El planeta Arrakis (Dune) es un desierto inhóspito en el que las formas de vida existentes parecen algo ajeno, impuesto desde fuera. Su existencia permanecería desapercibida para el Imperio si no fuese porque precisamente allí se encuentra el único origen conocido de la Especia, la “melange”, una sustancia geriátrica y adictiva que aumenta las capacidades cognoscitivas y alarga la vida.
De valor incalculable, se haya en el desierto, en mayor cantidad en el profundo, y en el comienzo de la novela se desconoce cómo se origina. Todo el Imperio depende de la especia, ya que es la única sustancia conocida que permite los viajes interestelares.
En un mundo en el que los ordenadores pensantes están prohibidos, únicamente la carne del ser humano puede, gracias a la especia, lograr encontrar una ruta segura a través de los pliegues del espacio-tiempo. Todos los viajes dependen del buen fluir de la especia, así que el propio Imperio se dedica a administrar el planeta Arrakis, a través de un feudo, una concesión de explotación que se hace a una casa en concreto y que se renueva por un tiempo finito.
En un mundo en el que los ordenadores pensantes están prohibidos, únicamente la carne del ser humano puede, gracias a la especia, lograr encontrar una ruta segura a través de los pliegues del espacio-tiempo. Todos los viajes dependen del buen fluir de la especia, así que el propio Imperio se dedica a administrar el planeta Arrakis, a través de un feudo, una concesión de explotación que se hace a una casa en concreto y que se renueva por un tiempo finito.
Precisamente los Atreides se dirigen a tomar posesión de su nueva concesión y a relevar a los Harkonnen, los anteriores depositarios del feudo de Arrakis. Estas dos casas, enemigas irreconciliables desde hace siglos, mantienen una lucha soterrada de poder llena de engaños, fintas en las fintas de las fintas e intentos de aniquilación constantes. Es de suponer que la toma de posesión de Arrakis no será un cuento de hadas.
Si bien distintas casas imperiales han pasado por el planeta desértico con el fin de explotarlo, existe un pueblo que se ha adaptado totalmente a la vida en Arrakis tras siglos de permanente residencia, los Fremen, que no ve con buenos ojos esta invasión perpetua de visitantes de otros mundos. Antiguamente esclavos y renegados del Imperio, los Fremen mantienen su propio orden social y su propia economía, ajena a los derroches y lujos de la sociedad de castas mantenida por Shaddam IV.
Con una vida basada en la escasez de agua y en una dura vida en condiciones extremas, son oprimidos por cada casa del Lansraad que explota Arrakis, quienes tan sólo les consideran como mano de obra barata, y a menudo sirviente. Asesinados sin piedad cuando no obedecen al vasallaje impuesto por el Emperador, viven en su mayoría alejados por completo de las ciudades construidas por los invasores, en el desierto, en comunidades más o menos numerosas, sujetos a sus propias leyes.
Con una vida basada en la escasez de agua y en una dura vida en condiciones extremas, son oprimidos por cada casa del Lansraad que explota Arrakis, quienes tan sólo les consideran como mano de obra barata, y a menudo sirviente. Asesinados sin piedad cuando no obedecen al vasallaje impuesto por el Emperador, viven en su mayoría alejados por completo de las ciudades construidas por los invasores, en el desierto, en comunidades más o menos numerosas, sujetos a sus propias leyes.
“Dune” puede disfrutarse a varios niveles, como toda obra que haya pasado la prueba del tiempo y la maravilla de millones de lectores en todo el mundo. Una saga, un mundo, no perviven durante décadas en la imaginación lectora sin méritos, hace ya más de 45 años que Frank Herbert publicó su novela y aún hoy gana adeptos.
Como novela de aventuras es inmejorable: un escenario exótico, duro, de costumbres muy alejadas a las nuestras, impuestas por la necesidad, un choque de culturas muy distintas pero ambas feroces, personajes carismáticos y profundos, enteramente humanos, diálogos afilados como cuchillas, pero por encima de todo, rebosa credibilidad y se incrusta en la mente del lector de forma indeleble.
Como novela de aventuras es inmejorable: un escenario exótico, duro, de costumbres muy alejadas a las nuestras, impuestas por la necesidad, un choque de culturas muy distintas pero ambas feroces, personajes carismáticos y profundos, enteramente humanos, diálogos afilados como cuchillas, pero por encima de todo, rebosa credibilidad y se incrusta en la mente del lector de forma indeleble.
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