Antes del estreno de La guerra de la galaxias en 1977, ninguna película de ciencia ficción había tenido tanto éxito como Westworld. Antes de que Michael Crichton publicase La amenaza de Andrómeda en 1969, ningún autor del género había visto un libro suyo en el número uno de la lista de los más vendidos del New York Times. El médico, escritor, guionista y director (1942-2008) ha sido uno de los personajes más populares del entretenimiento del siglo pasado.
Este hombre del Renacimiento, conocedor de casi cualquier cosa relacionada con la tecnología y su influencia en los seres humanos (aplicaciones en medicina, inteligencia artificial, viajes en el tiempo, cambio climático…), debutó en la dirección con esta película de la Metro de pequeño presupuesto, en la cual planteaba una idea que desarrollaría años después con más éxito si cabe (y muchos dinosaurios): un parque de atracciones con robots superespecializados, como entorno seguro y controlado donde, de repente, el sistema falla y la alegre experiencia se transforma en una horrible pesadilla.
Fue una visita a Disneylandia, justo cuando se inauguraba la atracción de Piratas del Caribe y sus muñecos electrónicos, la que le dio la idea. El parque de Disney, creado cuidadosamente para recrear un ambiente de felicidad ilusoria, como gran superficie de ocio de la que se harían miles de réplicas en todo el mundo, también inspiró a otros artistas: Ira Levin imaginó el mundo perfecto de las mujeres androides de The Stepford Wives (1975), y el propio George Lucas tuvo en Futureworld una visión infantil de La guerra de las galaxias. A Crichton le interesaba desarrollar la Teoría del Caos en un lugar así, donde se supone que todo va a funcionar bien, pero siempre queda un margen para el error, combinada con la clásica rebelión de las máquinas; en este caso, unos androides que dejan de responder a sus comandos y atentan contra las leyes de la robótica.
Las estrellas James Brolin y Richard Benjamin encarnaban a los dos humanos que formaban parte del exclusivo grupo que visita Delos (llamado así en homenaje a la isla griega sagrada), el parque temático del futuro, pero que tiene un sospechoso parecido con los años setenta y que no ha perdonado el paso del tiempo. Dicho parque está dividido en tres secciones, la Roma Antigua, la Edad Media y el Salvaje Oeste. No por casualidad, sino porque Crichton aprovechó los decorados de los estudios de la productora. Por mil dólares al día, el cliente podía revivir una de estas tres épocas y hacer lo que quisiese con los androides, desde utilizarlos como criados en los festines medievales, parejas sexuales en las bacanales romanas o rivales en tiroteos, como en el escenario del Oeste, el elegido por los protagonistas.
Allí participarán en peleas en el salón, escarceos con las prostitutas y duelos a muerte con el Pistolero, un androide programado para desafiar al cliente. Este personaje, interpretado por Yul Brynner, en un homenaje a sí mismo en su papel de Los siete magníficos de John Sturges (1960), es el protagonista absoluto de esta historia, no solo por la memorable actuación, sino por ser el único que tiene una verdadera dimensión, una realidad.
Frente a la abúlica sensación que ofrecen los dos protagonistas, más máquinas que seres vivos, el Pistolero debe desafiar al turista, enfrentarse en duelo con él, y morir en todas las ocasiones. Después de fallar el sistema que controla a los androides, el Pistolero adquiere conciencia y solo desea matar a su rival, por lo que emprende una persecución implacable contra él. Brynner pasa del hieratismo del principio a la sonrisa terrible del final, tras matar a Brolin, cada vez más violento y más humano cuando persigue a Benjamin, incluso reducido al armazón,en unas secuencias que James Cameron tomó prestadas para Terminator. También los reflejos plateados en los ojos de Brynner son un precedente de los replicantes de Blade Runner.
Por lo demás, Westworld se agota más allá de esta persecución. Es mucho más interesante cuando aparece el mundo subterráneo donde se controla Delos, en el que está el centro de operaciones y los androides esperan para ser reparados. Sobre el fallo en el sistema, no se especifica en el guion, pero es significativo que hablen de un «virus» que ha atacado a los androides como posible origen del caos. Siendo Crichton médico, es un recurso lógico, pero también es literatura de anticipación.
El canal de televisión que todo lo vampiriza, HBO, ha anunciado para 2015 un Westworld s. xxi. Esperamos que no sea como la secuela de los setenta. Con que se parezca un poco a la sensacional parodia del episodio de Los Simpsons («Rascapiquilandia»), nos daremos por satisfechos
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