11.3.20

Pasavento-Monográfico (9) Ficción como amistad, cruces de Vila-Matas y Pitol-Pierre Herrera-2018

1. Introducción
¿Cómo repensar la amistad desde la práctica literaria?
Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) y Sergio Pitol (Puebla, 1933) la replantean haciéndola visible, otorgándole un espacio central en sus novelas, ensayos, cuentos y entrevistas. En sus obras –caracterizadas por las autorreferencias, las narraciones sobre el mundo literario, comentarios sobre otros escritores contemporáneos y predecesores, así como por las constantes anotaciones sobre sus lecturas y trabajos–, las referencias a su amistad son tan recurrentes que llegan a integrarse a sus imaginarios personales, a sus estilos y a las imágenes de escritores que han formado de sí mismos. Incluso puede decirse que en el caso de Vila-Matas, la amistad forma parte fundacional de sus inicios como escritor.
Ambos autores han hecho del mundo literario tema central de sus obras.Pierre Bourdieu escribiría en su ensayo Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario (1995) que este tema evidencia los mecanismos del campo cultural donde se sitúan; es decir, Pitol y Vila-Matas escriben sobre los movimientos que hacen como agentes para posicionarse y reposisionarse dentro de ese sistema, buscando un lugar en la doxa: ese espacio canónico, donde solo unos pocos logran hacerse un lugar y eso gracias a acciones que muchas veces son extraliterarias.

En ese campo de individualidades en movimiento, estos autores escriben su amistad como una forma de llevar consigo al otro, de no dejarlo, de constituir una comunidad imaginaria que nació más allá de las letras y que, sin embargo,sobrevivirá en estas. Escribir la amistad es postergar su tiempo de existencia, esatribuirle a la literatura una capacidad para guardar al otro, como escribió Jacques Derrida a la muerte de Paul Celan (2009b: 65).

Ya que la enunciación de su amistad se hace desde puntos distintos, se puede decir que, en la brecha donde se unen las dos posturas, se conforma un tercer espacio; en este, tanto Vila-Matas como Pitol, escriben y reescriben sus experiencias conjuntas, sus afectos compartidos. Esta brecha comienza con la inclusión de Sergio Pitol como personaje en la novela Lejos de Veracruz (1995) de Vila-Matas. Después, Pitol publica el texto “El oscuro hermano gemelo” (1995),que le dedica a Enrique, y escribe un texto en ocasión del Rómulo Gallegos de este: “Vila-Matas, premiado” (2001). Vuelve a aparecer Pitol en una novela de su amigo: París no se acaba nunca (2003) y Enrique escribe “Has hecho girar la locura” (2004) como prólogo a Los mejores cuentos de Sergio, quien responde con un relato que incluiría ese mismo año en El mago de Viena: “De cuando Enrique conquistó Asjabad y cómo la perdió” (2005). Por último, están las publicaciones de Vila-Matas: “Viajar y escribir” (2005) con motivo del Premio Cervantes al escritor mexicano, “Viaje con Pitol” (2007) y “Su estilo es contarlo todo” (2015).

El editor Jorge Herralde, quien trabajó con ambos escritores en distintos momentos, notó que la escritura del veracruzano fue fundamental para unarenovación de la literatura hispanoamericana a finales del siglo xx al plantear un modo distinto, y muy personal, de pensar la escritura; su senda o “territorio pitoliano” –caracterizada por una constante reflexión sobre los mecanismos de la ficción, la ironía temática y por el uso de una primera persona que hace de sus reflexiones y divagaciones el principal hilo conductor de las narraciones– ha sido seguido, entre otros, por autores como Roberto Bolaño, Juan Villoro, Rodrigo Fresán, César Aira y el propio Vila-Matas (2009: 37-38), quien escribió, en el citado prólogo a los cuentos de Pitol:

Hasta hace apenas unos meses había pensado, descuidadamente, que carecía de maestro literario. En realidad, tras ese descuido, esa negligencia tan deliberada, se ocultaba un prudente deseo de no dañar a Sergio Pitol involucrándole en el embrollado laberinto de ciudades, imposturas, lecturas distorsionadas,imaginaciones y derivas que circulan por mi obra.Pero hace unos meses cometí una irreparable indiscreción al contestar a una pregunta de la periodista Raquel Garzón. Ella me llamó a casa para saber siera cierto, como le habían comentado, que yo era un pitoladicto. […] Recordé en ese momento algo muy raro que Pitol acababa de escribir sobre mí: "El tiempo ha hecho de Enrique uno de mis maestros".Frase generosa, muy propia de Sergio. Pero frase disparatada por supuesto, pues ¿cómo iba a ser yo su maestro? […] No podía ocultar por más tiempo aquella gran verdad.—Sergio Pitol es mi amigo y maestro —dije. (Vila-Matas 2004: 3-11.

