22.6.14

Enrique Vila-Matas "Hijos sin hijos" (1993)


“Un empleado de mi padre, que trabaja en un despacho muy próximo al mío —un hombre que aquí es tenido por la persona más aburrida y también la más normal y corriente del mundo—, tuvo la mala suerte, cuando era joven —nunca ha contado otra historia, por lo que en la oficina todos piensan que no tiene otras—, de que lo enviaran a Melilla a hacer el servicio militar, y allí vivió una historia, para él excepcional, que no se cansa de repetirnos, como si nunca le hubiera pasado otra cosa en la vida.

Le tocó Melilla y parece que, lejos de amargarse, el Soldado Desconocido (voy a llamarle así porque el hombre tiene un apellido impresentable, tan raro como sencillamente ridículo, Parikitu, un apellido que, según él, es de origen checo y que yo creo que, además de horrible -significa periquito en catalán— ha condicionado toda su vida) pensó que no hay mal que por bien no venga y que tal vez el viaje a Melilla podía estar ofreciéndole la posibilidad de vivir una apasionada historia de amor al estilo de la que tanto había admirado en la película Morocco, en cuya escena final Marlene Dietrich, que hasta entonces había sido en el cine una devoradora de hombres, arrojaba sus lujosos zapatos para correr tras el apuesto legionario Gary Cooper y compartir con él, como una humilde beduina, los riesgos y penalidades del desierto.”

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