« A un personaje tan singular como Walser no hubiera podido inventarlo nadie. Es más extremo que Kafka, que sin él no hubiera surgido nunca y a quien él contribuyó a crear» ( Elias Canetti )
Con respecto a la vida de este solitario escritor ( 1878- 1956), marginal, no parece lo más adecuado atenerse a lo que Martin Heidegger dijese con respecto a Aristóteles- tal vez con el fin de tapar sus propias vergüenzas-, nació, vivió y murió, dando a entender que con respecto al conocimiento de un filósofo lo que importa es su obra más que su vida. En el caso de Robert Walser parece que más se le conoce por su muerte en la nieve y por su misteriosa y extravagante existencia que por sus obras, que se han mantenido en cierto estado de semi-clandestinidad, a pesar de los elogios de sus pares ( Franz Kafka, Alfred Polgar Walter Benjamin, Robert Musil, Hermann Hesse, Elías Canetti, J.M.Coetzee, Giogio Agamben, W.G. Sebald, Fleur Jaegger o Enrique Vila-Matas).
Una vida solitaria y sin mayores sobresaltos, o según se mire con derivas extrañas o no normales en exceso para un escritor ni para nadie, una existencia con una tendencia dominante a la desaparición, a ser un cero a la izquierda como él mismo gustaba decir: « lo que más me conviene es desaparecer, llamando la atención lo menos posible…siempre fui un cero a la izquierda, carne de horca» . Así sin entrar en mayores, podría resumirse el paso por este mundo de este singular escritor con varias pinceladas: muchos trabajos de diferente tipo ( archivista, empleado de banca, mayordomo, trabajos de limpieza, chapuzas en correos, etc., etc., etc.), una existencia siempre por los bordes de la pobreza – que él mismo elogiaba- y la sencillez, y varias poblaciones por las que pasó: Berna, Berlín, Biel, Stuttgart y luego un par de manicomios: el de Waldau y el de Herisau.
Paseante permanente e incansable, el paseo como una de las bellas artes, y una escritura capaz de sacar perlas de los asuntos u objetos más insignificantes; la escritura como sacerdocio y como actividad cercana a la santidad, en una constante búsqueda de la perfección, que tanto influyó en otros escritores que le admiraron: hay quienes opinan que sin él Kafka no hubiese existido, como escritor claro…aunque Walser cuando se le señalaba esto, callaba , entre otras cosas, porque era su hábito ante preguntas incómodas dar la callada por respuesta, además de que el autor de El proceso era un desconocido para él, ya que no le había leído.
De este último cuentan, entre otros su amigo , quien devendría su albacea , Max Brod – quien no ocultaba su admiración por las narraciones del suizo-, que les leía a sus amigos reunidos alguna obra de Walser y se partía de risa, igual que sucedía cuando les leía sus propios relatos; con respecto a Hesse, el amor no era recíproco ya que Walser era de la opinión que la presencia absorbente del autor de El lobo estepario, y el canon que sus obras establecían, habían hecho un flaco favor a sus obras, quedando estas marginadas cuando no ignoradas, lo cual no significaba que no admirase su escritura …Nada que decir de la opinión de Thomas Mann, ante las críticas que Walser hacía con respecto a la enorme extensión de sus obras, no se le ocurrió nada mejor que decir-según confesión de Walser- que el escritor suizo «era un tío listo », lo cual no era óbice para que elogiase la prosa, y la poesía, del suizo; cierto es también que Walser valoraba las primeras obras del escritor alemán si bien, a su modo de ver, acabó convirtiéndose en un funcionario de la escritura.
