29.2.20

Juan Bonilla "J. D. Salinger, el misterioso caso del escritor que se escondía entre el centeno"


ADOLESCENCIA
Un país raro que se caracteriza porque sus habitantes no pueden hablar de él -no tienen herramientas suficientes para expresar qué pasa ahí más que con lugares comunes o hinchadas burbujas banales-, es decir, sólo se consigue expresar su belleza y sus miserias y su misterio desde el exilio.
Pocas voces tan consistentes y firmes como la de Holden Cauldfiel, catcher entre el centeno, mítico protagonista de la única novela de J.D. Salinger publicada en 1951-si bien ya protagonizaba un cuento de 10 años antes, Ligera rebelión en Madison, el primero que Salinger pudo venderle a la revista The New Yorker. Se trata de un chaval de 16 años al que expulsan del instituto en el que estaba interno y decide, antes de informar a sus padres, pasar unos días en Nueva York y tratar de colarse en su propia casa para ver a su hermana pequeña. Cascarrabias constante, parlanchín encantador cuando se lo propone, va tocado con una gorra con orejeras, fuma todo lo que puede, y dispara párrafos contra el mundo como si estuviera convencido de que salvación no hay en parte alguna.

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El título procede de una respuesta que le da Holden a su hermana pequeña cuando ésta, después de decirle "papá te va a matar", le pregunta qué va a hacer ahora. Holden le dice que sólo quisiera ser un cátcher escondido en un campo de centeno. Cátcher es el jugador de un equipo de béisbol encargado de atrapar la bola que le lanza el pitcher -de su propio equipo- al bateador -del equipo contrario-. Si el bateador falla, él debe atrapar la bola para que el equipo contrario no gane una base.

La imagen procede de un momento simbólico que acontece antes en la novela: paseando por Nueva York, camino del cine, Holden ve a un niño caminando por el bordillo, mientras sus padres avanzan por la acera. El niño, al que el tráfico le pasa muy cerca, va cantando "si un cuerpo agarra a otro cuerpo cuando van entre el centeno". Aunque Holden no necesita expresarlo, es evidente que en una escena tan cotidiana y aparentemente anodina se dilucida toda su extrañeza y su fracaso: el niño antes o después caerá del lado de la realidad -el tráfico, la vida adulta-, abandonará la seguridad de la acera, el campo de juegos donde ni sus padres lo miran.

Y ahí germina ese deseo suyo que expresará en su emocionante encuentro con su hermana -una niña de 10 años muy inteligente que por ejemplo sabe que la canción no es tal canción sino un poema de Robert Burns, y que el verso correcto es "si un cuerpo encuentra otro cuerpo". Y es entonces cuando Holden descifra el título de la novela: Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Tan sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños se caigan en él. En cuanto empiezan a correr sin mirar a dónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería un cátcher entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

No es, ni mucho menos, el único adolescente de la obra de Salinger, que hizo de la adolescencia su territorio mítico en muchos de sus relatos, no sólo en los que recopiló en su primer volumen, Nueve cuentos, sino también en la veintena que publicó antes de que alcanzara la celebridad -y que fueron después reunidos en ediciones piratas-. Flappers que se reúnen en casa después de jugar al tenis y que llevan la conversación a un punto donde nada dramático parece acontecer aunque se presienta, muchachos desolados sin saber muy bien por qué, hastío de clase media neoyorquina, un canto a la rotunda ridiculez del mundo teñido de asco y ternura; es decir, el himno habitual de cualquier adolescencia más o menos acomodada, gracias a lo cual los adolescentes de Salinger apenas han envejecido y él sigue siendo uno de los mejores retratistas de ese país inalcanzable sino con la retórica de quien ha sido desterrado.

BIOGRAFÍA
Es legendario el celo con el que el escritor, después de consagrarse con sus dos primeros libros, defendió su privacidad, convencido de que los hechos biográficos de un autor nada podían decir acerca de su obra. Tan al extremo lo llevó que también defendió que la obra, al menos la suya, debía comparecer ante el público sin nota de solapa, con cubierta donde se leyera solamente título de la obra y autor (en las primeras ediciones de El guardían entre el centeno y Nueve cuentos sí aparecen fotos del autor y datos biográficos). El primero que se atrevió a confeccionar una biografía del autor fue Ian Hamilton [En busca de J.D. Salinger, Mondadori, 1988], cuyos esfuerzos no hicieron más que incrementar la leyenda de Salinger.

