24.6.15

Gabriel García Márquez "Memoria de mis putas tristes" (2004)

Memoria de mis putas tristes no se aparta ni de los escenarios ni siquiera de la extensión equivalente a El coronel no tiene quien le escriba, otra de sus obras maestras. Ahora la narración se nos ofrece desde la pespectiva de un hombre de noventa años que pretende celebrar su cumpleaños con una nueva experiencia amorosa: “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen”. Sabemos cuán trascendental resulta para el Nobel colombiano la frase inicial de su novela. Y, de hecho, esta misma resume perfectamente el objetivo del relato.
Sin embargo, el lector interesado no debe pasar por alto la cita inicial del también Nobel japonés de 1968, Yasunari Kawabata (1899-1972) con la que se abre el libro. No es la primera vez que García Márquez alude a aquella inolvidable novela, "La casa de las bellas durmientes". publicada en 1961. 

El escritor colombiano muestra, desde el inicio, una de sus fuentes de inspiración. Sin embargo, las diferencias entre ambas novelas resultan esenciales. En la japonesa, los ricos ancianos que duermen junto a las adolescentes por una noche no pueden tocarlas, dado el rígido reglamento que rige la casa. La contemplación es pasiva y se aleja de cualquier pasión, salvo la reflexión sobre la vejez y la admiración de la belleza de los jóvenes cuerpos. Resulta más próxima al budismo que a la exaltación romántica, caribeña, apasionada.

No cabe duda de que Memoria de mis putas tristes es también una reflexión sobre la vejez, pero el relato se inscribe en el apasionante mundo del narrador. Aunque nunca se menciona, el escenario en el que se desarrolla la novela deducimos que es la ciudad de Barranquilla, en el estuario del río Magdalena, población próxima a Cartagena de Indias, donde el autor realizó sus primeros escarceos periodísticos, donde alternó con algunos de sus amigos más fieles; uno de ellos mencionado en el texto y descubrió la literatura contemporánea. 

Tampoco precisa el tiempo en el que se desarrolla el relato, aunque bien pudiera ser a comienzos de los años cincuenta. En la página 41 el autor narra sus cuarenta años y la novela finaliza cuando acaba de cumplir los noventa y uno. Sabemos también que el primer lance de amor del narrador en primera persona con una prostituta se produjo poco antes de los doce y en su característico afán de precisión, la muchacha que descubre, a la que llamará Delgadina, nombre que procede del romance tradicional de origen español trasplantado a las nuevas tierras, cumple sus quince años el día quince de diciembre. 

Al conocedor de la obra de García Márquez tampoco le resultarán ajenas algunas de sus precisiones históricas: “Había sido un niño consentido con una mamá de dones múltiples, aniquilada por la tisis a los cincuenta años, y con un papá formalista al que nunca se le conoció un error, y amaneció muerto en su cama de viudo el día en que se firmó el tratado de Neerlandia, que puso término a la guerra de los Mil Días y a las tantas guerras civiles del siglo anterior”. Este narrador que se autocalifica, de forma casi valleinclanesca, como “feo, tímido y anacrónico”, vive en una amplia casa colonial heredada de sus padres, de la que ha ido vendiendo casi todo, salvo la biblioteca, y asegura con orgullo que “nunca me he acostado con ninguna mujer sin pagarle y a las pocas que no eran del oficio las convencí por la razón o por la fuerza de que recibieran la plata aunque fuera para botarla a la basura”. Anotará en una libreta tales experiencias hasta superar las quinientas y abandonar la desbordante tarea.

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