La alabada sencillez a la que he aludido se contagiaba a su prosa que huía de cualquier forma de abalorio estilístico, cuestión que se traducía igualmente en la brevedad de sus obras…que al final se convirtió en aquellos indescifrables “microgramas”, única actividad escrita a lápiz, desde que fue ingresado en el manicomio; ante las invitaciones tanto familiares como de los médicos a que escribiese, para publicar, él se negaba en redondo y exigía que le dejasen en paz, en la paz ordenada del sanatorio, ya que para escribir -según repetía- era condición imprescindible la libertad, y él -según decía – estaba allí encerrado para enloquecer y no para escribir. Esos treinta últimos años en los que no escribió, más que para sí, podría llevar a incluirle en el club de los Bartebly…preferiría no.
Retomando las afirmaciones iniciales, puede contraponerse al escritor suizo ya que éste sustituía la disyunción que plantease Jorge Semprún: la escritura o la vida, por una conjunción que podía hacerle decir la escritura y la vida o tal vez con mayor exactitud, la escritura es la vida, ya que bebe de ésta, o hasta dando la vuelta al orden de ambos: la vida es la escritura, ya que desde luego en el caso de Walser la vida era la materia prima sobre la que se erigían sus historias, su vida misma y su concepción acerca de ella, del modo de encararla, sin olvidar sus numerosos, y fugaces, trabajos.
En este orden de cosas, la obra del escritor tiene como ejes: los objetos, el paseo y , reitero, la vida que se alimenta, entre otras cosas, de lo anterior; todo ello aliñado con un deseo de mantener un cierto espíritu propio de la infancia, de vuelta a él ( el filósofo italiano Giorgio Agamben hablaba de sus personajes, y por extensión del mismo creador, como habitando el limbo) y en este sentido podría aventurarse la hipótesis de que su escritura por momentos parece responder a la propia de una redacción escolar, con la diferencia no baladí de que Walser va corrigiendo sobre la marcha, titubea y explica tales momentos de duda e indecisión, a lo que se puede añadir que anuncia y desvela al lector las estrategias que va a seguir, o que no evita que en el desarrollo de sus historias surjan otros caminos y motivos que le desvíen, sobre la marcha , del plan trazado; no es difícil pues hallar intercaladas en sus narraciones coletillas del tipo: « se tendrá sin duda la bondad de disculpar …», « en este punto tengo que corregir un burdo error», « no puedo continuar con el relato sin antes decir», « acabo de recordar una cosa, y no sé, por qué motivo, me veo obligado a contarla», etc. .
Si Edmund Husserl- fundador de la fenomenología- llamaba a volver a los objetos, Walser en cierta medida cumple la consigna ya que presta enorme atención a diferentes objetos (dejando de lado sus cantos a diferentes instrumentos musicales: el piano o el laúd, u otros), con atención a los de su habitación- sus habitaciones podría decirse con mayor exactitud ya que en numerosas habitó- y a las ajenas; el detallismo de sus descripciones y la intensa atención que mostraba con respecto a lo descrito hacía que cualquier cosa por nimia que fuese quedase convertida en objeto de sus impulso narrativo y poético; « en el arte , un material trivial puede convertirse en una auténtica joya ». Su mente se alimentaba en sus interminables paseos, actividad a la que se dedicaba no por cuestiones relacionadas con la salud, sino por los beneficios de la contemplación, de la celebración y canto de la naturaleza con sus bosques, los trinos de los pájaros, el susurro de las fuentes, y la mirada protectora del cielo que cubría el espectáculo del mundo, « el espíritu del mundo se había abierto… Sin pasear estaría muerto…pasear me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más mínimo poema en verso o prosa…
