13.10.20

Pedro Casariego ""Poemas encadenados" (1977-1987)

“Nuestras propias palabras / nos impiden hablar. / Parecía imposible. / Nuestras propias palabras”. Citados, copiados y retocados, estos cuatro versos se han convertido en un emblema de la poesía española de los últimos años. Lo mismo que su autor, Pedro Casariego Córdoba, que nació en 1955 y se suicidó 37 años después tirándose a la vía de tren. Dos días antes -el 6 de enero de 1993- escribió su último texto, un cuento ilustrado por él mismo como regalo para su hija Julieta. Casariego, que muchas veces firmaba PeCasCor, escribió entre 1977 y 1987 -luego se dedicó a la pintura- seis poemarios “encadenados” argumentalmente y medio centenar de poemas en los que brilla particularmente su nada convencional visión del amor y de un mundo al que no se adapta.

No es que Pedro Casariego Córdoba fuera poeta sino que vivía poéticamente. Ponía a trabajar sus «obreros azules» a diario en la escritura o la pintura, «todas sus células y cartílagos» dispuestos a expresar su adentro, hasta en la forma en que se mostraba al mundo, con el color que le vestía o la forma en que caminaba. Mañana habría cumplido 65 años y la legión de seguidores que celebra a quien firmaba como Pe Cas Cor lo está festejando desde el 1 de enero de este año extraño, cuando su familia y amigos pusieron en marcha un proyecto en redes para dar a conocer su obra.

Es lo que, desde hace décadas, se conoce Pe Cas Cor Sociedad Imaginada. El día de su boda con Ana Ruiz de la Prada, en 1989, su cuñada, la novelista Berta Vias Mahou, le regaló una colección de cajas con tubos enormes de pintura acrílica. Dos años después nacía el club, y otros dos años después el poeta se suicidó. Aunque la reconoce, no es ésta la única razón de la fascinación que ejerce aún ahora este artista, según su hermano Antón. «Pedro fascina por su obra y también como personaje», relata a modo de celebración de cumpleaños. «Desde luego está el suicidio, pero hay detrás una personalidad enigmática y atractiva, poderosa, propia de alguien con ideas inusuales y muy firmes, que mantuvo a lo largo de su vida con brutal consecuencia».

La Sociedad Imaginada comenzó a llenar Twitter, Facebook e Instagram de versos, recortes y cuadros -«mezclando lo trágico y lo humorístico», desliza Antón, que ejerce de portavoz- y la editorial Seix Barral decidió reeditar Poemas encadenados, «una pieza fundamental de su catálogo desde 2003», en palabras de Elena Ramírez, su editora. «Hemos querido celebrar el 65 aniversario de Pedro, algo que solemos hacer para acercar las obras de grandes autores a nuevos lectores. Cambiamos el diseño, lo enriquecemos con grandes colaboraciones, y en este caso incluyendo seis poemas inéditos», cuenta.

Cada uno de esos volúmenes, que incluyen seis libros (La canción de Van Horne, La risa de dios, Maquillaje, La voz de Mallick, El hidroavión de K y Dra), será apadrinado por un autor distinto, entre ellos Vila-Matas, Gamoneda, Ray Loriga, y también la editora Belén Bermejo, recientemente fallecida y que, en su biografía de Twitter, decía estar siempre con un libro de Pe Cas Cor entre las manos. Porque salía de casa siempre con ellos. Quizá por eso esta reedición estará dedicada a Bermejo in memoriam.

No es la única apasionada. Cuenta Antón que, desde el principio, «siguieron el proyecto viejos conocidos, Espido Freire, Esther Cabrales, Marta Sanz, U-minúscula... Y Belén, muy especialmente, nos ayudó en la difusión. En contra de la mala fama de las redes, ganada a pulso en los fangales de la política, nosotros hemos encontrado gente muy generosa y entusiasta», relata.

Con «fragmentos, como chispazos en los que quedaran patentes la ironía, el dolor y su virtuosismo con el lenguaje, lo que queríamos era acceder a un público desconocido, ir más allá del número de seguidores fieles que Pedro ha tenido tradicionalmente. Y se está consiguiendo».

Por ejemplo, a través de las redes la familia de Pedro se ha enterado de que el poeta «aparece en una tarjeta del Trivial Pursuit», y también de que algunos de sus textos formaban parte de concursos en Twitter. Vieron de pronto que «surgían comentarios en árabe y, al volcarlos en un traductor on line, comprobaron que se habían traducido a este idioma algunos de sus poemas». Recibieron fotos de dedicatorias de Pedro en libros de segunda mano, y se vieron obligados a añadir la palabra «oficial» en sus cuentas, pues había muchas otras creadas por seguidores.

Pedro tenía también manías que, como dice Antón, «dan color al retrato, como su identificación con el color azul, que llevaba siempre en su ropa y que él asociaba a la pureza, del mismo modo que lo hacen aquellos nuevos seguidores árabes y musulmanes a los que antes me refería. Al no haber sido un personaje público en vida, se conservan pocas fotografías en las que aparece, hechas en general con mayor intención que la puramente periodística, por lo que la imagen que transmite es todo menos anodina».

Pero lo importante es la obra, y lo que la Sociedad Imaginada quiere resaltar: «Su capacidad para crear en el campo literario y pictórico en un espacio de tiempo breve». Intelectual finísimo, Pedro escribía potente, era original y sus registros muchos, pues llegó incluso a escribir cuentos infantiles, como Pernambuco, el elefante blanco, escrito la noche antes de suicidarse como legado para su hija Julieta.

Mañana, además de su cumpleaños, familia y amigos celebran la reedición, pues significa que «la obra de Pedro sigue viva, interesando a lectores y editores casi 30 años después de su muerte, y puesta al día por una editorial de prestigio que hará que crezca el interés». Seis libros de poemas encadenados en los que «cada uno enlaza con el anterior hasta formar un todo unido por un argumento y por un mismo aliento épico y lírico».

Un conductor despistado

El poeta y pintor Pedro Casariego Córdoba (Madrid, 1955-1993) otorgaba al color azul la propiedad mágica de retener la pureza, y el tono de azul que prefería era el azul de cuatricomía. No es el único escritor en la familia, pues lo son también los hermanos Martín y Nicolás, a los que solía llevar al colegio en "un destartalado Simca 1200". Adoraba su coche de segunda mano y creía conducir muy bien, pero "a menudo se comía el mismo bordillo en la misma esquina, y no pocas veces golpeaba el mismo árbol de la misma acera, que ya tenía sus marcas", cuenta la familia.





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