Los mismos problemas de la influencia antecesora (Noguerol 2016: 170-174) o precursora, esta segunda imaginada por Jorge Luis Borges respecto a Kafka, pueden ser planteados en el caso de Vila-Matas y Pitol tanto como la posibilidad de identificar vínculos estéticos entre ambos, como de hallar la huella de una amistad en sus obras. El hecho de que Vila-Matas pueda ser el maestro de Pitol, se debe a que precisamente el catalán fue reconocido primero y más ampliamente en el mercado editorial mundial, y éste “preparó” el mercado para su precursor;en ese sentido, el posicionamiento doxal invierte los roles y su temporalidad.

2. Amistad como postura común

Los afectos, escriben Rosell Mesenguer y Catarina Simão en el statement de su pieza Politics of Friendship (2014), afectan a la identificación y a la diferenciaciónen la percepción de objetos y procesos de decisión. Y estos, a su vez, al ser representados, materializados en palabras, se vuelven reconocibles más allá de laspersonas que los experimentan. Es el caso de la amistad de Enrique Vila-Matas y Sergio Pitol, quienes tejieron un espacio dentro del núcleo de su obra para representar sus experiencias y posturas comunes.Politics of Friendship está basada en la lectura e intervención de dos ejemplares del emblemático libro: Políticas de la amistad (1998) de Jacques Derrida.Detritus y huella de lectura, que se convierte así en un “archivo de afectos”.Siguiendo la comparación con Pitol y Vila-Matas: ¿no es su escritura cruzada,las referencias entre sí que aparecen en diversos textos de ambos autores, a lolargo de veinte años, más que referencias compartidas, un tipo de enunciación de presencias y ausencias, un diálogo de amistad? El propio Derrida anota:

Cuando se habla a alguien, un amigo o un enemigo, ¿tiene sentido distinguir entre su presencia y su ausencia? De una cierta manera lo hago venir,está presente para mí, presupongo su presencia, aunque no sea más que al final de mi frase, al final del hilo, en el polo intencional de mi alocución. Pero simultáneamente, de otra manera, mi frase misma lo aleja o retrasa su venida,desde el momento en que esa frase tiene siempre que requerir o presuponer la pregunta “¿estás ahí?” (Derrida 1998: 197).

La escritura de esta amistad se vuelve así, a través de sus preguntas y respuestas, en el claroscuro de una distancia, en un entramado de “mestizaje de textos y afectos”. Precisamente, para los teóricos del mestizaje, François Laplantine yAlexis Nouss, “lo característico del mestizaje es ese movimiento que consiste enacoger lo que no viene de nosotros sino de otra parte” (2007: 38), y continúan:

No hay mestizaje sin don, sin amistad, sin confianza, lo que en modo alguno significa una ausencia de conflictos. La amistad (más que el amor) no es una relación de captación (tomar al otro, adueñarse de él y ante todo tratar de seducirlo), sino de comprensión hecha de proximidad y de distancia, de fuerte implicación pero también de discreción. Tampoco es una relación de filiación,sino más bien de fraternidad inventada. (Laplantine/Nouss 2007: 38).

Y eso es lo que hacen Pitol y Vila-Matas en el corpus señalado: inventarse una filiación, una postura común que los involucre a ambos; y no simplemente como predecesores mutuos o de escritores con búsquedas estilísticas parecidas, sinode fraternidad.