Sin pasear y recibir informes no podría tampoco rendir informe alguno ni redactar el más mínimo artículo , y no digamos toda una novela corta » se lee en El paseo , y es que entre la escritura y el paseo, Walser parece inclinarse más por el acto de pasear, como un constante flâneur , en la onda del Baudelaire presentado por Walter Benjamin; un observador que se alimenta de lo que ve, oye, en una marcha que se detiene ante los aspectos más nimios en apariencia, pero que le servirán para sus narraciones, guiadas por lo pequeño es hermoso, que decía Ernst Friedrich Schumacher . Esto último puede interpretarse como una apuesta por lo micro frente a lo macro, que a través de la escritura trataba de dar cuenta de los grandes hechos, de los grandes personajes, de las grandes visiones del mundo ( weltanschauung), frente a ello la mirada walseriana se posa sobre los pequeños gestos, los distintos objetos – como queda señalado- los que van siendo aprehendidos por el individuo, que ejerce su labor de observador, como una puesta en práctica de libertad frente a los diferentes sistemas de domesticación ( de reificación y/o alienación podría hablarse) que ejerce el Estado y otras instituciones; « tenía ante mí toda la rica Tierra, y sin embargo tan solo miraba hacia lo más pequeño y más humilde…el que pasea ha de estudiar y contemplar la más pequeña de las cosas vivas, ya sea un niño, un perro, un mosquito, una mariposa, un gorrión, un gusano, una flor…Las cosas más elevadas y las más bajas, las más serias y las más graciosas, le son [ al que pasea] por igual queridas, bellas y graciosas ». Esta capacidad de observar con detalle lo que va saliendo al paso, es aplicable no sólo a la naturaleza sino igualmente a lo urbano ( comercios, edificios, arquitecturas, parques, tabernas…); observación minuciosa que va acompañada de una especie de extravío , que se traspasa igualmente a la hora de plasmarlo por escrito como señalase Walter Benjamin: «apenas si ha tomado la pluma cuando ya lo domina una especie de desesperación. Todo le parece perdido y estalla un dique lingüístico en que cada frase parece tener únicamente por función hacer olvidar a la anterior».
En medio de las contradicciones, atribuible a su inestabilidad emocional, en que se mueven muchas de sus afirmaciones y caracterizaciones psicológicas propias, sí que es de justicia señalar que el escritor no pretende de ninguna de las maneras impartir lecciones de comportamiento, ni de ningún tipo, y así cuando expresa su concepción del mundo es meramente por describir lo que él siente, el modo en que se enfrenta con el mundo y con los demás, y ahí puede verse su éxtasis ante la belleza del mundo, sus posturas que por momentos rozan el fetichismo, en especial en relación con las mujeres, ciertas rumias cercanas al masoquismo, al tiempo que se atisba un amor por la libertad teñido de ciertos visos de rebeldía que curiosamente se entreveran con posturas obedientes y puntillosas en el celoso cumplimiento del deber en sus compromisos laborales…Pueden verse igualmente algunas constantes que le hacen no criticar con dureza a los demás, conformarse a las condiciones que le vienen dadas – como consecuencia de sus continuos cambios de trabajo, que es alternado con largos periodos de inactividad y sus numerosas mudanzas de domicilio…-. Así, el más solitario de los escritores solitarios que dijese Martin Walser.
Se ha hablado del suizo como de un desconocido para el público lector, afirmándose que es un escritor para escritores o aprendices de tal…sea como sea, su escritura ya dejaba asomar algunos de los aspectos que se convertirían en dominantes en tiempos posteriores : reciclaje de textos, la yuxtaposición de hechos por encima de lo cronológico, los tonos paradójicos e irónicos, que apoyaban una profunda auto-reflexión en sus entregas literarias.
« Entre la ligereza y la gravedad, las novelas de Walser, y concretamente su prosa estirada ( que no va a ninguna parte, sólo se estira y estira como quien sale de una siesta y quiere darle alegría al cuerpo), configuran una producción extraordinaria», sostiene Enrique Vila-Matas, uno e los introductores del suizo de Pirineos abajo.
Robert Walser ( 1878 – 1956 )
« Nadie tiene el derecho de comportarse conmigo como si me conociese»
« Nada me es más agradable que dar una imagen totalmente falsa de mí mismo…»
1878: Nace Robert Otto Walser el 15 de abril en Biel ( Suiza). Séptimo de los ocho hijos de Adolf y Eliza Walser.
1892 – 1895 : tras cursar los estudios primarios y comenzar en el instituto, abandona los estudios a los catorce años, e ingresa como aprendiz en una filial de la Banca cantonal de Berna.
