El caso de Stieg Larsson, fallecido sin haber visto el enorme éxito de sus novelas, está en boca de todos. Pero, desgraciadamente, no ha sido el primero ni será el último. Es un hecho bastante frecuente. Un escritor trata de publicar su obra y no logra la menor atención por parte de las editoriales pero, tras su muerte, éstas cambian de opinión y las sacan al mercado obteniendo un éxito extraordinario.
Es lo que le sucedió a John Kennedy Toole (Nueva Orleáns, 1937-1969), con el agravante de que éste acabó suicidándose. En efecto, Toole paseó su manuscrito por distintas editoriales sin el menor éxito. Tras su muerte, un buen día, su madre encontró la obra y se empeñó en publicarla.
Contactó con el también escritor Walker Percy, quién, tras su escepticismo inicial, la leyó asombrado. La novela se publicó y no sólo fue un gran éxito editorial, sino que además recibió el Premio Pulitzer en 1981.
Contactó con el también escritor Walker Percy, quién, tras su escepticismo inicial, la leyó asombrado. La novela se publicó y no sólo fue un gran éxito editorial, sino que además recibió el Premio Pulitzer en 1981.
La obra se llamaba ‘La conjura de los necios’ y desarrolla la máxima de Jonathan Swift que dice que, cuando nace un genio, será reconocido porque todos los necios se conjurarán contra él.
Cuenta la vida de Ignatius J. Reilly, personaje singular donde los haya. Reilly es un hombre anacrónico y, por tanto, inadaptado al mundo. Sueña con que en él sea restaurado el modo de vida de la Edad Media, con su moral caballeresca.
Para plasmar sus ideas, escribe cientos de cuadernos con la esperanza de que un día sean publicados. Pero la necesidad de dinero para pagar una deuda lo aboca al mundo real. Él, que lo considera una forma moderna de esclavitud, tendrá que trabajar.
Para plasmar sus ideas, escribe cientos de cuadernos con la esperanza de que un día sean publicados. Pero la necesidad de dinero para pagar una deuda lo aboca al mundo real. Él, que lo considera una forma moderna de esclavitud, tendrá que trabajar.
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