La amistad puede pensarse como una deuda impagable; así describe Derrida el don, en su libro Dar (el) tiempo (1995), especialmente en el capítulo 2, “La locura de la razón económica: un don sin presente”, donde escribe:

Desear, desear pensar lo imposible, desear, desear dar lo imposible: evidentemente, esto es la locura. El discurso que se rige por las pautas de esta locura no puede no dejarse contaminar por ella. [...] [E]l don, que exige una contabilidad inaudita puesto que no debe encerrarse ni en una equivalencia de entradas y de gastos, ni en un círculo económico, ni en la racionalidad regulada de un cálculo, de una métrica, de una simetría ni de ningún tipo de relación, es decir en un logos, por seguir con esa inyunción del griego, que significa a la vez la razón,el discurso, la relación y la cuenta. La locura del don hace entrar en crisis a logos y nomos, pero puede ser que también a topos. Atopos, como sabemos, significa lo que no está ni en su sitio ni en su lugar [...] y, por lo tanto, lo extraordinario, loinsólito, lo extraño, lo extravagante, lo absurdo, lo loco. Puede ser [...] que solo una locura atópica y utópica pudiera de ese modo dar lugar al don, el cual no puede dar más que a condición de no tener ni lugar, ni residencia o domicilio fijo: el don puede ser, si lo hay. (Derrida 1995: 42).

Por ello, tal como ocurre con el don derridiano, la amistad se prolonga en su enunciación, en los regalos no pagados, que se reciben y dan al otro; cierto desfase es necesario para que se siga extendiendo. Y precisamente, “El oscurohermano gemelo” es un texto de Pitol que se concentra en la tensión entre el desfase entre vivir y escribir lo vivido, entre alejarse para escribir pero al mismo tiempo acercarse para captar el objeto mismo de la escritura, que es la propia vida que en ese movimiento se hace pasar por otra.

José Ramón Ruisánchez sostiene en su ensayo “El viaje (de regreso) de Sergio Pitol” que la figura central de la obra de este se corresponde con un complejo sistema de memoria narrativa: “la memoria personal atraviesa, irremediablemente, el sistema de los libros. Pero, además, no lo hace en forma de citas que se pueden visitar a voluntad, sino de acuerdo a la figura siempre cambiante del regreso de la memoria” (2014: 143); es decir, de la falta y pago a través de la ficción de aquello que se narra.

Este mismo núcleo es el que Vila-Matas trabaja en su obra y es por eso que la filiación entre ambos es tan reconocible. Ambos trazan “el mapa de su vida” al escribir, y cuando dejen de hacerlo, dice Pitol en “El oscuro hermano gemelo”, irremediablemente vendrá la muerte, “no la definitiva sino la muerte en vida, el silencio, la hibernación, la parálisis, lo que es infinitamente peor” (1995:12). Por eso, mientras se viva en las palabras de otro, algo permanecerá

Ambos escritores son los personajes de sus ficciones, viven en la delicada diferencia entre la enunciación y lo enunciado –lo escrito y lo vivido–. Incluso llegan a convertirse en personajes de la ficción del otro, doble giro sobre la idea de autoficción y de “línea de ficción” (Casas 2012: 13): ya no solo se tratade presentar las propias experiencias bajo una forma literaria que haga oscilar la idea de yo, de realidad y representación, sino de presentar al otro que me ha representado en sus textos.

Escribe Sergio Pitol citando a Justo Navarro: “Ser escritor es convertirse en un extraño, en un extranjero: tienes que empezar a traducirte a ti mismo. Escribir es un caso de impersonation, de suplantación de personalidad: escribir es hacerse pasar por otro” (1995: 7). Por su parte, en una conversación con Jean Echenoz,Enrique Vila-Matas sostiene: “escribimos siempre después de otros” (2010: 22).En este desajuste de idea de autoría, contrariamente a Roland Barthes que declaró que el escritor solo nace a la par que su obra y que “no es en absoluto el sujeto cuyo predicado sería el libro” (2009: 79), es que los libros de estos autores y sus relaciones simbólicas con el campo cultural literario se vuelven atributos de sus imágenes como escritores. Pitol y Vila-Matas proyectan una imagen de sí mismos al interior de sus textos; de esta manera, esas proyecciones fantasmales se vuelven habitantes del espacio literario, de su imaginario y sus relaciones.

