Tras diez años de literatura desmesurada, abrumadora, ambiciosísima, llega con 8 años de retraso a España Fin, sexta y última entrega de Mi lucha, el relato autobiográfico del escritor noruego Karl Ove Knausgard (Oslo, 1968), en la que lo mismo ha buceado en las minucias de la vida cotidiana que se abismó en la muerte de su padre, en los prejuicios de la crítica y la familia, y , sobre todo, en la pulsión secreta de escribir. Y en la identidad, claro, pues como él mismo reconoce a menudo, lo que hay de fondo en todos ellos es el tema de la identidad: el cómo llegas a ser quién eres y por qué.
Puntilloso, a ratos demencial, a ratos divertidísimo, y siempre excesivo y loco, este proyecto literario que supera las cinco mil páginas es uno de los prodigios literarios del siglo.
Nos acostamos una hora después, nos dimos un beso de buenas noches y apagamos la luz, yo estaba nervioso y enseguida supe que tardaría mucho en dormirme. Me preocupaba el día siguiente, esa ronda de entrevistas que me esperaba, pero no por la razón de antes, la de siempre, el miedo a tomar asiento, hablar y que luego citaran todo lo que dijera, el miedo a aparecer después como un idiota; esta vez tenía miedo de lo que había escrito.
La novela que saldría en dos días y que llevaba el título de Mi lucha la había escrito en soledad. A excepción de Geir Gulliksen y Geir Angell nadie la había leído durante el proceso. Unos cuantos sabían de lo que escribía, entre ellos mi hermano Yngve, pero no lo que ponía. Tras un año así, en el que la única perspectiva era la mía, el manuscrito ya estaba listo para su publicación. Cuatrocientas cincuenta páginas, un cuento sobre mi vida centrado en dos sucesos, el primero cuando mis padres se divorciaron, el segundo cuando murió mi padre.
Los tres primeros días después de que fuera encontrado. Todo con nombres, lugares y sucesos auténticos. Hasta ese momento, a punto de enviar el manuscrito a los que aparecían en el libro, no había sido consciente de las consecuencias de lo que había hecho. Eso fue a finales de junio. Yngve sería el primero. Sobre él había escrito cosas que había pensado y sentido,pero nunca dicho. Cuando me senté al ordenador y adjunté el documento al correo electrónico, me entraron ganas de dejarlo todo…, llamar a la editorial y decir que tampoco ese año habría novela.
Estuve allí sentado media hora. Luego pulsé «enviar», y estaba hecho..........
Nos acostamos una hora después, nos dimos un beso de buenas noches y apagamos la luz, yo estaba nervioso y enseguida supe que tardaría mucho en dormirme. Me preocupaba el día siguiente, esa ronda de entrevistas que me esperaba, pero no por la razón de antes, la de siempre, el miedo a tomar asiento, hablar y que luego citaran todo lo que dijera, el miedo a aparecer después como un idiota; esta vez tenía miedo de lo que había escrito.
La novela que saldría en dos días y que llevaba el título de Mi lucha la había escrito en soledad. A excepción de Geir Gulliksen y Geir Angell nadie la había leído durante el proceso. Unos cuantos sabían de lo que escribía, entre ellos mi hermano Yngve, pero no lo que ponía. Tras un año así, en el que la única perspectiva era la mía, el manuscrito ya estaba listo para su publicación. Cuatrocientas cincuenta páginas, un cuento sobre mi vida centrado en dos sucesos, el primero cuando mis padres se divorciaron, el segundo cuando murió mi padre.
Los tres primeros días después de que fuera encontrado. Todo con nombres, lugares y sucesos auténticos. Hasta ese momento, a punto de enviar el manuscrito a los que aparecían en el libro, no había sido consciente de las consecuencias de lo que había hecho. Eso fue a finales de junio. Yngve sería el primero. Sobre él había escrito cosas que había pensado y sentido,pero nunca dicho. Cuando me senté al ordenador y adjunté el documento al correo electrónico, me entraron ganas de dejarlo todo…, llamar a la editorial y decir que tampoco ese año habría novela.
Estuve allí sentado media hora. Luego pulsé «enviar», y estaba hecho..........
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