Después de componer un libro en el que se utilizaba mucha correspondencia a la que había tenido acceso -gracias a los destinatarios de las cartas que envió Salinger-, el narrador solicitó que no se reprodujeran esos documentos e interpuso una demanda. El juez le dio la razón: las cartas eran de los destinatarios, pero el texto de las cartas seguía siendo de Salinger. Hamilton tuvo que recomponer su libro y utilizar las cartas como información, sin reproducir los textos. No puede quejarse: gracias al escándalo del juicio, su libro fue traducido inmediatamente a multitud de lenguas y es todavía un excelente texto donde, en más de una página, acuciará al lector la sospecha de que biógrafo y biografiado se pusieron de acuerdo para armar ruido. Armar ruido con el silencio, por decirlo en taoísta, filosofía a la que Salinger fue tan afecto.

También intentó una biografía suya, más confidencial, su hija Margaret [El guardián de los sueños, Debate, 2000]: lamentablemente el texto abunda en datos más o menos escabroso que tratan de presentarnos a un ser humano detestable (cosa que logra, si bien como biografía pertenece más bien a ese subgénero que podríamos llamar "literatura de los parientes"). Más completa, con espléndidos análisis de sus textos, es la biografía de Kenneth Slawesnki [J.D. Salinger, una vida oculta, Galaxia Gutenberg] publicada el mismo año de la muerte del autor, 2010.

CAZADOR
El cazador oculto fue el título de la primera traducción al español -realizada por Manuel Méndez en Argentina en 1961- de la novela de Salinger. Al catalán la tradujo Xavier Berenguel en 1965 con el título de L'ingenu seductor. Fue Carmen Criado quien, en los años 70, retradujo la novela con el título de El guardián entre el centeno. Como ya se ha dicho, el sustantivo catcher hace referencia a una posición del béisbol, y por tanto el título en español tiene una oscuridad de la que carece en el original. El traductor de la edición argentina estuvo a punto de variar el deporte para titular: El guardameta entre el centeno.

CINE
Holden Caulfdield detesta el cine, ni me lo nombren llega a decir enseguida en su novela. Puede que ahí estuviera dejando respirar la indiferencia, cuando no el desprecio, que el autor llegó a sentir por el cine. Naturalmente en cuanto El guardián entre el centeno triunfó le llegaron al autor muchas ofertas para convertirla en película: se negó siempre. No deja de ser curioso que uno de sus grandes amores -Oona O'neill- llegara a casarse con Charles Chaplin, o que su hijo Matt se ganara la vida como actor. Entre las obras que más o menos han utilizado la leyenda de Salinger, la película Descubriendo a Forrester es bastante mediocre, y en cuanto a la reciente Rebelde entre el centeno apenas sirve para darle la razón a Salinger en su odio al cine.

Imposible no citar el más encantador homenaje realizado a Salinger en medios audiovisuales: en un capítulo de Frasier aparece un escritor ya mayor que se hizo mundialmente famoso con su primera novela y luego decidió borrarse. Ese escritor, remedo de Salinger, a la vez que desprecia a los psiquiatras pomposos protagonistas de la serie se hace amigo del muy mundano padre de Frasier porque con él puede hablar horas de las cosas importantes: la cerveza, la guerra, el béisbol.

CUENTOS
Género en el que debutó Salinger y en el que, acaso, logró sus más hondas piezas -Un día perfecto para el pez plátano, Para Esmé, con amor y sordidez, Teddy, El corazón de una historia rota-. Antes de alcanzar la celebridad, la ambición del joven Salinger tenía una meta declarada: formar parte de los cuentistas que publicaban sus historias en The New Yorker.

Su cuentista favorito -lo que se deja ver en sus primeras piezas- era Scott Fitzgerald. Su cuentista más odiado era Hemingway. Salinger veía rechazados muchos de sus relatos y les buscaba acomodo en otras revistas, Esquire o Saturday Post, y enseguida se ponía con otro relato para empujar la puerta del The New Yorker, que finalmente, cuando cedió, se le abrió de par en par.

Tanta importancia le daba Salinger a la mítica revista que al llegarle la hora de recopilar sus narraciones en un tomo -que retrasó porque prefería darse a conocer como novelista cuando ya era un cuentista celebrado por sus narraciones en la revista-, decidió no incluir casi ninguna -sólo una en realidad, publicada en Harper's- que no hubiera sido aceptada por The New Yorker, con lo que quedaron fuera algunas realmente buenas, en cualquier caso no menos intensas que las que integraron Nueve cuentos. Por ejemplo El corazón de una historia rota, que Javier Marías tradujo para la revista Poesía.

