Rozando los veinte años, si alguien me hubiera preguntado como qué escritor escribiría si quisiera escribir (cosa que no) hubiera dicho probablemente Cortázar. Llegando a los treinta, donde estoy ahora, diría Vila-Matas. ¿Que por qué no lo digo? Pues por lo de antes, porque no quiero ser escritor. Suficiente tengo con llegar a ser lector.
Anna María Iglesia aprendió a leer (a leer de verdad) gracias sobre todo a una persona: Paula Massot. Si no la reconocéis por este nombre, id a cualquier novela que tengáis de Vila-Matas, pasad las primeras páginas y parad en la dedicatoria. ¿Veis eso de Paula de Parma? Pues la misma. La historia de ese encuentro y posteriores, y de mucho más, la encontraréis en el prólogo a este Ese famoso abismo.
El libro nace como conversación entre Anna María Iglesia y Enrique Vila-Matas, dos personas que se conocen desde hace muchos años, que se reúnen un día en la librería +Bernat de Barcelona y dan comienzo al proyecto que acabará siendo Ese famoso abismo. Como anécdota, se reúnen justo antes de que Barcelona se convierta en ciudad pandémica (y celeste, que añadiría Gil de Biedma), con lo que imagino que las siguientes conversaciones fueron llevadas a cabo vía online. Si no, no me explico esa memoria total que tiene Vila-Matas para recordar cada cita, cada fragmento, cada libro, cada autor.
Poco se puede decir de un libro donde Vila-Matas es 100% Vila-Matas, donde se encuentra con alguien delante que le aporta la confianza suficiente como para ser él mismo (si alguien sabe quién es Vila-Matas) y donde se hace un recorrido por todos los temas que ocupan sus novelas y cuentos, por sus propias novelas y cuentos, por su vida, que probablemente sea lo mismo que sus libros. O sus libros lo mismo que su vida. O vida y libro una misma cosa. O ninguna. Yo qué sé.
Pero lo que sí sé es cuánto he disfrutado leyéndolo, cuánto he subrayado, anotado, cuántos (qué rabia me da Vila-Matas en esto) nuevos libros se han sumado a la lista de lecturas pendientes por culpa de su sinfín de recomendaciones. Y lo que es peor, si ya de por sí Vila-Matas es el mayor exponente actual de hiperreferencialidad, a él se le suma Anna María Iglesia, que no se queda nada corta. Voy a atreverme a decir que en cierto punto del libro he llegado a pensar en la posibilidad de que Paula Massot haya creado a los dos con el único objetivo de hacer dos caras de una misma moneda, y que por cosas del destino hayan acabado concentrándose en este libro.
Como digo, aquí aparece todo, pero al final esto no es más que un camino que al cerrar el libro para un momento, pero que sigue, en línea siempre recta, hasta un punto que nadie conoce. Quizá el abismo, quizá allí donde caen los personajes del Amuleto de Bolaño, quizá al lugar donde caerá Vila-Matas. Lo que es seguro es que ese lugar, ese abismo, nunca será el olvido. Para eso están libros como este.
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