Algunos críticos literarios reconocen al movimiento de proyectar al yo en las ficciones como un principio de autorreferencialidad (Quintana 2007), deautoficción (Del Pozo García 2009), de figuración del yo (Pozuelo Yvancos 2010),o de metaficción (Gomís 2010; Ródenas de Moya 2012); aunque también se podría llamar “ficción compartida”, a esa postura común ante la idea de ficción yla asunción de compartir ese espacio especular con otros autores, en este caso con un amigo.

En Políticas de la amistad, Jacques Derrida indaga en la amistad más allá del principio de fraternidad; esto lo lleva a replantearse el posible origen de los sistemas democráticos, y a sostener que la figura del amigo, con quien se puede llegar a un consenso es también, y, sobre todo, la del enemigo espectral del disenso crítico y la interrupción.

Sin embargo, en lo que más profundiza, desde el comienzo del libro, es en explicar la dificultad que existe cuando se intenta nombrar la espera, a la que Derrida llama: el “contratiempo” de la amistad. Escribe el teórico francés: “el contratiempo sonríe a la cita, viene sin retraso, pero sin renuncia: no hay cita prometida sin la posibilidad de su contratiempo. Desde que hay más de uno” (1998: 18).Así como no hay idea de regalo sin la de deuda; no hay continuidad de dones sin el desequilibrio que estos instauran. Y es a través de estas dualidades: amigo/enemigo, cita/contratiempo, regalo/deuda, que Derrida postula la posibilidad de la amistad entendida como una lengua que trabaja, al mismo tiempo, gracias a la memoria del préstamo y a la traducción; esta última actividad entendida por Friedrich Schleiermacher como un tipo de hospitalidad lingüística de una lengua en otra, de un autor en otro, de un autor en su lector y viceversa. Es decir,la amistad para Derrida es nombrar y escribir al otro, lo que, a su vez, implica nombrar su futura ausencia (1998: 29).

Giorgio Agamben, en su ensayo La amistad (2005), nota que el texto anterior está focalizado en una cita falsa de Aristóteles, pero asumida como verdadera gracias a la repetición y a la autoridad de quien Derrida toma la cita:Michel de Montaigne. La cita en cuestión proviene de su texto “De la amistad”.Así describe Agamben el enredo textual: “He aquí, pues, una cita citada. Pero la cita de una expresión atribuida, solamente atribuida, por una especie de rumor o de opinión pública. “Oh, amigos míos, no hay ningún amigo” es una declaración prestada a Aristóteles” (2005: 18). Después precisa: la cita “Ô phíloí, oudeís phílos” originalmente es “Hô phíloí, oudeís phílos”: “Aquel que tiene (muchos amigos), no tiene ningún amigo”. Y se encuentra en el apartado de Aristóteles del libro Vida de filósofos de Diógenes Laercio

Agamben, cuenta en su ensayo, comunicó enseguida a Derrida la falla,pero él hizo caso omiso. “Si el lema –apócrifo según los filósofos modernos–figuraba en el libro en su forma originaria, no era ciertamente por un olvido (descuido): era esencial, en la estrategia del libro, que la amistad fuera, al mismo tiempo, afirmada y puesta en duda” (2005: 5). Para Derrida, y su metodología de genealogía nietzscheana, la duda era precisamente la posibilidad de imaginar la amistad: esa tensión negativa que genera una fisura en la certidumbre de su condición; nombrar al amigo como una interrogación posibilita el replanteamiento político del término. Por eso, cuando Derrida escribe sobre este tema,lo hace mediante una sintaxis que contrapone tiempos gramaticales complejos.

Trasladado estas ideas al corpus de textos que plantean la amistad de Vila-Matas y Pitol, se puede decir que su escritura cruzada acontece en un tiempo de textualidad: tiempo de escritura y publicación, memoria recobrada al leerse.El texto más ejemplar al respecto es “De cuando Enrique conquistó Asjabad y cómo la perdió” de Sergio Pitol, publicado en un diario mexicano de circulación nacional y que comienza relatando una omisión, un contratiempo:

Enrique y yo hemos coincidido en muchos lugares: congresos, simposios o simposia como dicen los doctos, conferencias, presentaciones de libros o de autores, mesas redondas, asambleas, celebraciones de una cosa u otra, y para mí siempre ha sido una fuente de estímulo y regocijos. En esos lugares encontramos a amigos comunes y hacemos otros nuevos. Somos expertos de esquivar a aquellos personajes que aparecen en esos lugares para declamar la verdad, toda la verdad, que van enunciando siempre. Enrique ha enumerado en varios artículos casi todas las ciudades donde nos hemos encontrado, digo “casi” porque nunca menciona los días de Asjabad, la capital de Turkmenia; es más, no recuerdo que hayamos aclarado lo que sucedió allí. (Pitol 2005: 1).

