23.10.18

Ricardo Piglia "Los diarios de Emilio Renzi" (Los años felices" II (2016)

El nuevo tomo, que abarca de 1968 a 1975 y lleva la cabecera ‘Los años felices' (quizás con ironía kafkiana a propósito de la relación entre vida privada y entorno político, porque vaya años para Argentina), es en efecto otra prueba de la obsesiva e irrenunciable voluntad del autor de constituir una estrategia, un tono y un estilo narrativos que sean al mismo tiempo: personales; reinterpretativos del canon de su país; vanguardistas en sentido amplio y no coyuntural (en un momento dado, Piglia ensalza las ventajas de leer los libros-que-hay-que-leer cinco años más tarde que sus compañeros de época, y cuestiona sin parar la vanguardia que sólo vale para ser “futura academia”); políticos en un sentido profundo de lógica interna, no en lo anecdótico; y reflexivos en torno a las conexiones entre verdad y falsedad en el campo de la escritura y la lectura.
Y esto último es lo que convierte a los Diarios no sólo en un laboratorio o un astillero del narrador (que a menudo lo es), no sólo en una acumulación textual subsidiaria de las obras importantes, sino obra vertebral y centro de mando de la producción pigliana. Como en el primer volumen, aquí se acentúa la sensación de que estas páginas no necesitan mentir ni falsear los hechos para constituirse en ficción o, mejor, en algo similar y ambiguo: 

Renzi es Piglia pero es un añadido a Piglia, es algo más sin dejar de ser una confesión. De pronto, este diario se escribe en tercera persona, se modula con fórmulas de microrrelato o de esbozo para un relato; pero esos pasajes no resultan menos ‘personales' que los otros en primera persona, tal vez porque buscan una distancia racional, narrativa, doble. Escribe Piglia: “para mí la ficción se define por la fórmula ‘el que habla no existe', aunque diga que se llama Napoleón y esté diciendo o contando sólo la verdad. Está en juego la creencia del lector, que es quien decide si recibe un relato como verdadero o falso, como real o imaginario”. Pues bien, en Los Diarios de Emilio Renzi el juego no se detiene, aunque sus reglas experimenten variaciones.

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