Hay novelas que parecen haber sido escritas exclusivamente para paladares exquisitos. Cuando el buen y arriesgado lector se enfrenta a una novela con un título como En nadar-dos-pájaros (1939) sabe que abre una puerta que solo puede depararle sorpresas; en este caso, gratas sorpresas. Su título en inglés «At swim-two-birds«, significa lo mismo que en español: absolutamente nada. Es la imaginación de Flann O’Brien (1911-1966) la que opera el milagro de presentar una novela que en apariencia no tiene ni pies ni cabeza con el extraño resultado de una obra maestra, en la que la coherencia interna es parte fundamental de su talento.
Se habla de la innegable influencia de Laurence Sterne y James Joyce en este libro, pero no podemos olvidar que la historia no cesa de hacer guiños a las mejores páginas de Lewis Carroll. Con estos tres precedentes, solo podemos descubrir, nada más abrir las páginas, una novela múltiple, estrafalaria, absolutamente moderna, sorprendente y arrolladora. No da un momento de respiro y, sin embargo, no cuenta nada, o no al menos como estamos acostumbrados a leer en las novelas normales. Hay un aliento de imaginación, un poder de la fantasía de tal envergadura, que el lector no deja de encontrar una y mil razones para seguir leyendo sin parar este laberinto de tramas y argumentos, este colosal lío nada confuso de personajes que se desdoblan, que saltan de la ficción a la realidad sin que aparezca en ningún momento el capricho del autor, como si fuera natural que los personajes pudieran escribirse a sí mismos.
La influencia de Joyce tal vez se encuentre más claramente en el modo de abordar la novela: si el Ulises es una novela de novelas, En nadar-dos -pájaros son tres novelas, que a la vez se van ramificando y que, llegado un momento, van intercambiando no solo personajes entre ellas, sino que los que presuntamente escriben la historia pasan a ser escritos y los personajes de las novelas pasan a escribir las historias, incluso a juzgar a sus creadores muy severamente.
Y en esta ceremonia de la confusión, presidiéndolo todo, aparece el sentido del humor, muy irlandés, y esa epifanía de los cuentos de Joyce, en los que los personajes van descubriéndose a sí mismos, y con ellos la propia historia, que se desarrolla ante los ojos del lector como un torrente inagotable. No creo que se pueda dudar de la maestría de esta obra, pero sin duda nadie podrá negar su dificultad de composición, una composición que, aunque es calidoscópica, no pierde en ningún momento su ritmo y su estructura, una estructura mucho más cerrada de lo que puede parecer a simple vista.
En nadar-dos-pájaros ha tenido encomiados elogios en autores de gran prestigio, pero, como introducción a su trama, me parece ejemplar estas palabras de Jorge Luis Borges, acertadas en su concisión: «He enumerado muchos laberintos verbales: ninguno tan complejo como la novísima obra de Flann O’Brien: At Swim-two-birds. Un estudiante de Dublín escribe una novela sobre un tabernero de Dublín que escribe una novela sobre los parroquianos de su taberna (entre quienes está el estudiante), que a su vez escriben novelas donde figuran el tabernero y el estudiante, y otros compositores de novelas sobre otros novelistas. Forman el libro los muy diversos manuscritos de esas personas reales o imaginarias, copiosamente anotados por el estudiante. At swim-two-birds no sólo es un laberinto: es una discusión de las muchas maneras de concebir la novela irlandesa, que ilustran o parodian todos los estilos de Irlanda. La influencia magistral de Joyce (arquitecto de laberintos, también; Proteo literario, también) es innegable, pero no abrumadora, en este libro múltiple».
¿Se puede describir la trama de este libro? Cualquier intento puede ser una falacia, pero se puede arriesgar una aproximación: un joven, que vive con su tío, comienza una novela de la que a su vez se derivan tres historias, en principio diferentes: El relato de Puca McPhellimey, narrado como una leyenda y, que de hecho, toma como personaje central a un rey irlandés, Sweeny, que fue convertido en pájaro y condenado a volar sobre su propio reino. El de Finn Mac Cool, una historia de héroes, narrado por un ser de dimensiones colosales que se acerca al tono de los cuentos míticos. Y la historia de Dermot Trellis, el relato más complicado, del que se derivan otras historias que se van uniendo y separando.
Trellis, invención del narrador, es alojado en un hotel. Allí, con una resma de papel rayado empieza su relato, obligando a todos sus personajes a vivir con él en el Hotel El Cisne Rojo para poder tenerlos vigilados e impedir que se den a la bebida. No olvidemos que Trellis es un personaje del narrador, el cual a su vez escribe, y de su escritura surgen nuevos personajes, con lo que cada vez hay más personajes literarios interpuestos que van cruzándose a lo largo del libro.
Se trata de una novela-dentro-de-una-novela que va multiplicándose vertiginosamente hasta el extremo de que un personaje, que fue creado para representar el cinismo y la lascivia, aprovecha que a Trellis lo vence fácilmente el sueño para drogarlo y sumirlo en un estado de inconsciencia que le permita escapar de la narración aprovechando el sueño de su creador para llevar una vida amorosa feliz con una muchacha y ayudado por otros dos compañeros de ficción. Al final, todos ellos se vengan de su autor mediante un juicio sumarísimo por la vida que les hace llevar, en un momento del relato que podríamos calificar de mágico.
Ésta es una novela de apariencias y de engaños. Aparentemente es un gran juego del autor, juega con sus personajes y con la atención del lector, juega con las parodias y con los guiños literarios, pero bajo ese semblante cómico que atraviesa toda la novela también hay una forma de concebir el mundo, una forma irlandesa, por llamarlo así, como si el escritor se estuviera tomando unas pintas de cerveza con el lector. En nadar-dos-pájaros es un festín de buena literatura, una lectura exquisita, una obra maestra con mayúsculas.
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