El Hada sabe de mi gusto por las cosas raras y por ese motivo me informó, no sin cierto retraso, de que en 1792 el licenciado Francisco Agustín Florencio escribió el manual pedagógico titulado Crotalogía, o ciencia de las castañuelas, y que en ese volumen figuran grandes frases como, por ejemplo, esta inapelable sentencia: El que no toca las castañuelas no se puede decir que las toca ni bien ni mal. O esta: El bailarín que toca las castañuelas hace dos cosas; y el que baila y no toca, no hace más que una cosa.Un mismo cuerpo no puede a un mismo tiempo tocar y no tocar las castañuelas.
Ya en la frase inicial del prólogo, el licenciado afirma sorprendentemente: Siempre he sido sumamente desconfiado de mis luces. Luego, ya más tranquilo, Florencio admite que yo he querido ser inventor, y si no he inventado la pólvora, ni me he echado por esos mares como Colón, para hallar otro mundo, ni por esos cielos como Galileo, para encontrar el movimiento de la Tierra, a lo menos he procurado inventar una Ciencia alegre, risueña, festiva.
Pero, ay, tras inventarla, nuestro héroe duda de si la ciencia crotalógica tiene un interés real para el público, así que consulta a un buen amigo. Este va directo al grano, contesta con energía al licenciado (Bien dice el refrán que Dios da narices al que no tiene mocos) y le urge a que publique la Crotalogía. Tras escuchar los consejos del amigo, Florencio afirma que las orejas se me están ardiendo de la vergüenza que me da verme tan alabado y no se lo piensa más y da a la imprenta la obra a la que nos referimos.
Por el momento sólo me he leído el prólogo, pero prometo examinar con atención los 14 capítulos y el apéndice que le siguen. Como dato de contextualización histórica, por otro lado, puedo aportar el dato de que el 24 de abril de ese mismo año, 1792, se hizo en Francia el primer uso experimental de la guillotina y que en septiembre arrestaron a Luis XVI, que poco después gozó del invento referido. De la guillotina, no de la crotalogía.
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