El 21 de mayo de 1971 se publicó “What’s Going On”, uno de los cinco o seis álbumes privilegiados que suelen aparecer encabezando las diferentes y casi nunca coincidentes listas que referencian los discos que más cerca están de la perfección en la historia de la música popular del siglo XX. Las cosas son así y no de otra manera. Si es cierto, como cantaba Morrissey, que algunas chicas son mejores que otras, no cabe duda de que algunos discos son infinitamente superiores a otros. Y “What’s Going On”, nacido de una catástrofe y moldeando a largo plazo otra, la de su creador, es simplemente una joya sagrada que sigue deslumbrando como el mejor oro, la mejor sonrisa o el mejor verano de tu vida.
Centrémonos en el homenaje a Marvin Pentz Gay (1939-1984) que pretende ser esta errática columna mensual y pongámonos en lo peor; exageremos. Si ahora entrase alguien desesperado por esa puerta, me apuntase con un revólver y me reclamase urgentemente el nombre de un disco que salvase su vida (para así no disparar y salvar de paso la mía), le susurraría “... you see, war is not the answer / For only love can conquer hate / You know we’ve got to find a way / To bring some lovin’ here today...”.
Bien, bajemos de la nube. Si tu copia en vinilo está gastada, si tu galleta en CD te sabe a poco, ha llegado a tu existencia el momento “What’s Going On (Deluxe Edition)” que no esperabas, un doble CD que rebosa música; más de dos horas y media que incluyen un directo inédito del 1 de mayo de 1972 presentando “What’s Going On” en Washington D.C., ciudad natal de Marvin Gaye, con dedicatoria incluida a sus padres, presentes en el show, en el inicio de los bises, y el sorprendente detalle de un “Inner City Blues (Make Me Wanna Holler)” que Gaye reinicia a media canción porque la prefiere más groovy. Era su vuelta a los focos tras casi cuatro años de retiro; así pues, concierto anterior al que recoge el fantástico “Live” (1974), que hasta ahora solía tomarse por su vuelta a los escenarios tras su largo retiro introspectivo.
Una bonita manera de celebrar el treinta aniversario de lo que Smokey Robinson considera su álbum favorito de todos los tiempos (en la presentación del libreto que acompaña al asunto: letras, créditos y detallado artículo de Ben Edmonds, de la revista ‘Mojo’, sobre la creación del disco, del que, entre otras sorpresas, también se adjunta una toma hasta ahora no desvelada del álbum completo en una mezcla previa, Original Detroit Mix, así como un carnoso borrador de “Distant Lover”, finalmente más cool en “Let’s Get It On”). Y lo dice alguien a quien Bob Dylan definió como “el más grande poeta vivo”. Vamos, que la sonrisa, el maquillaje y las lágrimas de Smokey no son los periódicos listados de los chicos y chicas de Rockdelux.
(Es el momento de recordar que, en el Rockdelux 43, “What’s Going On” y “Berlin” de Lou Reed fueron seleccionados, al unísono, mejores álbumes de la década de los setenta; y que, en el Rockdelux 150, “What’s Going On” fue escogida mejor canción del siglo XX por los redactores y colaboradores de esta revista. Sí, es cierto, hay vínculo).
En fin, el tema de hoy es el siguiente: “... What’s going on / Yeah, what’s going on...” (emergiendo dulce y poderoso: hipnotizando). Lo que ocurrió: tras su adolescente paso iniciático por The Marquees y The Moonglows a finales de los cincuenta, Marvin Gaye fue protagonista de la era dorada de Motown en la década de los sesenta. Con su elegante porte de galán y seductor, casado en 1961 con la hermana del todopoderoso jefe Berry Gordy Jr. (Anna), complementó su carrera en solitario –de la que la autobiográfica “Stubborn Kind Of Fellow” (1962) fue el primer aldabonazo serio, y que derivó del gospel-pop al funk suave y donde cupieron un tributo a Nat King Cole o una colección de estándares de Broadway– con una serie de colaboraciones románticas con Mary Wells, Kim Weston y, sobre todo, Tammi Terrell. Junto a esta sobrepasaron la cumbre del apasionado y sentimental dueto soul por excelencia; para la historia, la archiconocida televisivamente “Ain’t No Mountain High Enough” (“... if you need me, call me...”) en abril de 1967. Grandes amigos, entre ellos surgió una química erótica que levantó, sí, suspicacias: ¿eran realmente amantes como fingían en sus actuaciones?
