29.4.16

Enrique Vila-Matas "Marienbad eléctrico" 2015


Un libro concebido como una instalación artística. O más bien como una película de arte y ensayo, llámese ‘El año pasado en Marienbad’ o ‘El estado de las cosas’, santo y seña de los progres del momento. Sin olvidar la carga de humor, aliñado por los gestos chaplinescos o, más bien, keatonianos, característicos de su autor, Enrique Vila-Matas

El escritor barcelonés publica ‘Marienbad eléctrico’ (Seix Barral) ahora en España, un texto que apareció primero en francés (de hecho, fue un encargo de la editora Dominique Bourgois) y que toma como punto de partida las conversaciones que desde hace casi una década ha mantenido con la artista conceptual francesa Dominique Gonzalez-Foerster, una de las más reconocidas de la escena internacional.



La novela, que ha alguien ha definido como “una novela única sin género”, es, entre otras cosas, un diálogo sobre la creación, las lecturas y las ideas desarrollado en muchos lugares pero básicamente en el café Bonaparte de París y en el trayecto que va de un correo electrónico a otro. El libro viene acompañado, como tantas obras del autor, de un equívoco: esta vez, pensar que el escritor y la artista han firmado en colaboración diversas creaciones. “La  colaboración existe pero es de otra manera”, asegura. Es algo mucho más sutil.

Intercambio de ideas
Véamos ejemplos: mientras Vila-Matas escribía ‘Dublinesca’, la artista le informó de que estaba preparando una instalación para la Tate en Londres sobre el fin del mundo, que ella databa en el 2054. El escritor tomó la descripción de su amiga para narrar su propio apocalipsis, pero está vez dirigido a la literatura, y la incorporó tal cual en su novela. 

Por su parte, el escritor sugirió a Gonzalez-Foerster la posibilidad de incluir en su obra una orquesta de jazz y música futurista que podría llamarse ‘Marienbad eléctrico’. En otra muestra, la que el Palacio de Cristal de Madrid le encargó a la artista, ella convirtió el espacio en un hotel de una sola habitación. “Dominique sabe que esa idea me fascina”, asegura el escritor, que todavía guarda la llave de una habitación como esa que ella repitió en París; una habitación que él imaginó habitada por Rimbaud. 

Y así, lanzándose e intercambiando ideas, citas, sugerencias, evocaciones, a modo de juego de pistas, cada uno ha ido componiendo (o no), algo con ellas. “Además este libro tiene su continuación en la vida porque este flujo de ideas no se ha detenido y cada vez que nos encontramos se crea algo parecido a una instalación”.

Gonzalez-Foerster se ha definido a sí misma como una escritora fracasada y Vila-Matas, como un director de cine de secreto y sin obra. “Me gusta el cine difícil de entender porque eso me permite abrirlo a interpretaciones distintas. Lo que hago en mis libros, procurando que mi literatura no sea incomprensible, es abrirlos a todas esas posibilidades”. Eso le lleva a un viejo recuerdo cinéfilo gracias al mejor ejemplo de cine críptico, 

‘El año pasado en Marienbad’, de Resnais. “Cuando conocí a Alain Robbe-Grillet, su guionista, le conté que en mi adolescencia me había obsesionado con esa película y que llegué a verla muchas veces intentando comprenderla. Robbe Grillet me preguntó si por fin lo había conseguido y yo me vi obligado a decirle que no, que seguía sin entenderla. Él me dedicó una amplia sonrisa. En su libro de memorias explicaba que su objetivo principal era la provocación”.

Cuando el autor fue Marlene
A Dominique Gonzalez-Foerster le complace especialmente disfrazarse. No a la manera del autor barcelonés, que suele ocultarse bajo distintos ropajes literarios. Gonzalez-Foerster se disfraza de verdad. En sus exposiciones se ha transformado en Edgard Allan Poe o en Bob Dylan y  en una instalación dedicada a 'Fitzcarraldo' se metió en el traje de Klaus Kinski, una foto que aparece en la portada del libro. Vila-Matas por su parte confiesa que en su juventud, en casa de Marguerite Duras, había cosechado un enorme éxito imitando a Marlene Dietrich.

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