Cuando hace unos diez años Rachel Arieff (Milwaukee, 1969) cambió el circuito de clubes americano por la noche barcelonesa era consciente de que se preparaba para un salto de fe hacia un abismo poco explorado. Hay que rendirse a la evidencia; en España se ha imitado el formato de la stand-up comedy con más pena que gloria. Quizá no esté en nuestra idiosincrasia. Quizá, como ella misma nos cuenta, todavía no hayamos roto ciertas cadenas. Acostumbrada a la jungla yanqui, a la competencia feroz, Arieff llegó con sus maletas, con su gato Mister Tacos y una guía de español en mil palabras. ¡No hay dolor!
Mientras esas veladas de AC/DC, Jack Daniel’s y guiños cabareteros le proporcionaban asentamiento, esta antigua compañera de armas de Louis C.K. fue despachando sus primeros shows de comedia en tierra hostil. Su Planeta Catalunya (ahora Planeta España), sus Coñólogos, su Cómo ser feliz todo el tiempo. Paradojas del destino, ha sido a diez mil kilómetros de la meca del cine donde el cine llamó a la puerta. Eugenio Mira le propuso un pequeño cameo en Grand Piano (2013) y Vigalondo volvió a reunirla con Frodo en Open Windows (2014).
Vodevil, pianos borrachos, escenarios, claquetas. Es el trabajo de los cómicos de Juan Antonio Bardem, el viaje a ninguna parte de Fernán Gómez. Arieff no cierra puertas, sólo las deja entreabiertas. Ahora se ha empeñado en aprender flamenco. Está “flamenguiri perdía”, como reza su nuevo espectáculo. Si ha sobrevivido a la esquizofrenia catalana o a los usos y costumbres de los descendientes de Gila, no sería de extrañar que La Niña de Wisconsin termine convenciendo a sus parroquianos a base de bulerías.
Casi diez años de Anti Karaoke y la fórmula parece lejos de agotarse. ¿Cuál es el secreto?
No estoy segura del secreto. Pero creo que tiene que ver con varios elementos. Que soy mujer, y una con huevos -u ovarios, si prefieres, pero me gusta más la palabra clásica: “huevos”-. La clave del A.K. es que las mujeres no sirven como acompañantes u ornamentación; es que son (lo enfatiza) las estrellas. Eso, desafortunadamente, sigue siendo inusual en el mundo del rock, de la comedia… Casi todo lo que no tiene que ver con mantener el hogar. Pero en el A.K. las mujeres son las más atrevidas, las más apasionados, las más sueltas. Creo que mi papel como cabecilla de esa locura ayuda a crear un ambiente que anima a que las mujeres se arriesguen.
Cantan hasta que se matan, se desnudan, hacen crowd-surfing. Y vamos, el público prefiere ver a una mujer hacer todo eso que al tío melenudo de siempre. A los tíos también les mola ver a mujeres potentes. Y lo mejor es que para conseguir todo eso no he hecho nada excepto ser yo misma. No he impuesto ninguna política pro-mujer o anti-hombre y tampoco hay sensación de competencia entre los géneros. Simplemente, por mi ejemplo, y por ver actuar otras mujeres, las demás se plantean subir al escenario y no hacer la tonta, sino expresarse y comerse el mundo. ¡Y eso mola!
¿Qué buscan los habituales del A.K.?
No puedo saber qué les gusta más, pero he notado cosas interesantes con este show a lo largo de los años. Es muy difícil subirse al escenario del A.K. y sentir que sólo estás allí para cantar. Porque el público está tan presente, da una atención y un cariño tan intenso que, aunque estés de paso y no conozcas a los habituales, durante esos minutos que estás allí sientes que te haces amigo de ellos. Y luego te bajas y tu vida sigue. Es parte de la magia efímera del A.K.
Para los tímidos puede ser una buena terapia de choque…
Claro. Ser el centro de atención les da una sensación de poder personal, de haber superado un reto, que algunos consiguen llevar a otros ámbitos de sus vidas. Es muy curioso. Es como si el A.K. fuera una llave que les abriera de par en par; que pusiera en marcha una parte de ellos que antes estaba dormida. Me han contado historias de sus “antes” y “después”, y me he quedado alucinada. Es asombrante.
