Dentro y fuera de la pantalla.
Elwood está al volante. Se pasa un semáforo en ámbar tirando a rojo. Le para la policía. Le piden el carnet. Sabe que saltarán todas las alarmas por un cúmulo de infracciones. Lo van a detener.
A su lado, de copiloto, está su hermano Jake. Ha salido de la cárcel ese mismo día con la condicional por buena conducta. Teme que va a volver al trullo y culpa a Elwood por su torpeza.
–Tranquilo, no nos cogerán, tenemos una misión divina.
Y no, no los pillan. Tras destrozar una superficie comercial –“¡este lugar tiene de todo!”, exclama el ex recluso– a la estela de una persecución masiva, los dos llegan al cobijo destartalado y mínimo del que Elwood dispone en el Loop de Chicago, en el centro, debajo del trazado ferroviario elevado tan característico de la ciudad. “¿Cuantos trenes circulan?”, pregunta Jake al constatar el tráfico justo en la ventana. “Tantos que ni te das cuenta”.
En ese momento ya han visto la luz –gracias al reverendo Cleophus, el vivo retrato de James Brown–, lo que significa que han de reconstruir su banda de R&B y montar conciertos para recaudar fondos con urgencia.
Ese es su recurso para cumplir la misión divina de rescatar el orfanato de la iglesia de Sant Helen, donde se criaron, que está al borde del desahucio por una deuda con el fisco de 5.000 dólares.
Esto es Blues Brothers, la película dirigida por John Landis que hizo realidad el sueño de dos comediantes, dos estrellas del mítico Saturday Night Life (SNL) a finales de los años setenta (entraron en el programa en 1975). Querían convertirse en músicos asumiendo otra personalidad.
Su estampa es hoy icónica y muy imitada: botas negras, traje negro, corbata negra, sombrero negro y gafas de sol oscuras. Sus largas patillas y su “acrobático deportiva” manera de bailar.
Este verano se cumple el 40 aniversario del estreno de lo que en España se conoció con la lamentable traducción de Granujas a todo ritmo. John Belushi y Dan Aykroyd llevaban varios años transformándose en los hermanos Blues: Jake y Elwood.
Los estudios Universal jugaron fuerte. Se gastaron una fortuna de la época (el presupuesto inicial de 17,5 millones de dólares se incrementó en diez más), amparándose en el enorme tirón que Belushi disfrutaba. Cuando el 24 de enero de 1979 cumplió los 30, aún festejaba su triple éxito, sin precedentes, cosechado en 1978. Había logrado el número uno con un disco (el primero de Blues Brothers, Briefcase full of blues), número uno en un show televisivo (SNL) y número uno en el cine con Desmadre a la americana.
“La fama no es una ciencia exacta. La única explicación fácilmente disponible para el atractivo universal de John Belushi es que nadie había sido antes John Belushi, al menos no a esa escala”, escriben Judith Belushi Pisano (la viuda) y Tanner Colby en la biografía titulada Belushi
Las reseñas del film fueron malas. Si el crítico del Chicago Sun-Times, Robert Ebert, aplaudió el film (la metrópolis es una protagonista más), David Denby la calificó en The Washington Post de “frenética y estúpida”.
“Esta es una película modesta, que dicen ha costado cerca de 30 millones, ¿y qué han hecho con todo ese dinero? Decenas de coches destrozados, muchos extras, números de baile exagerados y una vacuidad que ciertamente
no fue barata”, sentenció Janet Maslin en The New York Times.
Todo apuntaba a un desastre épico. Pero este es uno de esos casos en que hay una disparidad total entre el desprecio de los expertos y la atracción de los espectadores, a pesar de las trabas. Un film de gran presupuesto se estrenaba en 1.4000 salas a lo largo del país. Blues Brothers solo consiguió unas 400 y no las mejores.
Hubo resistencia. En la citada biografía, Landis explica que Lew Wasserman, que era el todopoderoso jefe de Universal Pictures, le llamó a su despacho, una vez que el trabajo estaba listo.
