«Yo me preguntaba, pero olvidaba responder. Me soñé una vida, pero me olvidé de ser. Viajé alrededor del todo, pero me olvidé de partir: pues preso estaba aquí, en Aniara». Aniara es el nombre de la nave espacial cuya misión es transportar a Marte a los últimos supervivientes de la Tierra devastada por una explosión nuclear. Después de una colisión con un asteroide, la nave se sale del sistema solar y queda eternamente perdida en el espacio sin fin.
En 1953, Harry Martinson, Premio Nobel de literatura en 1974 (galardón que compartió con su compatriota Eyvind Johnson), publicó un poemario titulado Cigarra, en el que se recogían veintinueve poemas bajo el título El canto de Doris y Mima. Tres años más tarde, Martinson añadió otros setenta y cuatro poemas y publicó así el que quizás sea su trabajo más singular: Aniara
Es difícil hablar de Aniara porque, de forma resumida, se podría decir que es un poema épico de ciencia ficción, en el que se narra un viaje espacial; pero lógicamente hay más. Suponiendo que por la época en la que fue publicado Aniara las distopías eran algo en boga, así se refleja por ejemplo con Huxley y su Un mundo feliz en 1932, Orwell, con 1984 en 1948, o Bradbury y Farenheit 451 en 1952, Martinson crea un mundo distópico, en el que aparecen neologismos de una lengua dorisburguesa, y en el que nos narra un viaje espacial en el que ocho mil personas huyen de una tierra en conflicto ecológico y de paz.
En su camino, la nave se cruza con unos asteroides contra los que colisiona y la desvía de su curso dejándola así a merced del vacío (todo esto se ilustra en un mapa/póster que se incluye al final del libro). El autor nos habla del porvenir apocalíptico al que la Tierra se ve expuesta debido a la pérdida de la espiritualidad y la falta de alimento para el alma, dando paso a un mundo hedonista, totalitarista, científico, rutinario, es decir, un mundo vacío en el que el propio arte, representado en el libro por Mima, se autodestruirá ante tanta vaguedad.
Pero estos son algunos de los temas, Aniara nos habla de otras cosas, como por ejemplo de la libertad, porque uno podría pensar que no hay mayor libertad que la de viajar por el Universo, donde el espacio es infinito; sin embargo, quizás la absoluta libertad sin saber hacia dónde se va, o hacia qué libertad, produce la sensación contraria, la de estar «atrapados en el espacio como presos del vacío en el que vagábamos», o como dice en el canto 25:
Viajamos tranquilamente en este sarcófago, ya no perjudicamos, como antes, al planeta ni difundimos la paz de la muerte. Aquí podemos preguntar sin más, responder con la verdad, mientras la nave Aniara, que va sin rumbo, por la sala desierta del espacio se aleja de una era infame
Uno de los grandes aciertos del poema es haberlo traducido y publicado en prosa, pues aunque pueda parecer que se pierde la esencia de la obra se produce lo contrario, ya que de esta manera la lectura es menos ardua, porque lo que sí hay que reconocer es que Aniara no es una lectura sencilla, y la traductora, Carmen Montes Cano, ha sido capaz de mantener el ritmo y el tono del poema introduciendo ese cambio a prosa.
Aniara es una historia apocalíptica que nos propone reflexionar sobre el devenir del ser humano si solo damos valor a los dogmas de las ciencias aplicadas (por desgracia nunca se piensa en las ciencias humanas cuando se utiliza el término ciencia), en donde el summum de las mismas es esclarecer todo a través de la razón, como en otras épocas lo fue dar explicación a todo mediante la fe.
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