Una stand-up comedian que cambia Los Ángeles por Barcelona. Es como un surfista australiano que se muda a orillas del Lago Ness… ¿Has conseguido encontrar buenas olas a pesar de todo?
Bueno, evidentemente no me trasladé a Barcelona por la escena de stand-up comedy, porque simplemente no existe. En el fondo, mi motivación era cambiar de forma integral mi vida. Y la manera más obvia, que se presentó en 2004, es cambiar de ambiente. De país, de continente, de cultura, de idioma. Todo. Y sí, he encontrado aquí justo lo que no tenía en mi vida anterior. Quizás si me hubiera quedado lo hubiera encontrado también, pero entonces entras en un juego de “what if?” que al final es una pérdida de tiempo.
Estoy agradecida por la vida que he construido aquí y no tengo intención de volver a Estados Unidos. No hay una comunidad de humoristas como la de L.A. o Nueva York, ni una red de comedy clubs en la que se pueda actuar con regularidad, pero hay otras cosas. He montado mis propios shows en solitario en teatros y bares desde que vine, y a través de eso, me he construido una carrera.
Imitamos fatal a los humoristas de club americanos. ¿No llevamos ese género en el ADN?
Es una cuestión de cultura y sociedad, no de ADN. La sociedad española, por lo general, no tiene una forma de comunicar tan directa ni irónica como la americana. Y para hablar de ironías, los ingleses son los reyes. Hay una brutalidad en la personalidad americana que no existe en otros países, y desde luego, no en el Mediterráneo. Y eso me gusta de verdad. Pero hace más difícil que aprecien mi humor. Porque el humor americano puede ser inteligente y brutal a la vez. Esa agresión es parte del carácter americano. Hace que nos odien por todo el mundo, pero también nos ayuda a idear unos chistes (y pelis, y novelas…) de puta madre.
¿Y el mayor contraste con el que te encuentras?
El choque más común que encuentro aquí es lo duro que le parece mi humor al público medio. Esta es una sociedad indirecta, en comparación con la estadounidense. Me ven como una que dice en voz alta lo que todos piensan. Y eso te hace caer bien o mal.
¿Por qué insistimos en copiar el formato?
Siempre es un error imitar en cualquier arte, y la comedia es un arte, igual que la música o la pintura. Pero no diría que todos los cómicos españoles son imitadores nefastos de los stand-ups americanos o británicos, porque simplemente no sería justo y además no es verdad. Aquí sí que hay cómicos buenos. Y cuando digo “buenos”, como es algo subjetivo, quiero decir que me gustan. Sí, en España hay mucha imitación mala, y hay cómicos que no aguanto, pero lo mismo pasa en Estados Unidos. Hay de todo. Para bien o para mal, la globalización y concretamente internet, con el tiempo, acabarán creando un perfil de personalidad más generalizado por todo el mundo.
Los cómicos no son una excepción. Cuando llegué aquí nadie sabía quién era Louis C.K., y ahora lleva años estando de moda en España. Eso es resultado de internet. Y he visto un salto en la calidad de la comedia española también: en conocimiento y en habilidad artística.
Viniste de un país donde no se pueden enseñar unas tetas en prime-time, pero se hacen chistes sobre cualquier cosa. No hay límites. Aquí tenemos tetas y culos en la televisión a todas horas y, sin embargo, nuestros humoristas son muy poco irreverentes. ¿Qué nos pasa, Rachel?
Mola que en este país se enseñen tetas y culos. Fue una de las razones por las que me vine paquí.
(Risas)
Siento decirlo, pero no será sorpresa para nadie que conoce algo de Estados Unidos: es una sociedad agresiva. Y puritana, con enormes tabúes sexuales. Entonces, creo que en América, esa energía sexual -que procede de la misma parte del cerebro que genera la agresividad– se conduce por el canal agresivo. Ese es el gran trastorno de América. Y es una mierda. Prefiero tetas y culos, y penes, y huevos, a guerras todos los días.
¿Esa es la esencia de la stand-up comedy? ¿La mala leche?