Allí estaba Ted Mann, el exhibidor que tenía la propiedad de los teatros del barrio de Westwood, en Los Angeles. “Ted me dijo –recuerda el director–, ‘le pido disculpas pero no vamos a programar su película’”.
–¿Por qué?
–Pues porque no quiero negros en Westwood Village.
“Me quedé en shock. Los propietarios de salas de Estados Unidos pensaron que los blancos no irían a ver Blues Brothers”, añade.
Algo se les escapó a los críticos y a los exhibidores de una obra que no está claro qué es, si una comedia, un musical, una de aventuras o una gamberrada. O un compendio de todo eso y más.
Las actuaciones de la banda están intercaladas entre cameos –como Carrie Fisher, novia en la vida real de Aykroyd y novia despechada de Jake en el film– y apariciones estelares. Además de James Brown, actúan John Lee Hooker, Aretha Franklin, Ray Charles y Cab Calloway.
Su contratación no fue difícil. Salvo Ray Charles, los otros pasaban por un momento de olvido y este trabajo les catapultó.
Blues Brothers recaudó por aquellas fechas 115 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los éxitos más perdurables de Universal. Y suma y sigue. Se continuó programando en numerosos cines en sesiones golfas.
Una encuesta de la revista Rolling Stone la colocó entre las quince películas de culto más admiradas, una lista en la que figuran Pulp Fiction de Quentin Tarantino, Cabeza borradora de David Lynch, La naranja mecánica de Stanley Kurbrick o El gran Lebowski de los Coen.
“Este filme todavía es relevante”, asegura Dan Aykroyd en unas recientes declaraciones a The Hollywood Reported con motivo del cuarenta cumpleaños. “Es anti nazi, es antirracista, venera la cultura afroamericana, homenajea a los artistas negros. Y fuimos proféticos sobre la militarización de la policía”, recalcó.
Y aún se puede añadir que aborda la cuestión de la codicia inmobiliaria. Asuntos que sucedían en 1980 y que están más que vigentes en esta sociedad estadounidense de 2020, como se observa en estos meses de agitación, después de la muerte de George Floyd, por la manifestaciones de rechazo al racismo, la desigual por el color de la piel y la brutalidad policial contra los negros.
“Odio a los nazis de Illinois”, dice Jake Blues en el filme, otros de sus perseguidores, a parte de la policía, la guardia nacional o una banda de música country, todos blancos, por supuesto.
El guió original lo escribió precisamente Aykroyd. Aunque había pergeñado los bosquejos de sus números teatrales, jamás se había enfrentado a un guión ni había visto ninguno. Lo habitual suponía una extensión de 120 a 150 páginas. A él le salieron 324. Cada uno de los músicos de la banda que fichaban tenía su historia.
Ese volumen lo metió encarpetado con la cobertura de las páginas amarillas de San Fernando Valley. Era tan grueso como un listín telefónico, comentó el productor Bob Weiss, que fue quien lo recibió. “Acabé siendo el coguionista porque el relato de Danny, aunque fascinante y magnífico, no se podía filmar”, remarca Landis en la biografía de Belushi. Su autora reconoce que John pensó que ese borrador era fabuloso, pero suponía reemplazar a los músicos de la banda por actores al haber mucho diálogo y el proyecto partía del principio de la fidelidad.
Ese volumen lo metió encarpetado con la cobertura de las páginas amarillas de San Fernando Valley. Era tan grueso como un listín telefónico, comentó el productor Bob Weiss, que fue quien lo recibió. “Acabé siendo el coguionista porque el relato de Danny, aunque fascinante y magnífico, no se podía filmar”, remarca Landis en la biografía de Belushi. Su autora reconoce que John pensó que ese borrador era fabuloso, pero suponía reemplazar a los músicos de la banda por actores al haber mucho diálogo y el proyecto partía del principio de la fidelidad.