1894 : Muere su madre.
1895 : Se traslada a Basilea y un año más tarde a Stuttgart, en donde su hermano Karl se prepara para ser pintor. Robert trabaja de ayudante de comercio y trata de convertirse en actor, fracasando en este último intento.
1896: En Zurich, en donde vivirá durante diez años, cambia frecuentemente de vivienda. Alterna el trabajo de ayudante con el de escribir poesía.
1897 : Primer viaje a Berlín.
1898 : Publicación de seis poemas en el diario dominical del Bund. Primeras relaciones con críticos y escritores.
1899 : Primavera en Thun y viaje a Munich. Se publican cuatro poemas en la revista Die Insel. Estancia en Solothurn.
1902 : Viaja a Täuffelen, en el lago de Biel, en donde vive su hermana Lisa.
1904 : Vuelta a Zurich. Servicio militar en Berna. Aparece su primer libro, Las redacciones de Fritz Kocher.
1905 : pasa una temporada en casa de su hermano Karl, en Berlín. Vuelve a Zurich y comienza los estudios de sirviente doméstico en Alta Silesia, en el castillo de Dambrau.
1906 : Vuelta a Berlín. Escribe Los hermanos Tanner y otra novela que destruirá.
1907 : Publicación de Los hermanos Tanner. Escribe El ayudante. Colabora con veinticinco poemas en una revista de arte. Secretario de la Secesión berlinesa. Más colaboraciones en destacadas revistas.
1908 : Se publica El ayudante; más colaboraciones y publicación de sus Poesías en una edición para bibliófilos con ilustraciones de su hermano Karl Walser.
1909 : Publicación de Jacob von Gunten en la editorial de Bruno Cassirer de Berlín; editorial en la que se habían publicado todas las anteriores.
1913 : Poca información sobre los pasados años berlineses. Publica una colección de Ensayos. Vuelve a Suiza, a la casa de su hermana , luego visita a su padre en Biel y posteriormente se instala en el Hotel de la Croix-Bleue en donde permanecerá siete años.
1914 : Muere su padre. Se publican algunos poemas suyos. Recibe el premio de la Asociación femenina para la promoción de los poeta renanos. Comienza la guerra y es llamado a realizar el servicio militar.
1915 : Viajes a Berlín y Leipzig. Se organiza una velada dedicada a los hermanos Walser, por el Círculo de lectura de Hottingen en Zurich.
1916 : Muere su hermano Ernst en el asilo de Waldau, en Berna.
1917 : Publicación de El paseo y de Vida de poeta.
1919 : Muerte de su hermano Hermann.
1920 : Lectura pública en Zurich.
1921 : Se muda a Berna. Trabaja como segundo bibliotecario en los archivos de la ciudad.
1925 : Colaboraciones periodísticas en diferentes periódicos.
1929 : Ingreso en el asilo de Waldau. Recomienza a escribir tras un periodo de sequía cerativa.
1933 : Ingreso en su segundo asilo, en Herisau. Cesa toda actividad literaria.
1934 : Se le nombra un tutor legal.
1935 : Comienzan las visitas y los paseos con Carl Seelig.
1943 : Muere su hermano Karl.
1944 : Muerte de su hermana Lisa. Se inicia la tutela de Carl Seelig.
1956 : Muerte Robert Walser de un ataque al corazón mientras paseaba el día de Navidad; su cadáver es hallado tres días después.
N.B.: Ha de señalarse, aunque sea de manera reiterativa, que las novelas y no pocas de las narraciones del escritor suizo tienen cierto carácter autobiográfico, y aunque se cambien algunos detalles, pueden adivinarse tanto en los hechos descritos como en los personajes algunas vivencias del escritor al igual que los lazos de parentesco en los que se inspiraba; la obra que aclara más el modo de pensar y de actuar del escritor es El paseo. Sirven igualmente algunos de los libros de la bibliografía; muy en especial el de Carl Seelig .