La stand-up comedy procede de la rabia, de la agresión. Igual que las condiciones especiales de Andalucía dieron luz al flamenco, las peculiaridades de la sociedad y la personalidad americana crearon lo que conocemos como stand-up comedy. Para mí, se trata de desafiar. Es montar un pollo. Es sacar al público de la comodidad de sus pensamientos y creencias habituales. Es meterte en sus cabezas, exponerles a peligros.
A veces tengo que explicar a algunas personas que, sólo por llamarse “comedia”, no significa que mi show sea para niños. ¡Que no traigan a sus hijos, coño!
(Risas) … Es que crecimos con Emilio Aragón, tienes que entenderlo…
Confunden la palabra comedia con humor infantil y es desanimador para mí.
¿Sientes envidia (envidia sana, por supuesto) de viejos compañeros como C.K. o Galifianakis? Ahora son superestrellas…
La envidia es una emoción completamente estúpida, y más aún si la experimentas respecto a personas que no han seguido el mismo camino como tú. Por eso sería absurdo tener envidia de cualquiera de los dos. El éxito que cada uno disfruta hoy en día es el resultado de cómo han llevado sus vidas desde que los conocí hace tantos años. Sus decisiones son decisiones que yo no tomé; entonces, los resultados de esas decisiones tampoco tienen nada que ver conmigo. Yo me fui. Me fui de Estados Unidos, pero antes de eso me fui de la escena del típico stand-up comedy club de Nueva York o Los Ángeles. Me interesaban otras cosas: la música, escribir…
Me aburría limitarme sólo a contar chistes. Prefería meterme en sitios alternativos: teatros, lounges, hoteles, y crear mi propio género, cabaretero, y mi propia escena. Elegí otro camino. Ellos sí que siguieron el camino que uno ha de seguir para tener éxito masivo como stand-ups, o como actores. Y lo merecen, al cien por cien.
Aunque ha sido viviendo en España cuando has acabado en Grand Piano y en Open Windows . A lo mejor buscar el éxito por el éxito es la mejor manera de no encontrarlo nunca…
En este país no me he dedicado a trabajar en la tele o en el cine. O sea, no me he apuntado a agencias que me envían a castings. Me he dedicado a hacer mis shows y ya está. Pero de vez en cuando, por conocerme por el Anti-Karaoke o por mis shows de comedia, los directores de casting me llaman para hacer una prueba. Y eso mola.
En el caso de Grand Piano, Eugenio Mira, era un asiduo del Anti en Barcelona. Se presentó un día en 2006 y nos hicimos amigos. Lo mismo pasó con Andrés Muschietti, el director de Mamá (2013). En Grand Piano aparezco durante un momento y digo una frase. ¡Parpadeas y ya no estoy!
Yo te vi. Sí que es verdad que te andaba buscando y procuré no parpadear, ¡pero te vi!
Lo jodido fue que tendría que tener el papel secundario femenino, el de la amiga de la prota. Tendría nueve escenas. Era una co-producción, y fui aprobada por ambos equipos: el español y el americano. Pero intervino la política. Hubo un convenio o una clase de obligación con una agencia de talentos, y tuvieron que coger una de sus clientes: una actriz muy buena, y muy graciosa que lo hizo de puta madre… Pero, coño, me habría venido muy bien. Por otro lado, mira: no moví un dedo para conseguir ese papel, y esa actriz sí. Es una pro de verdad que se dedica al negocio. Merecía tener el papel.
¿Y si Hollywood te dijera ven, lo dejas todo?
¿Qué Hollywood? Hollywood está en ruinas. La industria del cine está en ruinas. América está acabada. España… buff… El mundo está naufragando. Si Cádiz o Granada me dicen ven, sí que lo dejaré todo. Quiero morirme en Andalucía. Esa es mi única meta.
Hablemos de cosas serias. De sexo. ¿Qué son los Coñólogos?
Coñólogos es un show de variedades en que satisfago mis impulsos artísticos en varios campos: stand-up, poesía, tocando el piano, cantando canciones propias y versiones… También “pianólogos”. O sea, me acompaño musicalmente mientras cuento chistes. Lo hago en el bar ravaleño Gipsy Lou, donde me compraron un piano de pared sólo para que actuara allí. Increíble, ¿no? ¿Quién hace eso?
