¿Es lógico invitar a un escritor para que participe en la Documenta de Kassel? El 11 de septiembre de 2012, mientras el independentismo preparaba su Marcha sobre Barcelona, Enrique Vila-Matas salía de su casa rumbo al aeropuerto. En la maleta, dos libros: «Romanticismo», de Safranski, y «Viaje a la Alcarria», de Cela: «Me sentí un barcelonés camino del exilio», recuerda. La anécdota explica el título de su última entrega editorial: «Kassel no invita a la lógica» . Una ciudad reconstruida sobre el trágico pasado alemán, capital de la vanguardia europea.
Como la Alcarria de Cela, literatura de «andar y ver» que puede leerse, según su autor, como «reportaje novelado, una novela ensayística o un ensayo novelado, aunque lo mejor será no clasificarla». La primera pregunta que se hizo Vila-Matas, cuando se le asignó como sede un restaurante chino, fue sobre la existencia de la vanguardia. La respuesta se la dio un recuerdo de su infancia en el restaurante La Gaviota de Cadaqués: «En la mesa de al lado tenía a las viudas de Duchamp y Man Ray. Luego, la vanguardia son las dos viudas de Cadaqués».
Harto de risitas
Otra pregunta es si la vanguardia es una tomadura de pelo. «Estoy harto de las risitas de mis compatriotas ante el arte contemporáneo», advierte un Vila-Matas que apela a la curiosidad y la mirada limpia de prejuicios: «Ante un Rembrandt me quedo admirado, pero no tengo nada más que hacer. Un Duchamp estimula un conocimiento posterior, aunque sea modesto». Kassel, colige, «invita a la ilógica que abre el camino a una lógica no conocida». Mientras observaba las instalaciones, el escritor metabolizó el lema de la subcomisaria Chus Martínez: «El arte se hace y tú te las compongas».
Entre los personajes con los que se topó en su periplo «documental», una mujer trastornada que proclamaba la muerte de Europa subida en una silla. Para Vila-Matas, todo un símbolo: «Europa está muerta desde la Gran Guerra del 14 y el centro es Kassel, porque está en el centro de Alemania».
Lo que veía en la Documenta no le provocó rechazo, porque le obligaba a ser creativo: «Nos limitamos a escribir lo que está escrito, pero podemos hacerlo de otra manera. Reírse de lo nuevo es negarse a ser contemporáneo…» Desde luego, matiza: «Hay instalaciones interesantes y otras que son puras chapuzas, pero eso también ocurre en la literatura, también tenemos autores que son una estafa».
Vila-Matas distingue entre la vanguardia oficial de los galeristas y la vanguardia de Kassel: «Lo peor que le puede pasar a la Documenta es hacerla mediática. Los artistas son necesarios como los políticos discretos y eficaces».
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