Con los rumores llegaron las malas noticias: en el verano de 1967 Tammi sufrió un colapso en escena, derrumbándose en los brazos de Marvin tras interpretar el tema “Your Precious Love” –emocionado recuerdo a la cantante antes de asaltar el motivo principal de la canción en el Sixties Medley que abre el directo de este “What’s Going On (Deluxe Edition)”–. ¿Se lo imaginan? Era un tumor cerebral llamando a las puertas de la felicidad. Debilitándose progresivamente –en algunos duetos fue sustituida por Valerie Simpson–, Tammi Terrell fallecería tres años después. Esta tragedia afectó intensamente a Marvin Gaye, quien prácticamente después del número 1 conseguido con el “I Heard It Through The Grapevine” (1968) que en 1967 habían editado Gladys Knight And The Pips –la cima artística de Gaye en los sesenta; también comercial: cuatro millones de singles vendidos– empezó a replantearse su carrera. Le aguardaba una honda depresión de dos años: conflicto interior a la vista. En ese lapso de tiempo, intentó reemplazar la música por el boxeo y el fútbol americano –el atletismo ya había sido una de sus fijaciones en la adolescencia–, fracasando en ambas disciplinas.
Las conversaciones que mantuvo con su hermano pequeño Frankie, de vuelta de la Guerra de Vietnam, así como el evidente clima de revuelta social de la época, que él veía alejarse irremediablemente del escapismo pop que hasta entonces había cantado, condujeron a Marvin Gaye a “What’s Going On”, single que Berry Gordy rechazó enérgicamente al no ser partidario de las canciones que auscultaban la vida en el gueto. Marvin retó a la cadena de montaje Motown: si no editaban la canción, no volvería a grabar para el sello; el control de sus ideas se convirtió en prioridad absoluta para él.
En enero de 1971 se editó “What’s Going On”, anticipando lo que sería un LP descomunal y apasionado donde, conceptualizando el valor del álbum y, una tontería mía, pronosticando la futura imagen de Eric Cantona –esas solapas de la gabardina levantadas, ese medio perfil distante anunciando un cambio de rumbo–, se combinaban las creencias espirituales del autor –“Dios está escribiendo este álbum”, le dijo a Smokey Robinson– con una denuncia sin precedentes de la pobreza, la discriminación racial y la corrupción política narrada a través de los ojos de un veterano afroamericano de Vietnam de regreso a una sociedad en crisis: tan lleno de amor como sincero y simple, tan ingenuo como emocionante, tan de actualidad entonces como ahora; eterno. Y embutido en una nueva marca musical, una suite que aunaba jazz, groove percusivo caribeño y música orquestada enredándose en unas raíces de (ópera) soul respaldando una voz iluminada y luminosa, más allá de lo sublime –superpuesta, de inmenso poder, buscando todavía más perspectivas y hallando más profundidad; Marvin siempre suspiró por convertirse en el Sinatra negro–, que retrataba nítidamente proclamas de pacifismo, ecología y hermandad.
Los tiempos estaban cambiando también en la música negra, y Marvin Gaye iba a ser de nuevo protagonista de ellos. Nacía así un Marvin individualista y rebelde que solo en el intervalo del álbum grabado a medias con Diana Ross, “Diana & Marvin” (1973) –aunque se asegura que nunca coincidieron en el estudio–, volvió a recuperar la esencia sixties en la que se había educado.
Tras su disco favorito, la banda sonora “Trouble Man” (1972), blaxploitation de la época, creó “Let’s Get It On” (1973) bajo el influjo de su enamoramiento por Janis Hunter –la que sería su segunda mujer, 17 años más joven que él, madre de sus dos hijos, Nona y Frankie–, celebración de una nueva sensibilidad que era pura sensualidad, donde el sexo respondía a estímulos de felicidad con respuesta espiritual incluida: el éxtasis de los cuerpos equiparándose al éxtasis religioso. Siempre hubo dos visiones complementarias en su obra de madurez: compromiso y placer; lo social y lo sexual.