Ruisánchez nota que la omisión es parte de la poética (economía) pitoliana: Sergio Pitol comienza sus textos con “la formulación de una deuda, una ausenciaque se debe reparar, un olvido que se intenta enmendar” (2014: 140).Por su parte, como respuesta, Enrique escribió dos meses después “Viajar y escribir”, que publicó en un diario español. En el texto se lee:

Desde que le conocí en Varsovia en 1973 y él me acercó a la gran literatura, le debo mucho a Pitol, mi oscuro hermano gemelo, y así lo he dicho en un reciente prólogo a la edición de sus mejores cuentos. Allí hablo de las sobremesas de Varsovia y de mi aprendizaje de lo literario. Viajar y escribir parecía el lema, la divisa de este escritor. Y lo era, lo es, lo ha sido siempre. A lo largo de la vida melo he encontrado en los lugares más insospechados: fortuitos encuentros en lugares tan distintos como Asjabad, Veracruz, Caracas, París, Aix-en-Provence,Praga, Desvarié y Kabul. (Vila-Matas 2005: 3).

Nótese que la frase escrita por Pitol en el primer texto de este corpus: “oscuro hermano gemelo”, gracias a su repetición se vuelve una frase compartida entre los dos autores, un punto de apoyo, encuentro y proyección: cada escritor, doble del otro. También es importante destacar cómo al recontar una misma historia,el hecho de que la crónica de Asjabad haya sido una ficción o, por el contrario,un texto apegado a hecho reales, pasa a segundo plano; lo importante es que los dos habitan ese recuerdo escrito. En esa habitación común de la ficción, la amistad paga la propia deuda que la posterga y la posibilita.

La amistad implica su postergación, un regalo siempre a destiempo que no se confirma al momento de su enunciación sino en retrospectiva y fuera de ésta. Su fuerza como enlace radica en la relación de acuerdo o desacuerdo que genere. La amistad literaria de Vila-Matas y Pitol se representa y depende en ese ir y venir de textos: la recuperación de tiempos compartidos que diseminan sus propios límites al interrumpir su fin.
Texto a texto, la amistad de estos dos autores se transforma en una novela diseminada, interrumpida por su publicación periódica, en varios libros, en va-rios medios diferentes. Su amistad es un tipo de fidelidad sostenida en ese tiempo complejo que implica la ficción y los medios que la producen y condicionan.

4. Amistad como nombramiento

En la obra de Sergio Pitol y Enrique Vila-Matas existen una preocupación por la escritura como trabajo, que mayormente ejercen personas solas; El viaje (2000) y El mal de Montano (2002) son ejemplos de ellos, en ambos libros la realidad se presenta como la experiencia de una persona que imagina las relaciones de esta en términos literarios: para todo existe un símil en la literatura, cada hecho tiene un eco en alguna obra pasada. ¿Qué significa entonces nombrar al amigo cuando se ejerce una carrera, entendida desde principios del siglo xix, como una actividad solitaria?

Escribir sobre literatura no se presenta en la obra de estos autores como un ejercicio de erudición, ni tiene la intención de crear una escritura para escritores, sino de elaborar con esas referencias una cámara de resonancia: la “necesidad de encontrar hermanos muertos, nombres en los cuales resuene su verdad” (Ruisánchez 2015: 60).

