Hapworth habla de un Seimour de siete años. Un niño que es divertido, voraz, cercano, incomprendido por superdotado, un niño al que lees desde el extraño conocimiento de su muerte. Está él, está su hermano Buddy, toda la familia Grass.
Hapworth 16, 1924 es la última narración conocida de Salinger. Ocupó más de setenta páginas del número de The New Yorker que lo publicó en junio del 65.
Después de que la historia apareciera en The New Yorker, Salinger —quién ya se había encerrado en su casa en New Hampshire— dejó de publicar para siempre. Dado que nunca se imprimió el relato "en pasta dura", los lectores tuvieron que buscar con empeño una copia de ese número o acceder a él en microfilm. Pese a todo, desde el lanzamiento en DVD de The Complete New Yorker, en 2005, el relato es de nuevo más que accesible.
Nos cuentan que en 1996 una editorial de Virginia inició el proceso de publicación del relato en forma de libro. Tras la muerte de Salinger este pasado 2010, el Washington Post publicó de los esfuerzos del editor, Roger Lathbury. Salinger, según el periódico, había contestado con cierta rapidez a la propuesta del editor y con una breve frase: "I'll think about it." Luego un 26 de julio, extraña fecha, Lathbury contestó al teléfono, la voz sonó como las gravaciones de voz que se conservan de Walt Whitman, se identificó y dijo: "Well, um ... I am delighted that you called."
Luego se reunieron en la cafetería de la National Gallery of Art Salinger. La wikipedia dice que Salinger: "se sentía verdaderamente preocupado por la publicación del libro, hasta el punto de viajar a Washington para supervisar la tela de la cubierta". El periódico habla solamente de un encuentro en el que Lathbury llevaba un catálogo de telas y el manuscrito de 24.000 palabras que había mecanografiado a partir del original de la revista.
Hablaron de libros, de Mary Baker Eddy de la que J.D. Salinger era fan. Luego entraron en materia, no quería una edición en rústica con camisa, quería pasta dura y una tela con durabilidad: Buckram, un tejido que, claro, también he tenido que buscar en internet. Hablaron del cuerpo de la letra, de las fuentes, del interlineado, de la tirada. No hablaron de dinero o adelantos.
Pero la ilusión de Salinger duró poco. Un comentario a un periódico local, del que se hizo eco este mismo Washington Post, que habla en su páginas de sí mismo como de un extraño, pusieron la atención sobre Salinger que volvió a su encierro y nunca más contestó el teléfono a su editor. Medio año después de las primeras llamadas se canceló el proyecto. Pulled the plug on the proyect, esta dice esta versión on-line del periódico, lo que sugiere cierta brusquedad y pocas explicaciones cuando las razones están a la vista: J.D no quería medios, quería algunos lectores, volver al placer de una pequeña edición, a su cuidado.
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