21.3.14

Charles Bukowski "Madrigales de la pensión " (1945-1965) 1988


No es mucha -si mis cuentas no fallan- la poesía de Charles Bukowski (1920-1994) que se ha traducido en España. Mientras vivió fue sobre todo para nosotros, y para muchos otros lectores no anglosajones, un prosista autor de novelas y relatos donde triunfaba una cierta pornografía provocadora, o al menos un inconforme realismo sucio.


En esa senda lo dio a conocer Anagrama, hace ya bastantes años, con títulos como Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones o Escritos de un viejo indecente. Fue en una antología póstuma -y muy bien hecha- de la entera labor de Bukowski, Peleando a la contra (1995), donde aparecen, por primera vez en España, gran número de poemas del viejo de la cara picada que arrastraba gustosamente una leyenda de inconforme, borracho y follador. 

Son poemas -a veces estupendos- de verso irregular, coloquial, narrativo (algo emparentado con Carver) y frecuentemente dotados de gran intensidad, de una enorme potencia lírica, dentro de ese realismo que puede mirarse a un espejo casi curvo. Después apareció El infierno es un lugar solitario (1997), el único libro de poemas hasta hoy del viejo indecente entre nosotros, con textos -mejores o peores- en la línea que acabo de mencionar. 

Madrigales de la pensión -nos cuenta su traductor y prologuista- aunque publicado en inglés en 1988, recoge los primeros poemas que se conservan de Bukowski, los que publicaba en pequeñas y olvidadas revistas que frecuentemente no pagaban (como ahora) cuando él era un desconocido y desarraigado bohemio que gastaba sus asuetos entre borracheras y mujeres en un mundo sórdido, de cuartos de pensión barata, que se le volvía oneroso y terrible, pero del que Bukowski concluyó por extraer casi toda su obra narrativa y lírica. El Bukowski de antes de la fama -en la década de los 70- cuando acababa de cumplir cincuenta años...


Los poemas de Madrigales de la pensión (escritos entre 1945 y 1965) son pues el primer Bukowski y eso se nota -sobre todo- en que no tienen una línea estilística definida y en que, incluso en los que se acercan bastante a lo que sería el poeta posterior (intenso, coloquial, vagamente metafísico en su duro realismo) aún no tienen tan directa ni tan clara la pegada. 

A Charles Bukowski no le gustaba que le comparasen con los beats, pero en este libro (que cita algunas veces a Whitman y a Hemingway, dos modelos obvios de Bukowski) hay poemas -irracionalistas o levemente visionarios, con versos que son imágenes entrelazadas- que podrían haber figurado en una antología beatnik. Por ejemplo: “Esto es todo lo que sé”. O “Contempladme”: “Contempladme como el que rió / cuando el gato salió ardiendo en la radio / y el búho dejó su rastro pestilente / al coger ratones y toros y ornamentos...” 

¿Es este nuestro Bukowski? No, ciertamente. En Madrigales de la pensión el poeta está aún inseguro, y aunque busca el realismo coloquial y lo cotidiano sórdido, y reclama la desesperación y la muerte, critica también a Ezra Pound, habla de Shakespeare y de Hemingway (llamándolos con diminutivos afectivos: Shakey, Hem...) y se lanza a buceos casi surrealistas como en “Cuando la zarza muera nadaré río verde abajo con el pelo en llamas”, que podría ser el título de un cuadro de Dalí, pero es el de uno de estos poemas. 

Con todo, predominan los textos que buscan al Bukowski más inmediato y conocido ahora, el que conformó su voz: “fracasas en la vida, y cuando fracasas en la vida,/ es que nunca naciste,/digan lo que digan las estadísticas/o el nombre que te puso tu madre”. Un Bukowski poeta en formación, con poemas buenos, regulares y malos. Para bukowskianos confesos esencialmente.

Luias Antonio de Villenas

El Cultural  6 de  junio 2001

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