Tanto en Pitol como en Vila-Matas la necesidad de inventarse un lector está presente en su obra como reflexión constante; el lector vila-matiano, el lector pitoliano: ambos conformando una comunidad donde se comparten valores estéticos y éticos, una misma responsabilidad hacia la ficción y la realidad literaria, que en estos autores, como sostiene Noguerol, conforman obras conscientesdel valor de una literatura voluntariamente errante pero nunca errática, ya que convierten el estilo en único principio unificador de su escritura (2016: 177); es decir, sus obras vuelven sus representaciones de la realidad en el contexto necesario para leerlas como experiencia literaria (Pozuelo Yvancos 1993: 99)

Al partir de bases comunes estilísticas, el problema de la representación se vuelve central: qué representar y cómo hacerlo. Las respuestas por supuesto,como se ha estado tratando desde comienzos de este texto, están relacionadas con el medio literario y la posibilidad de la amistad entre agentes dentro de este; en ese mundo, las referencias y temas se repiten, los modelos persisten a base de variaciones, al tiempo que la pregunta por lo literario y la amistad se vuelve incontestable.

“Mimesis es, claro, imitación pero también y sobre todo imposibilitar deimitar. En la grieta misma de esta relación, la mimesis nos enseña a mirar los materiales con que se imita y se fracasa”, explica José Ramón Ruisánchez (2015:105). Páginas después en su libro Pozos, añade:

La mimesis es el lugar donde dialogan en su bifurcación siempre incompleta lo imposible y los impostulable: la operación de la mimesis es sumamente fácil de postular pero imposible de llevar a cabo. La relación entre lo postulable y lo imposible se construye con un intento llamado imitatio cuyo fracaso parcial se llama mimesis. […] La mimesis nos hace volver sobre las posibilidades del medio: el fracaso no es solamente una carencia sino también un exceso, el del medio mismo que muestra su indocibilidad. (Ruisánchez 2015: 107).

La mimesis es un desplazamiento que difiere de sí, que se vuelve una enunciación errante. Una grieta sobre los propios sistemas de representación que se intentan plasmar. Mimesis y amistad trabajan en esa resta insalvable

Por otra parte, el estilo común de Pitol y Vila-Matas sería, en las propias palabras de este último: “contarlo todo, pero no resolver el misterio” (2015: 18),distorsionar lo que se mira mientras se viaja, mientras se escribe la vida siendo otro y se pierden países, pero se ganan amigos con los que se pueden seguir siendo un extranjero. Su escritura se presentaría así, como vínculo y medio hacia la misma comunidad de lectores-amigos que enuncian

Ya Michael de Montaigne había ubicado su citado ensayo sobre la amistad, donde habla de su amigo Étiene de la Boétie, a mitad de su libro, como cobijo, señala Ruisánchez (2015: 70), para que su amigo brille desde la presencia remota de la enunciación de la amistad, atemporal, como contratiempo a la muerte.

Para Montaigne la amistad surge de la libertad de asociación de la que surgen también los afectos como un “chaleur générale et universelle” (2014: 388).No es casualidad que Giorgio Agamben relacione este abrazo caluroso con el misterio y la posibilidad de los relatos en su ensayo El fuego y el relato: “Solo podemos acceder al misterio a través de una historia y, sin embargo (o, tal vez,deberíamos decir de hecho), la historia es aquello donde el misterio ha extinguido y ocultado sus fuegos” (2016: 13).

En la particular forma de pensar la ficción de Vila-Matas y Pitol –donde la realidad es referente para la distorsión cálida de la ficción– es donde nombrar al otro cobra relevancia a la vez que ancla a los personajes en una condición específica de escritura. Cuando se enuncia el nombre propio del amigo, se nombra desde la postura de otro, posiblemente de ese mismo amigo, y por lo tanto no desde el campo de la vida sino de la letra. Esto llevó a Jacques Derrida a concluir que “lo que remite al nombre no remite jamás a lo viviente: nada pertenece a lo viviente” (2009a: 34); pertenece a lo gramatológico, al espacio de la textualidad que siempre es un más allá. Enrique Vila-Matas escribe: “La obra es la muerte hecha vana o transfigurada” (2002: 296)

Pero precisamente por esto es que se vuelve necesario nombrar al otro,para llevarlo consigo, para salvaguardarlo de la muerte en vida, del silencio, la hibernación y la parálisis de la escritura, que llegará irremediablemente. Crear un territorio de ficción habitable para el amigo, es comenzar a imaginar una nociónde comunidad.