GUERRA
La experiencia bélica de Salinger -que se alistó en el ejército norteamericano en 1942 y gracias a que sabía francés y alemán fue destinado a labores de contraespionaje, sargento mayor en la 4 División de Infantería que participó en la liberación de París-. Estuvo recibiendo instrucción en Devon, lo que reflejaría en uno de sus grandes cuentos -Para Esmé...-. El trauma de la experiencia bélica -Salinger, al terminar el conflicto, fue a visitar a la familia austriaca con la que estuvo viviendo: ninguno había sobrevivido a los campos de concentración- es especialmente perceptible en el personaje suicida de Un día perfecto para el pez plátano.

GLASS
Apellido de la familia cuyos componentes protagonizan la mayor parte de los relatos y novelas breves de Salinger. Parece haber una especie de mandamiento que pesa sobre todo narrador norteamericano: tratar de escribir la gran novela americana. Salinger también se enfrentó a él, a su manera. La gran novela americana podía ser una serie de relatos hilados. La familia Glass vive en el Upper East Side de Nueva York, se caracteriza porque los niños -todos ellos inteligentísimos- dan voz a la sensatez contra la pesadilla y los laberintos narcisistas en la que suelen caer los mayores.

El ciclo visible -pues al parecer Salinger escribió hasta su muerte otras historias de la familia Glass que esperarán aún décadas para ver la luz- lo integran cuatro relatos de Nueve cuentos, las piezas recopiladas en Franny & Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado-Seymour: una introducción, y el último de los relatos publicados por Salinger: Hapworth 16, 1924, texto que, dada su extensión, ocupó todo un número de la revista The New York en 1965.

PERIODISTAS
La profesión que más despreciaba Salinger, la que más lo perseguía. Durante años fueron muchos los que hicieron de todo por conseguir entrevistarle. A falta de entrevistas, empezó a crecer en el mercado el precio de alguna fotografía suya después de que se retirara en 1965 -aunque ya antes había puesto muros a su privacidad y se negaba a hacer lecturas públicas, dar conferencias o consentir entrevistas. Es famosa la imagen en la que se le ve a punto de golpear al fotógrafo que se había escondido en un cubo de basura -si non e vero, e ben trovato- para cazarlo. Hay otra imagen en la que se le ve empujando un carrito de la compra. Como se ve, indudables documentos vitales para alimentar la leyenda.

RELIGIÓN
Salinger se fue volviendo un escritor religioso con el paso de los años. Si en una de sus mejores piezas, Zooey, se oye a alguien identificar a Jesucristo con "la señora gorda" que va al teatro a esperar que una obra la saque de su pobre realidad y la alce sobre su propia insignificancia, en Seymour: una introducción, y en Hapworth el interés por el budismo y el hinduismo ya ha calado completamente en el escritor, gracias a lo cual sabemos que cuando se ponía espiritual era bastante menos convincente y abrasivo que cuando se permitía ser mundano. Dicen -pero quién puede saberlo- que en sus largos años de silencio final sólo leía libros de filosofía oriental y que en las muchas páginas que conforman su legado el tono religioso es el que impera.

SILENCIO
La fama le llegó pronto a Salinger, y la incrementó de la manera más sorprendente que quepa imaginarse: rechazándola, huyendo de ella, ocultándose. Todas sus apariciones a partir de 1965 pretendían, precisamente, enterarnos de que quería seguir ocultándose, de que detestaba a quienes sintieran el menor interés por él después de haber sido abducidos por sus textos. Su silencio hizo que se hablara mucho de él. Ayudaba a ello algún acontecimiento luctuoso: el asesino de John Lennon llevaba un ejemplar de El guardián entre el centeno cuando mató al Beatle. Con gran eficacia se construyó la leyenda del autor escapado del mundo que, como en un cuento al que se hace referencia en El guardián entre el centeno en el que alguien se compra un pez que no deja ver a nadie porque nadie le ha ayudado a comprárselo, escribía sólo para sí mismo, es decir, para el fantasma que quería ser, y por lo tanto sólo debía ser leído por fantasmas: lectores de dentro de 15 o 20 o quizá 50 años. Lo paradójico es que el escritor que quería no ser visto, es acaso más famoso hoy por su personaje huidizo que por los hermosos y delicados artefactos narrativos que produjo.

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