21.1.17

David Mitchell "Relojes de hueso"

Cada capítulo de los seis en que se divide Relojes de hueso es en sí mismo una novela, con cambio de protagonista y de historia, por más que entre todas ellas hay un hilo conductor. Y esta es la cara y la cruz de esta novela, porque cada nuevo capítulo supone arrancar de nuevo, partir de cero con lo leído hasta ese momento y no siempre con el mismo éxito, porque el universo de los nuevos personajes en que nos moveremos en cada capítulo es totalmente diferente.
Desde el aspirante a millonario Hugo Lamb (sin duda el más flojo de todos), pasando por la conmovedora historia de Ed Brubeck, el reportero de guerra o el repaso al mundo editorial que el autor nos da a través de Crispin Hersey

«En el mundo de la edición es más fácil cambiar de cuerpo que de género literario».

No deja de ser chocante en lo que se supone una novela de fantasía, todas las reflexiones que podemos encontrar sobre el arte de escribir, como por ejemplo:
«Para la mayoría de los escritores de la era digital, escribir es reescribir. Tanteamos, cortamos, nos bloqueamos, pegamos y nos crispamos, cribando en la pantalla en busca de oro mientras borramos montones y montones de mierda. Nuestros ancestros analógicos tenían que pulir cada frase en la mente antes de sacarla adelante en la máquina».

Al margen de las historias diferentes que se nos cuentan en cada uno de los capítulos de la novela, hay una trama que va avanzando a través de todas ellas y que tiene su culminación en el quinto capítulo: la lucha entre horologistas y anacoretas. Aunque para ser exactos, lo de anacoretas es una abreviación:
«Somos los anacoretas de la capilla del Crepúsculo del Cátaro Ciego del monasterio Tomasita del Paso de Sidelhorn. Coincidirá conmigo en que es un nombre bastante largo, así que nos denominamos los anacoretas».

Los anacoretas no son seres inmortales. Simplemente detienen el envejecimiento, lo que les hace vivir en una eterna juventud:
«-Lo que nace debe morir. Eso es lo que dice el contrato de la vida, ¿no? Pues yo, sin embargo, he venido a decirte que en circunstancias excepcionales tal cláusula de hierro puede… reescribirse.
-¿De qué  ida de olla estamos hablando? ¿Tablas de gimnasia? ¿Dietas veganas? ¿Trasplantes de órganos?
-Una forma de poder que permite posponer la muerte hasta el infinito».

Simplemente han conseguido detener la enfermedad del envejecimiento:
«Esto es el Club Walpurgis. Se sabe desde el Medievo. La vida es una enfermedad terminal». 

Los horologistas tampoco son inmortales. Ellos envejecen como cualquier ser normal y mueren, pero al cabo de un ciclo de cuarenta y nueve días vuelven a reencarnarse en otro ser humano que está a punto de morir. Solo que conservan sus recuerdos y sus conocimientos, además de todos sus poderes mentales.
¿De dónde viene el nombre?
«-¿Qué significa para ti la horología?
-¿La horología? Pues el estudio de la medida del tiempo. O de los relojes antiguos».

El enfrentamiento entre ambos grupos, se debe a que, para perpetuar su eterna juventud, cada tres meses han de matar los anacoretas a una víctima inocente (no vale cualquiera, pues ha de tener unas capacidades psíquicas que no posee cualquier humano). Eso es algo con lo que los horologistas quieren acabar.

Como curiosidad,  en la novela se cita, a propósito de un personaje que quiere vivir en el centro de Madrid, a un novelista español:
«Será como vivir una novela de Pérez-Reverte».

Una portada que parece un tanto caótica y llena de objetos sin sentido y sin relación. A medida que vas leyendo la novela, te vas dando cuenta de que no es así, que todos están muy relacionados con diversas partes de la novela, como el medallón con el laberinto que Jakob da a su hermana Holly, la manzana de oro, la escalera por la que ascenderán en uno de los capítulos, el taxi de Nueva York, la cinta de casete que contendrá instrucciones, o ese faro en el que coincidirán dos de los protagonistas de la novela.
La portada de la edición no española es ligeramente diferente, pero los elementos son exactamente los mismos en ambas.
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