5. Amistad para repensar la muerte

En su texto sobre la amistad, Giorgio Agamben puntualiza que la palabra “amigo” se define como no-predicativa; es decir, no crea su objeto cuando se le nombra. Amigo es más un adjetivo, un nombramiento que no es constativo, un reconocimiento de otro. Amistad más que referencia del mundo es una experiencia de este (2005: 6), y se vuelve una cercanía tan estrecha que no es posible hacer de ella una representación de esta, ni un concepto (2005: 7). Entonces ¿cómo es posible representar lo irrepresentable en el discurso literario que depende casi enteramente de su capacidad de generar una realidad aparte?

Sergio Pitol y Enrique Vila-Matas, dedicados a crear un espacio de ficción propio, lo logran al hacer consciente este problema de imitación y mímesis en sus libros; y, más importante, al insistir en su nombramiento indócil. Así ocurre en Lejos de Veracruz donde se narra el viaje de una figuración de Vila-Matas a México para olvidar un poco el suicidio de su hermano Antonio; para ello visita Guadalajara, Ciudad de México y Xalapa, donde conoce a un tal Sergio Pitol.

Escribe Vila-Matas cifrando muy poco un homenaje a la novela de Juan Rulfo y a la literatura, reconocidamente, mexicana:

Fui a Xalapa como quien va a Comala. Fui a Xalapa porque me dijeron que ahí andaba quedándose a vivir Sergio Pitol, que había sido un buen amigo de mi hermano Antonio […].Encontré a un Sergio Pitol afectado por el suicidio de mi hermano Antonio,pero feliz de estar dando los últimos retoques a su casa nueva, a su vida nueva,lejos ya de Ciudad de México, donde se sentía incómodo, instalado por fin enXalapa, muy cerca de sus orígenes, cerca de su familia y del lugar en el que había nacido y que abandonó muy joven para recorrer el mundo. (Vila-Matas 1995: 12-13).

En estas primeras páginas de la novela, no solo se presentan las claves del libro,sino de la literatura vila-matiana y pitoliana: referencias al campo literario, un texto ficticio consciente de su propia condición de ficción, constantes reflexionessobre arte y literatura –algunas veladamente ficticias– por parte del yo-narrador,autorreferencialidad y la idea de la escritura como posibilidad de supervivencia.Todos estos elementos tejen un discurso de complejidad, que como señala Ruisánchez, está en permanente construcción:

… donde nunca se llega a la cartografía definitiva, donde cada nueva imagen del pasado, modifica la figura de la historia, pero al mismo tiempo revela carencias, huecos, donde la ficción suple a la memoria cuando se ha perdido su ‘huella primigenia’, y en muchas ocasiones, la ficción, a su vez lleva a nuevos recuerdos. (Ruisánchez 2014: 143).

A través de la escritura, parecen decirnos estos autores, se logra una redención ante el infierno de lo real; ya que la literatura, para ellos, se ubica en un espacio fuera de la realidad, y que por lo tanto es posible replantearla como último refugio “porque nadie puede sobrellevar la vida solo” (Derrida 2009b: 76). En ese espacio ficticio se nombran a los amigos, que se vuelven otra cara, oscura,del propio escritor. Escribe Agamben: “El amigo es, por esto, otro sí, un héteros autos. En su traducción latina –alter ego– […] El amigo no es un otro yo, sino una alteridad inmanente en la mismidad, un devenir otro de los mismo” (2005: 10).

En la novela Lejos de Veracruz, se dice que antes de regresar a su país, el protagonista Enrique viaja con Pitol a Veracruz donde imagina un texto titulado “Es que soy de Veracruz”, donde descubre su origen como escritor: sentado en un café al lado de Pitol, escuchando a una mujer cantando a Agustín Lara y La Bamba, que Enrique Tenorio pensará que la felicidad de la palabra y su ritmo nunca podrá ser alcanzada por el mutismo por el que abogaba Beckett, y que laoriginalidad literaria no suplantará la furia de la vida que se puede sentir al viajar,perder países y ganar amigos (1995: 16-17).

