8.5.14

Mario Vargas Llosa "La verdad de las mentiras" 1990

Bajo este mismo título reunió Vargas Llosa, en 1990, una serie de ensayos, prólogos en origen, publicado por Seix Barral. Para deshacer cualquier equívoco, el novelista hispano-peruano confiesa que *la primera edición de este libro contenía 26 ensayos. ésta tiene 36, y, además, los de la edición original han sido revisados y algunos enmendados. Como colofón, he añadido un texto sobre la siempre debatida relación de la literatura con la vida de los lectores.
No es la primera vez que este brillante novelista ejerce de crítico. Su libro más destacado, al respecto, sigue siendo  García Márquez. Historia de un deicidio (1971), el ensayo más brillante sobre la obra del maestro colombiano.

Ejerció el ensayo crítico sobre su propia obra en Historia secreta de una novela (1972) y reivindicó la figura de Joanot Martorell en El combate imaginario (1973). Pero, en 1975, consiguió en La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975) uno de los más penetrantes análisis de esta obra maestra del XIX, que mereció incluso los elogios, nada fáciles, de la crítica francesa. En 1996 publicó La utopía arcaica y las ficciones del indigenismo (sobre Arguedas) y al año siguiente Carta a un joven novelista.

En *La verdad de las mentiras*, que sirve de nuevo de prólogo y da título al libro, advertiremos su pasión por la novela, el género decimonónico por excelencia, pero también el dominante en el siglo XX. Los ensayos aquí reunidos tienen una extensión equiparable y fueron escritos, los de la primera edición, entre 1987 y 1988. En su mayor parte son posteriores al 2000: El corazón de las tinieblas, de J. Conrad; Nadja, de Breton; La condición humana, de Malraux; Siete cuentos góticos, de Dinesen; La granja de los animales, de Orwell; El reino de este mundo, de Carpentier; El viejo y el mar, de Hemingway, y Sostiene Pereira, de Tabucchi.

Las novelas elegidas van de 1902 a 1994. La selección responde al gusto del autor y puede parecer arbitraria. No deja de ser curioso, por ejemplo, que aparezca analizada una sola novela latinoamericana, y ¡ninguna española!: Valle Inclán es mencionado de paso, pero ni Baroja ni Sender, Max Aub o Juan Goytisolo han merecido su atención. La selección no es objetable, porque los argumentos críticos resultan sugestivos e iluminan la concepción que posee el autor sobre el género narrativo. 

Si tuviéramos que elegir (que no es el caso) nos decantaríamos por el primero de la serie, dedicado a El corazón de las tinieblas, porque en él, a través de la desmitificación del rey Leopoldo II, advierte que se trata de *una dura crítica a la ineptitud de la civilización occidental para trascender la naturaleza humana, cruel e incivil, tal como ella se manifiesta en esos blancos que la Compañía tiene en el corazón de áfrica...*.

No existe una única forma de aproximación al texto. En ocasiones utiliza algún elemento biográfico del autor; en otras, su lenguaje, sus repercusiones, como en el dedicado a Doris Lessing o el atractivo personaje que supone Malraux. Esta forma abierta, tan personal, de acercarse a la novela, *un nuevo New Criticism*, le permite destriparla como un excelente cirujano que ilumina aspectos significativos, aunque desconozcamos los motivos hasta después de su disección.

Se trata de ensayos escritos con pasión, como si estos novelistas del siglo XX formaran parte de un Congreso en el que el tema fuera cómo escribir excelentes novelas. Su ensayo sobre Santuario, por ejemplo, viene a mostrarnos cómo puede conseguirse una gran novela partiendo de elementos prácticamente de desecho. También podemos descubrir entre estas páginas el diagnóstico intelectual de nuestro tiempo, el compromiso de un autor que nunca ha renunciado a expresarlo con libertad.

Porque tras cada novela se encuentra el lector-autor. Barthes, Foucault, Derrida destruyeron viejas ideas. Pero en Vargas Llosa se halla siempre su atracción por la novela próxima a la épica, desde La condición humana a Sostiene Pereira, de compromiso aparentemente político, aunque lo que se esté buscando sean las raíces de nuestra condición. El lenguaje constituye el núcleo fundamental del relato. Es lo que salvará también a Hemingway, quien es el único autor que goza del favor de merecer el análisis de dos de sus obras.

En su pasión por la novela, el autor confunde, en ocasiones, el género con la literatura. Y en el ensayo que sirve de colofón lanza un encendido manifiesto en favor de la literatura: *Si queremos evitar que con la literatura desaparezca [...] esa fuente motivadora de la imaginación que [...] nos hace más libres y de vidas más ricas e intensas, hay que actuar*. Mario Vargas Llosa da ejemplo con esta bella muestra de ensayismo literario y mucho más.

La vida es una y tiene límites. La lectura de novelas los revienta y lo que era una se convierte en mil, infinitas. Ése es el mayor poder de la literatura y este libro nos hace participar de él. Lolita, Muerte en Venecia, El extranjero, Manhattan Transfer, Trópico de Cáncer y El tambor de hojalata son sólo algunas de las obras del siglo XX de las que nos habla Mario Vargas Llosa en estas páginas. Revela con sus palabras la íntima relación de su lectura con las posibilidades de ampliar nuestra experiencia vital.

A estos ensayos se añade un prólogo --con reflexiones lúcidas y apasionadas sobre el sentido de la ficción-- y un epílogo. Este espléndido cierre resulta una incitación y una seducción hacia el placer de leer, además de una inmersión en las opiniones del autor, uno de los escritores más geniales de nuestro tiempo, sobre la función de la literatura y el presente y el futuro del libro.



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