronistas que están dispuestos a impregnarse con el dolor de los demás y la de los que consideran que cuanto menos dosis de conciencia más fácil resulta entretener la espera de la muerte son dos de ellas. El periodismo narrativo, también llamado periodismo literario, o crónica de largo aliento, recibió esta semana un espaldarazo insospechado de la Academia sueca con la que sueñan todos los que practican el vicio de escribir.
Pero en este caso el laureado no fue uno de esos escritores que llenan cada año todas las quinielas, en su abrumadora mayoría novelistas. La bielorrusa Svetlana Alexiévich, nacida en 1948, una reportera dedicada a prestar atención, a ayudar al lector a ponerse en el lugar del otro, a contar los aspectos más sombríos de la escombrera espiritual y material del universo soviético, se hizo, para perplejidad de críticos y panegiristas, con el Premio Nobel de Literatura.


«He escrito cinco libros pero, en realidad, llevo casi cuarenta años escribiendo una única obra, consistente en hacer la crónica de lo que fueron los Gulag –campos de concentración estalinistas-, las guerras, la catástrofe de Chernóbil y la desintegración del Imperio Rojo.

Atrás queda un mar de sangre y una gigantesca fosa común», declaró recientemente la autora de libros como «Los chicos del zinc» (en ataúdes de zinc y a escondidas eran repatriados los jóvenes soldados rusos que morían en la guerra de Afganistán, que precipitó la desintegración de la Unión Soviética), «Cautivados por la muerte» (que habla de los que se suicidaron por no poder soportar el hundimiento del sueño comunista) o «Voces de Chernóbil» (donde también a través de las voces de los supervivientes le ponemos rostro y biografía al dolor de los demás, tan caro a Susan Sontag):

«Ningún médico sabía que yo dormía con él en la cámara hiperbárica. No se les pasaba por la cabeza. Las enfermeras me dejaban pasar. Al principio también me querían convencer:

«—Eres joven. ¿Cómo se te ocurre? ¡Si esto ya no es un hombre, es un reactor nuclear! Os quemaréis los dos. —Y yo corría tras ellas como un perrito. Me quedaba horas enteras ante la puerta. Les rogaba, les imploraba. Y entonces ellas decían: ‘Que te parta un rayo! Estás loca perdida!’».

Una solitaria voz humana" 

[Versión Kindle]

No hay comentarios:

Publicar un comentario