No busquen en 'El libro de los Baltimore' la continuación de un fenómeno como 'La verdad sobre el caso Harry Quebert'. Intenten leer la última novela de Joël Dicker (Ginebra, 1985) sin más pretensión; les sorprenderá. Sí, es cierto, el protagonista es el mismo, el mismo Marcus Goldman aprendiz de escritor y detective ocasional, amistad obliga.
Y también lo son los escenarios de la Costa Este de los Estados Unidos; y el estilo, las maneras, estructura, tensión, ritmo y la construcción de los personajes. Pero 'El libro de los Baltimore' pertenece al mismo género, no es un 'thriller' como el anterior éxito del autor suizo: mismo sujeto, diferente estilo
Tampoco es la primera vez que un autor, a lo largo de su producción escrita, emplea al mismo personaje para protagonizar libros diversos. Tenemos a Lije Baley en los libros de Asimov; o a Nathan Zuckerman, presente en buena parte de la obra de Philip Roth.
Al margen de este fetichismo, nuestra novela es la crónica, ascensión y caída de una familia, y por el método, argumento y entorno, las referencias conceptuales que intuimos son claras: primero, a 'La pastoral americana' (Roth, de nuevo), así como a 'Los Buddenbrooks' de Thomas Mann. Aunque el libro de Dicker mantiene grandes distancias con estos dos clásicos, tantas como afinidades. Roth, Mann, gran selección.
Al margen de este fetichismo, nuestra novela es la crónica, ascensión y caída de una familia, y por el método, argumento y entorno, las referencias conceptuales que intuimos son claras: primero, a 'La pastoral americana' (Roth, de nuevo), así como a 'Los Buddenbrooks' de Thomas Mann. Aunque el libro de Dicker mantiene grandes distancias con estos dos clásicos, tantas como afinidades. Roth, Mann, gran selección.
'El libro de los Baltimore' no es un relato detectivesco. Reconocemos su estilo en los interminables saltos en el tiempo, además de esa necesidad de explicar el oficio de narrador (todo el libro es un 'como escribir una novela', o dos) mientras asistimos cómo, a fuerza de inciertas decisiones, se desmiembra un clan familiar. Y el mismo Marcus Goldman que investigaba la muerte de una chica en 'La verdad sobre el caso Harry Quebert' aquí rememora la vida de sus abuelos, padres, tíos y primos mientras deshoja la margarita. Deberíamos leer 'El libro de los Baltimore' como quien contempla un óleo de Eward Hopper y su trazo elegante: palpen la soledad y olviden a Harry Quebert.
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