Cinco fueron las novelas que Patricia Highsmith escribió utilizando al personaje de Ripley, posiblemente el que le proporcionó más fama en toda su carrera literaria y cuyas historias han sido adaptadas con mayor frecuencia en el cine. Resulta obvio que Patricia Highsmith se sentía muy cómoda creando tramas alrededor de este personaje, y no por falta de imaginación o recursos, sino simplemente porque disfrutaba escribiendo sobre él. En una ocasión esta autora dijo que los temas no pueden buscarse o forzarse, sino que simplemente aparecen. Y a menos que un escritor esté en peligro de repetirse, aseguraba, sus temas debían aprovecharse al máximo, porque un escritor siempre escribiría mejor utilizando aquello que, por alguna extraña razón, le es innato.
Al principio de esta novela, la tercera de la serie, se nos presenta a Tom Ripley como un hombre rico que vive en bella mansión francesa junto con su esposa, cuyos padres le han proporcionado una vida lo suficientemente cómoda y asegurada, pues no les faltan recursos económicos. También sabemos que Tom no es ni ha sido nunca del agrado de sus suegros, pero este detalle no solo no le preocupa sino que, además, procura inculcar en su esposa ideología izquierdista con el único propósito de mortificar a su familia política.
Realmente, a lo sumo, Ripley es un izquierdista de salón, pues pasa sus días viviendo lujosamente en su mansión, con personal de servicio y sin mayores preocupaciones que trapichear en unos cuantos negocios lucrativos. Pero un día su vida cómoda se ve turbada por la visita de un viejo conocido, un amigo norteamericano que responde al nombre de Reeves Minot y que le propone un negocio bastante turbio: se trata de cometer un par de asesinatos, dos tipos pertenecientes a la mafia italiana, que está perjudicando sus negocios en Alemania, a cambio de una importante cantidad de dinero. Sin embargo, pese a que la cantidad es tentadora, Ripley rechaza la proposición, entre otras cosas porque teme que, en caso de aceptar, su nombre se vería inmediatamente relacionado con el de Minot. Así pues, su amigo americano regresa a Hamburgo, pero no sin insistirle a Ripley que medite en el asunto.
Realmente, a lo sumo, Ripley es un izquierdista de salón, pues pasa sus días viviendo lujosamente en su mansión, con personal de servicio y sin mayores preocupaciones que trapichear en unos cuantos negocios lucrativos. Pero un día su vida cómoda se ve turbada por la visita de un viejo conocido, un amigo norteamericano que responde al nombre de Reeves Minot y que le propone un negocio bastante turbio: se trata de cometer un par de asesinatos, dos tipos pertenecientes a la mafia italiana, que está perjudicando sus negocios en Alemania, a cambio de una importante cantidad de dinero. Sin embargo, pese a que la cantidad es tentadora, Ripley rechaza la proposición, entre otras cosas porque teme que, en caso de aceptar, su nombre se vería inmediatamente relacionado con el de Minot. Así pues, su amigo americano regresa a Hamburgo, pero no sin insistirle a Ripley que medite en el asunto.
Pese a que la idea no le agrada, Tom Ripley tiene un peculiar sentido de la moralidad que le hace dar vueltas al asunto. Él odia a la mafia, y piensa que acabar con dos mafiosos puede ser considerado como un acto de justicia, pero al no querer involucrarse directamente, piensa en una tercera persona para cometer el crimen. De ese modo, recuerda que hace no mucho tiempo asistió a una fiesta en donde tuvo ocasión de hablar con Jonathan Trevanny, un modesto empresario que se dedica a enmarcar cuadros y que no tuvo el menor reparo en mostrar abiertamente su animosidad contra Ripley y su mala reputación, tratándolo de un modo bastante hosco.
En un momento de la fiesta alguien le comenta a Tom que Jonathan padece de leucemia, y tal vez como una forma de desquitarse por su descortesía, Ripley decide involucrar al señor Trevanny en el negocio de Minot por lo que le sugiere que convenza a Trevanny para realizar los crímenes. La trama que urde para que éste acepte es verdaderamente maquiavélica: expande el rumor de que, debido a su enfermedad, a Trevanny sólo le quedan dos meses de vida y convence a Reeves Minot para que falsifique informes médicos que corroboren esta tesis. Lo que Minot le viene a decir a Trevanny, tras hacerle pasar por varias pruebas médicas en Holanda y Alemania, financiadas por el propio Minot, es que acepte cometer esos crímenes a cambio del dinero para así garantizar que, tras su muerte, dispondrá de dinero en una cuenta de Suiza y podrá garantizar que su familia no se quedará sumida en la pobreza, pues su modesto negocio es lo único que les sustenta. Ante esta situación, temeroso por el futuro de su mujer y de su hijo pequeño, Trevanny acepta llevar a cabo los crímenes mientras Ripley queda al otro lado, viendo con absoluto cinismo cómo se va desarrollando el juego que él mismo ha urdido.
En un momento de la fiesta alguien le comenta a Tom que Jonathan padece de leucemia, y tal vez como una forma de desquitarse por su descortesía, Ripley decide involucrar al señor Trevanny en el negocio de Minot por lo que le sugiere que convenza a Trevanny para realizar los crímenes. La trama que urde para que éste acepte es verdaderamente maquiavélica: expande el rumor de que, debido a su enfermedad, a Trevanny sólo le quedan dos meses de vida y convence a Reeves Minot para que falsifique informes médicos que corroboren esta tesis. Lo que Minot le viene a decir a Trevanny, tras hacerle pasar por varias pruebas médicas en Holanda y Alemania, financiadas por el propio Minot, es que acepte cometer esos crímenes a cambio del dinero para así garantizar que, tras su muerte, dispondrá de dinero en una cuenta de Suiza y podrá garantizar que su familia no se quedará sumida en la pobreza, pues su modesto negocio es lo único que les sustenta. Ante esta situación, temeroso por el futuro de su mujer y de su hijo pequeño, Trevanny acepta llevar a cabo los crímenes mientras Ripley queda al otro lado, viendo con absoluto cinismo cómo se va desarrollando el juego que él mismo ha urdido.
Este es el punto de arranque de una novela negra peculiarísima, en donde, como en otras narraciones de Highsmith, la ambigüedad moral forma parte del leitmotiv de la trama, pero, en este caso vemos como un hombre completamente alejado y ajeno al mundo del crimen es inducido no solo a cometer dos crímenes, sino a ocultar la terrible verdad a su familia mintiendo y llevando una doble vida. A lo largo de la narración, como cabe esperar, se producen varios giros que complican cada vez más el embrollo creado por Ripley como un mero juego o diversión. Irónicamente, hay un momento en el que el peculiar sentido moral de Ripley que mencionaba al principio le fuerza a involucrarse activamente en el asunto y decide ayudar a Trevanny, por quien acaba sintiendo lástima.
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