Pese a las consideraciones que se quieran hacer, Blues Brothers es, más que nada, una historia de amistad, del amor a primera vista que surgió entre John y Dan.
Corría 1973. Aykroyd, un canadiense de 20 años, con estudios diversos, incluso en un seminario, regentaba el 505 Club, un speakeasy en Toronto. Y actuaba en Second City, famoso escenario de comedia basado en Chicago que se había expandido a Toronto.
Una noche de pronto entró en el 505 un tipo de 24 años, vestido con una gorra vieja de taxista, una bufanda blanca y una chupa de cuero. Era John Belushi, que había sido alumno de Second City –los dos habían coincidido ahí un rato antes–, pero que se mudó a Nueva York enrolado en el show The National Lampoon Radio Hour. Había viajado al otro lado de la frontera en busca de talentos y descubrió el suyo.
Le pidió a Aykroyd que aceptara la oferta de ir a la Gran Manzana y este declinó. En la jukebox, la máquina de discos, sonaban los Down Childs Blues. “Es una banda local. Tú eres de Chicago, deberías saber de blues”, le dijo.
“Nah, soy de heavy metal”, replicó John. Empezaron a hablar de música y de formar una banda juntos. Howard Shore (luego director musical de SNL y compositor de la trilogía de El señor de los anillos) estaba allí esa noche. “Os podríais llamar Blues Brothers”, propuso Shore.
Así arrancó la cosa. Simbiosis total entre polos opuestos. Uno, Aykroyd, era metódico, científico, reservado. El otro, Belushi, lo que se dice una cabra loca, expansivo en su genialidad. Aykroyd moría por el blues y esto causó profunda sensación a Belushi.
Tres años después, los dos debutaron en SNL, haciendo voces y tocando la armónica. Fue cuando empezó la transformación en Jake y Elwood, dos clásico reincidentes. “Malos tipos, no moralmente demoníacos o espiritualmente malvados, solo en el sentido de saltarse la ley y querer lucir como agentes del FBI para parecer de conducta convencional”, describió Aykroyd en su día. La inspiración de su vestuario la hallaron en la carátula de un disco de John Lee Hooker, al que le dieron un tono hasídico.
Su primera actuación como Blues Brothers se produjo en 1976, pero sin su indumentaria. Su verdadero momento fundacional se produjo el 22 de abril de 1978, en uno de los shows de SNL presentado por Steve Martin. En la apertura interpretaron Hey bartender con Floyd Dixon.
Meses después, el mismo Steve Martin les pidió que fueran los teloneros en sus nueve conciertos en Los Ángeles. Se enfrentaron a idéntico problema que en la película, la necesidad de reclutar a la banda. John utilizó métodos de presión casi parecidos a los de la ficción.
Éxito rotundo. De esos conciertos salió su primer disco y la catapulta para la película. En el rodaje hubo varios parones: la cocaína estaba haciendo estragos en la salud de John Belushi.
Murió el 5 de marzo de 1982 por una sobredosis. En 1998 Se estrenó una secuela, Blues Brothers 2000, siguiendo la fórmula de actuaciones y cameos de famosos.
Sin embargo, ya no estaba Jake para descubrir la luz.
La película ‘Blues Brothers’ se estrenó hace 40 años, pero el culto a Jake y Elwood, los tipos de negro, continúa vivo
ESTRENO EN 1980
Los críticos hablaron mal en su reseñas, pero el público respondió con entusiasmo
DE RÉCORD
El presupuesto fue de 27,5 millones, una fortuna, pero recaudó 115 millones
RACISMO
Muchos cines rechazaron proyectarla porque era una película de negros
AÚN RELEVANTE, DICE AYKROYD
“Es antinazi, antirracista y fuimos proféticos sobre la militarización policial”
UNA HISTORIA DE AMISTAD
Además de todo, este filme es la historia de amistad de John Belushi y Dan Aykroyd
CÓMO EMPEZÓ TODO
Se conocieron en 1973 y el nacimiento oficial de los Blues fue en 1978 con ‘Hey Bartender’
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