23.3.14

Fernando Ónega "Puedo prometer y prometo": Mis años con Adolfo Suárez


Adolfo Suárez, el piloto de la Transición que asombró al mundo, no ha dejado de crecer en los últimos años. Adolfo Suárez alcanzó la presidencia del Gobierno de forma tan inesperada como la abandonaría después. Son, sin lugar a dudas, los cinco años más apasionantes y decisivos de nuestra historia reciente. Suárez gobernó con audacia y valentía un país que estaba cambiando de piel, abordó con entusiasmo el reto de desmontar la dictadura franquista para alcanzar un nuevo estado democrático y constitucional, y a pesar de ello, el hombre que mejor representa el espíritu de la Transición, terminaba su aventura política traicionado por sus propios camaradas.


Como no podía ser de otra manera, lo más interesante sobre Adolfo Suárez lo ha escrito  Fernando Ónega: "No tenía una ideología suficientemente asentada como para no ser versátil con la ideología de los demás". Es un dato fundamental que informa de cómo la carga ideológica suele ser el principal obstáculo para el diálogo y para el pacto. Pero sólo con la "ductilidad ideológica" no se llega a ninguna parte. Hace falta coraje para romper las propias ataduras y Suárez que venía de vestir camisa azul, asumió el riesgo de la ruptura con su pasado consciente de que el futuro se lo exigía. Esta referencia de Adolfo Suárez suele coincidir con los personajes que han liderado los cambios históricos contra todas las inercias imaginables.
Jordi Barbeta ( La Vanguardia)

Una mala noche en Baqueira
Màrius Carol (Director de La Vanguardia)

El azar quiso que fuera en Catalunya donde Adolfo Suárez considerara por primera vez la posibilidad de dimitir como presidente del Gobierno. Eran las Navidades de 1980 y el Rey le pidió que fuera a verlo a Baqueira, donde se encontraba de vacaciones, para abordar con la tranquilidad que ofrecen las montañas la creciente inquietud que se apreciaba en las fuerzas armadas. Don Juan Carlos le insistió en que hiciera un esfuerzo para bajar la tensión, pero Suárez era consciente de que disponía de poco margen, pues había perdido su ascendencia en los sectores más representativos de la sociedad española y un adelanto electoral supondría la victoria de los socialistas. El periodista Emilio Romero escribiría poco después una frase definitiva: "Arias no podía hacer la democracia, Suárez no puede conservarla".

Al parecer, aquella misma noche empezó a valorar la posibilidad de irse, antes de que le echara el Rey, como le ocurrió a su antecesor, Carlos Arias. De hecho, un mes después se presentó en el palacio de la Zarzuela para decirle al Monarca que estaba dispuesto a abandonar el cargo, argumentando que no tenía la confianza de nadie: ni de su partido, ni de la oposición, ni de la banca, ni de los militares y, posiblemente, ni la suya. El presidente almorzó con los Reyes y a la hora del café, a solas, se lo comunicó. El Monarca, que siempre le había demostrado su amistad, sólo le preguntó si lo había pensado bien, pero en ningún momento le pidió que siguiera. Al contrario, le adelantó que pensara nombre para un título nobiliario, lo que sonó a despedida. Aquello fue poco menos que su final político. El hombre providencial había cumplido su misión. En cuestión de minutos, Suárez pasó de ocupar el poder a ser una página en sepia de la historia

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