19.12.19

Javier Cercas "Terra Alta" 2019


Sí, Cercas se reinventa, en cierto modo. Quien haya seguido la obra de Cercas desde 'Soldados de Salamina' (2001) hasta 'El monarca de las sombras' (2017) se sentirá ligeramente desconcertado en las primeras páginas de' Terra Alta', último premio Planeta. Ni la voz narrativa es autobiográfica, ni hay reflejos metaficcionales ni el pasado histórico acucia llamando a la puerta, y hasta el estilo parece haberse aligerado.
El contundente arranque de la novela avisa de que nos hallamos ante un relato policial, con sus dos componentes esenciales: el detective, el mosso d’esquadra Melchor Marín, y el caso: el salvaje asesinato de los poderosos Adell y su criada. Desde ahí se despliegan dos interrogantes, quién es Marín y quién es el criminal, que se satisfacen en dos velocidades narrativas: una más rápida que revela a Marín como un joven expresidiario de biografía tortuosa que, redimido dentro de la policía catalana, realizó la heroicidad de abatir a los cuatro yihadistas de Cambrils, y otra pausada, muy bien medida, que va desvelando el enigma de una matanza inexplicablemente cruel. Y hay que elogiar tanto la forja psicológica del protagonista, un personaje que está pidiendo continuidad (incluso audiovisual…), como el fluidísimo y bien encajado mecanismo de la investigación policial, que hace muy difícil interrumpir la lectura.

Pero el impecable funcionamiento de 'Terra Alta' como novela negra, que va a ampliar aún más el público lector de Cercas, no impedirá a sus lectores identificar aquí algunas de sus constantes profundas ni la imbricación de esta novela con su obra anterior. Esas constantes van desde ciertos giros estilísticos hasta el manejo de un subtexto literario que codifica la conducta del héroe y que en este caso es 'Los miserables' de Víctor Hugo. Marín ha releído varias veces la novela, se ha visto reflejado en el héroe Jean Valjean, y también en el villano Javert, el policía justiciero, hasta el extremo de creer que el libro habla de él, pero ni la empecinada guerra contra el mundo de Valjean ni la ciega obediencia a la ley de Javert le sirven de modelos y él tendrá que superarlos. Empujado a algunas encrucijadas morales, dañado, Melchor recuerda a otros héroes de las novelas de Cercas, capaces de quebrantar una norma o traicionarse a sí mismos en aras de un acto de justicia superior.

Aunque la más decisiva persistencia de fondo es la sombra que el pasado proyecta sobre el presente. Y ese pasado que se cierra como una garra es tanto la infancia y juventud de Melchor en el barrio de Sant Roc y el duelo por su madre como la sangre que empapó la Terra Alta durante la guerra civil y que produjo un fruto de muerte madurado muy despacio. La justicia de las leyes y la justicia de los hombres, la memoria y el olvido, la prescripción o no de la maldad deliberada se mezclan conflictivamente en un cañamazo que entrelaza lo particular y lo colectivo, los lutos privados con las heridas que inflige la Historia. A Cercas no le amedrenta manejar emociones y sentimientos, lo que, en lugar de ablandar el relato, intensifica el efecto sobre el lector de una trama de rotunda eficacia.  Decía al principio que Cercas se reinventa «en cierto modo»:  lo hace, sin duda, pero su Melchor Martín es portador innegable del ADN de sus héroes defectivos.

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