En una de las primeras críticas a esta novela, Ignacio Echevarría escribió:“El infierno es el otro. Pero también el dolor de no ser ese otro” (1995: 11). Pero ahí mismo, en esa brecha es posible imaginar la empatía de la que nacerán los afectos, y es el lugar donde la presencia del otro se volverá impagable. Escribe Ruisánchez que “lo necesario no deja de escribirse, precisamente porque no logra decir lo imposible, porque lo imposible es también impostulable” (2015: 132).Vila-Matas y Pitol no dejan de ser amigos y sus ficciones son el diálogo en deuda que se postergan, se perpetúan en desequilibrio

Para José Ramón Ruisánchez, la mayor parte de las deudas de amistad quedan impagadas. “Y es mejor así: entre amigos uno siempre debe pagar de menos o regalar de más. El pago exacto permitiría que la relación se acabara. […] los amigos son dos que no saben pagarse una deuda” (2015: 32), y así rompen el intercambio “justo” premeditadamente capitalista; el intercambio en desequilibrio es don que instaura un proyecto comunal, como piensa Agamben la amistad: como una comunidad que “forma parte de lo mismo” (2005: 12)

Edda Gaviola escribe en su texto del libro A nuestras amigas: que al enterarse de la muerte de su amiga y compañera Margarita Pisano, pasó un shock que la enfrentó con la finitud de la vida, de donde surgió la escritura de losrecuerdos y las historias vividas (2016: 7). A partir de ese momento hace suya la experiencia en conjunto de su amistad; desde donde recupera las acciones con las que construyeron su complicidad “con la gran posibilidad de trascender el espacio de lo íntimo” (2016: 12). El texto de Gaviola, en su textualidad hace posible aquello que Derrida imagina como el proyecto de la amistad:

Hacer nacer el proyecto, la anticipación, la perspectiva, la pro-videncia de una esperanza que ilumina por anticipado el porvenir, llevando así el renombre más allá de la muerte. […] A causa de la muerte y de ese único paso más allá de la vida, la amistad nos da, pues, una esperanza que no tiene nada en común, excepto el nombre, con cualquier otra esperanza. (Derrida 1998: 20).

En los textos y obras revisadas de Enrique Vila-Matas y Sergio Pitol, se crea un espacio común para su amistad, para su prolongación más allá de la muerte,para esa esperanza que va más allá del final de la literatura y los libros. Ficción como espacio para la resucitación de los amigos muertos. En ese resguardo del otro en las que transforman sus ficciones para acoger lo que no viene de sí mismo, sino de otra parte.

6. Conclusión

Cierro, o más bien vuelvo, con la imagen recurrente en la amistad de Vila-Matas y Pitol, el momento de su inauguración:

Quién sabe si nuestra amistad de tantos años no se ha fundado y refundado siempre desde la nostalgia constante de aquella tarde de risas en el café de Varsovia. En aquella y otras muchas tardes y muchas otras risas de aquel agosto de 1973 en el que hubo muchas conversaciones de sobremesa, pláticas sobre literatura. Silencios también. Yo apenas había leído nada en esa época y la verdad es que no estaba en condiciones para hablar de literatura. (VilaMatas 2004: 74).

En esa cercanía cómplice que nunca deja de iniciar, que se reinaugura en la encadenación de textos a través de los años, se ha creado una manera de representary pensar la amistad desde la literatura que evade el funcionamiento solitario del campo literario postulado por Bourdieu. En el corpus de textos de Pitol y Vila-Matas sobre su amistad –aunque más que corpus es mejor hablar de una ficción compartida– existe un interés por lo que hace/escribe el otro y una preocupación constante por cómo está; esto crea una nueva manera de imaginar los afectos desde la ficción hispanoamericana a comienzos del siglo xxi.

Escribir la ficción de la amistad, como se ha visto, es tejer una red de elementos comunes, que se presenten como dones: regalos impagables que extiendan y propicien la existencia del vínculo mismo. La paradoja derridiana de la condición del don, es la misma del campo literario: a la vez que crea amistades, este segrega para encumbrar individualidades. Por ello es tan relevante,en tiempos de precariedad laboral para personas dedicadas a la literatura y a su crítica, replantear ese modelo; la amistad de Pitol y Vila-Matas invita a imaginar una nueva posibilidad: uno donde se suscite la confianza, lo que no significaría una ausencia de conflictos ni de crítica, pero sí la posibilidad de crear relaciones de compresión hechas de proximidad y distancia, de filiación y amistad.

Obras citadas

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