El divorcio anunciado con Anna Gordy llegó en 1977 y provocó la gestación de “Here, My Dear” (1978), irónico título para un álbum pactado antes de crearse. Por resolución judicial, los ingresos del disco irían destinados a su exesposa. Inspirándose en su relación con Anna, es un documento inaudito del tránsito de la melancolía del amor al resentimiento del desamor explicado en primera persona: acercamiento a la realidad, sentimientos a flor de piel, experiencia única.
Después se aceleraron y magnificaron los acontecimientos para un Marvin Gaye irreparablemente tocado. Anécdotas: cuentan que su Rolls se quedó seco en Santa Mónica y que Gaye tuvo que dejarlo abandonado porque no tenía dinero ni para pagar un litro de gasolina. También que invirtió más dólares de los aconsejables protegiendo a un boxeador mediocre del peso wélter, Andy “Hawk” Price, al que Sugar Ray Leonard se zampó en menos de un asalto.
Más madera: al fracaso de su relación con Janis Hunter –a quien había dedicado el inspirado y tórrido “I Want You” (1976); Janis abandonó a Marvin y lo sustituyó por su amigo Teddy Pendergrass– se sumaron precariedad económica –perseguido por el fisco y por antiguos músicos–, un intento de suicidio, el lamentable fin de su relación con Motown después de veinte años con el desmotivado y editado sin su consentimiento “In Our Lifetime” (1981), su deambular por Hawái –viviendo en una furgoneta–, Londres y Ostende... Fue en Bélgica donde encontró la inspiración para renacer con su último gran mensaje al mundo, ya en CBS. La curación sexual que le sirvió de terapia artística: “Sexual Healing” (1982), segunda parte de “Let’s Get It On”, lo rescató momentáneamente de una época para el olvido. Después de tres años de exilio, volvió a L.A. a causa de una operación a su madre. Podría haber sido su redención personal, pero la suerte ya estaba echada.
Contra su propia vida, confundiendo arte y personalidad, se había alzado ante él un muro de hazañas bélicas difícil de saltar: adicciones a la cocaína y al sexo, demasiados conflictos y fracasos de los que, un mero espejismo, pareció renacer pletórico al ganar dos Grammys en 1982 por “Sexual Healing” y al participar en el All-Star Game de la NBA de 1983 cantándola. Penosamente, todo se esfumó un día antes de su 45 cumpleaños, el 1 de abril de 1984. Su padre, moral férrea, tendencia a castigos y prohibiciones, excéntrico ministro de una secta de la Iglesia de Pentecostés que combinaba el judaísmo ortodoxo con el fundamentalismo cristiano, abatió a balazos a su hijo tras una discusión en el domicilio paterno, donde el cantante vivía por aquella época; parece ser que un Marvin Gaye aparentemente drogado había despreciado a su progenitor, quien fue arrestado y condenado a una pena de cinco años de cárcel.
El artista quería y respetaba a su padre, pero nunca se entendieron. Paradójicamente, su vocación musical se había iniciado en el coro de la iglesia familiar.
Siempre compasivo, Marvin Gaye fue una persona sensible y brillante aunque, al mismo tiempo, atormentada e insatisfecha, estados de ánimo de los que extraía la inspiración pero que también lo acompañaron indefectiblemente hasta el final de sus días, cuando la amargura desembocó en tragedia. “Me siento triste, como un esquizofrénico, desgarrado entre una multitud de pasiones, de deseos y de amantes”, declaró en una de sus últimas entrevistas.
En el año del treinta aniversario de su obra maestra, “What’s Going On” –sufrimiento, belleza, pasión–, hemos recordado su legado. Sombreros fuera
Publicado en Rockdelux 188 (Septiembre 2001)
What's Going On 3:51
What's Happening Brother 2:57
Flyin' High (In The Friendly Sky) 3:40
Save The Children 3:04
God Is Love 2:31
Mercy Mercy Me (The Ecology) 3:05
Right On 7:20
Wholy Holy 3:20
Inner City Blues (Make Me Wanna Holler) 5:16
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