7.5.16

Marcel Proust "En busca del tiempo perdido" Por el camino de Swann" Volum 1

Detalle del manuscrito de 'Por el camino de Swann', expuesto en la Biblioteca Nacional de Francia.
En busca del tiempo perdido de Marcel Proust crea adhesiones incondicionales o profundos bostezos, lo que todos estamos más o menos de acuerdo es que su extensión, al menos a priori, resulta intimidante. Recordamos que son 7 volúmenes con un buen número de páginas, y como ya decía el director de la editorial que a comienzos de 1913 recibió la petición de publicar su obra, encontramos, por ejemplo, que Proust necesita 30 páginas para describir cómo da vueltas en la cama antes de quedarse dormido.
Pero quizá lo más mareante entre este texto oceánico sea la extensión de muchas de sus frases, llenas de subordinadas sin ningún punto en el que podamos recuperar el aliento. La más larga de todas ellas se encuentra concretamente en el quinto volumen. Tiene una longitud de casi cuatro metros.

Y es que para leer a Proust hay que tomárselo con calma. Como decía el hermano del digresivo autor, “lo triste es que las personas tengan que estar muy enfermas o tengan que haberse roto una pierna para disfrutar de la ocasión de leer En busca del tiempo perdido”.

El famoso parrafo de la magdalena :

« […] En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té […]»

(Marcel Proust, En busca del tiempo perdido: Por el camino de Swann)

[Versión Kindle]

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