«Los hermanos Tanner » ( 1907)
«¿Acaso Simon Tanner no vagabundea, nadando en la felicidad, para no producir nada, a no ser el goce del lector?»
Franz Kafka
La novela es la primera publicada con cierta relevancia ya que anteriormente había escrito otra que había pasado prácticamente desapercibida. Los tientes autobiográficos saltan a la vista para cualquiera que conozca algunos de los aspectos biográficos del escritor. Se nos presenta a Simon, alter-ego de Walser, en su relación con sus hermanos ( si en la vida real tuvo siete hermanos, aquí nos son presentadas las relaciones con cinco, seis con él: Kraus, Kaspar, Sebastian, Hedwig, su hermana maestra, y Emil ). Ya el propio título indicada, con un guiño, la cuestión que señalo: tanner en alemán significa pino, Walser bosque.
A través de la peripecias del protagonista vemos de manera transparente el deambular por la vida del autor ( cambios de trabajo y de vivienda) además de su particular visión del mundo. Un ser fuera de la norma, y de las convenciones sociales que a lo largo de su comportamiento nos conduce a reflexionar sobre el trabajo como forma de domesticación, de fomento del gregarismo; si en su Jacob von Gunten ( von guten = de abajo) nos conducía a las sujeciones de la educación y a la inculcación de la obediencia, en la presente ocasión algunos destellos nos hacen ver la postura del tal Simón en contra de las filas y las normas constrictivas, se convierte así su travesía en una defensa de la libertad individual, de las condiciones apropiadas para ejercer la creatividad…resuenan ciertos aires de familia, aunque sean fugaces, con el Único y su propiedad de Max Stirner,
El derecho a la pereza de Paul Lafargue, o El miedo a la libertad de Erich Fromm, ya que se ve la apuesta firme por el respeto al individuo, a la libertad de elegir más allá de las imposiciones sociales – aun con el riesgo que ello supone en cuanto a la posible marginación y otros problemas a ella unidos- . Mostrando a través de un ejemplo, Giorgio Agamben señala una característica presente en las historias de Walser: « de la misma pasta están hechos los “asistentes” de Walser , irreparable y tercamente ocupados en colaborar en una obra del todo superflua, por no decir incalificable. Si estudian – y parecen estudiar duro- es sólo para volverse un completo cero a la izquierda. ¿ Por qué deberían ayudar a aquello que el mundo considera serio, visto que, en realidad, no es más que locura? Prefieren pasear. Y si, caminando, encuentran un perro u otro ser viviente , le susurran: “ No tengo nada que darte, querido animal; te daría con gusto algo, si lo tuviera”. Y, al final, se echan en un prado para llorar amargamente su “estúpida existencia de imberbes” » ( Profanaciones, Anagrama, 2005; pp. 40-41). Junto a los aires apuntados, no se han de forzar mucho las cosas para hallarse frente a la defensa de la autonomía individual frente a la heteronomía que conduce a estar siempre atento para escuchar las órdenes, y…claro, está, someterse a ellas.
La filosofía de Simon Tanner es la de un joven que, rondando los viente años, reivindica su juventud y no está dispuesto a pudrirse en una despacho , y decide ir de pueblo en pueblo experimentando sensaciones disfrutando de la naturaleza que cambia en cada estación; el joven busca el reconocimiento, y busca su lugar en la cambiante sociedad. Opta, no obstante, por la marginalidad. Su mirada del mundo y de los demás está teñida de filantropía, mientras la valoración que de sí mismo tiene se balancea entre considerarse bastante, muy, inteligente y un cierta minusvaloración de sí mismo a modo de concesión para facilitar el dificultoso trato con los demás. Tal tipo de vida le arrastra, cíclicamente , a rozar los hondos bordes de la pobreza y a buscar trabajo, que al poco, cuando ya ha conseguido suficiente dinero abandonará con absoluta soltura. Ahí su postura coincide con el espíritu del poverello de Asís, cuando decía que yo necesito poco y de ese poco necesito muy poco.
La historia casa con el ambiente romántico de la época , y la prosa se acopla a la naturaleza descrita, del mismo modo que sus relaciones se moverán por la ternura hacia sus hermanos, en especial hacia su hermana , maestra con quien vive una temporada colaborando en las tareas de la casa y mostrando una sintonía que va más allá de las meras relaciones de hermandad, para desplegarse hacia una profunda amistad, basada en una comunión de ideales…cosa que le sucede igualmente con su hermano, el pintor. Una postura de aceptación de la vida y de una primorosa educación en el trato, que se cruza con un cierto espíritu de sumisión…Todas las peripecias son narradas sin tendencias valorativas, y tras todos los trabajos, mudanzas y paseos , el hombre finaliza de copista, curiosa coincidencia con la tarea del personaje melvilliano antes nombrado.
En la lectura cobran especial relevancia las reflexiones del protagonista y los diálogos con sus hermanos, muy en especial con su preferida hermana. Un hilo fatalista recorre su pensamiento, mas no tomado con desesperación sino con cierto espíritu lúcido y lúdico, lo cual no ha de tomarse como cándido, ya que el protagonista – y el escritor, por supuesto- es consciente de los males de este mundo, aun admitiéndolos como algo inevitable, al depender del destino; se da en su visión del mundo un cruce entre felicidad y desgracia, que no son comprensibles la una sin la otra ya que están indisolublemente unidas como las dos caras de la misma moneda; y si el otro escribía que el mayor delito del hombre es haber nacido, Walser festeja la vida aun con sus lados negativos y desgraciados. Sus enfados no revisten odio ni resentimiento alguno, su pobreza es admitida con orgullosa dignidad, y – en esa vena masoquista que he mencionado ya – una llamativa tendencia a la sumisión y hasta el gozo de ser castigado ( en especial si la bofetada viene de la mano de una mujer)…Todo ello queda englobado en una voluntad de alcanzar la libertad y la felicidad.
No se puede obviar el carácter seductor del protagonista que con su hábil, y contradictorio, discurso lleva a convencer a sus posibles empleadores convirtiendo el argumento más débil en el más fuerte, y rindiendo de sobra con las tareas que se le encomiendan…Este carácter que indico que en principio puede hacer que sus interlocutores le tomen como un vago, un ser un tanto marciano, es perdonado por el aura de bondad y la capacidad argumentativa que desprende el joven.
Walser en el encadenamiento de las diversas andanzas y relaciones logra, a mi modo de ver, provocar el placer de la lectura – del que hablase Roland Barthes-, por medio de los finos análisis psicológicos presentados, los inteligentes diálogos y las descripciones de la naturaleza y de los más pequeños objetos, seres y situaciones, con verdadero mimo. Dicho esto, podría añadirse que la lectura se desarrolla en un continuum que a veces deja sin respiro al lector, al menos al que yo soy, si bien esto no sé si se puede considerar como un defecto o como una virtud, por el poder hipnótico que ejerce. El lector de la editorial en la que se publicó, juzgaba que debía recortarse…Walser se negó en redondo y solamente admitió que se hicieran ciertas correcciones de puntuación o similares. Más adelante, de todos, modos él mismo admitía que al libro se le podían quitar una sesentena de páginas sin que el libro se resintiese, sino que tal vez al contrario, resultase más logrado como novela. Sea dicho al pasar, que el libro se escribió en dos o tres semanas de una tirada y sin corregir ( solo fueron halladas un par de faltas o tres), cosa habitual en el escritor suizo.
«Este hombre hablará así mientras viva y sus libros serán un extraño y fascinante espejo de la vida»
( Bruno Cassirer )
« Si poetas como Walser perteneciesen a las clases dirigentes, no habría guerra. Si tuviese cien mil lectores, el mundo sería mejor. »
( Hermann Hesse )
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