Quien algo quiere…
Temáticamente, se trata de sexo y sentimientos. Y de ser una mujer en un mundo machista. Me acompaña María, “The Depressed Exotic Dancer”, una stripper con mucho arte y sentimiento pero que está en un estado permanente de depresión. Se quita la ropa con desgana, se frota contra los clientes como si estuviera ausente, y se bebe sus cervezas. Es una cómica genial; es Buster Keaton en femenino.
Quién nos iba a decir que lo que en realidad nos habría hecho ricos sería escribir una novelita porno de tres al cuarto. ¿Te has leído las dichosas sombras?
Intenté leerlo pero sólo llegué a tragarme veinte páginas. Era un ejercicio de masoquismo, pero por tener que leer frases tan banales y mal escritas. Es la clase de libro que se delata a sí mismo. Los motivos eran obvios: puramente comerciales. Un intento de capitalizar las frustraciones de un montón de mujeres acomplejadas. Un exitazo en ese sentido. Pero unreadable para mí.
Entonces no te han iluminado como al 80% de la población femenina occidental…
Para “iluminarme” prefiero cualquier red fetichista o un porno bien hecho. O una conversación con mi amiga y sexóloga Nina Hartley. Su esposo, Ernerst Greene, ha escrito una novela de sadomaso que sí que es the real deal.
He leído un estudio de una universidad muy prestigiosa que dice que, por regla general, los hombres son los que hacen reír y las mujeres las que ríen.
Pero, ¿cuántas mujeres se dedican la comedia, en proporción a los hombres? Es como decir que los negros son menos inteligentes que los blancos porque se encuentran menos en las universidades.
Pero el estudio no habla del show business…
Que las mujeres no son tan graciosas como los hombres, representa lo que demasiados piensan. Lo que he visto en este país respecto a las mujeres es que parece haber menos variedad de perfiles. Que sí, sigue bastante atrapada en el papel pasivo, con permiso de la sociedad para aprovecharse de sólo un par de cosas: la belleza, o lo sexual, lo materno, lo ético, lo moral… y poco más. En EEUU hay más gama de expresión entre las mujeres.
Bueno, toda la sociedad americana es más exhibicionista que esta. Y la gama de humoristas de este país es deprimente de machista que es. El 99% son tíos, cada uno se parece al otro… Hasta los sidekicks (acompañantes) de Buenafuente eran como copias físicas de él: morenos gafaspasta. No les critico como humoristas, sino… ¡Por dios! ¿No puede haber un poco de variedad?
Y si hay una tía en el programa tiene que estar buenorra.
Creo que la cosa cambiará con el tiempo, pero de momento la carta de humoristas españoles famosos está atascada en la homogeneidad cultural y el boy’s club de siempre. Va atrasado respecto a la sociedad. Será interesante ver cómo evoluciona la comedia en las futuras generaciones, ya que han venido tantos inmigrantes a España. Cómo molaría ver cómicos y cómicas sudamericanos, marroquíes, paquistaníes, indios, chinos… como lo que está pasando en EEUU ahora.
Los chinos construyeron el ferrocarril. Han tardado lo suyo en ser admitidos en el club de la comedia.
Han tardado mucho también, sí. Tuve una conversación interesante con la jefa de programación de un canal de televisión el año pasado. Expresó lo hartos que estaban allí por ver lo mismo siempre, el mismo perfil de cómico masculino de siempre, pero dijo que el problema es que había pocas mujeres que se atrevían a hacerlo. Eso me sorprendió, ¡que allí, en una compañía tan grande, se sintieran igual que yo! Lo que siempre he deseado es que las mujeres ocuparan su espacio en el escenario: que sea cantar en Anti-Karaoke, o en el A.K. Unplugged (en que las acompaño en el piano), o en otro show que presento, de storytelling autobiográfico, That’s F*cked Up, donde la gente sube al escenario y cuentan sus historias personales, vergonzosas y chungas.
Adivina quién domina ese show: las mujeres. ¿Quiénes son el 90% de los que se atreven a salir en ese escenario? Las mujeres. Además, sus historias son las más guarras y vergonzosas. Así que sí que tienen huevos las mujeres de este país. Lo que pasa es que nadie les da permiso. Suena como una tontería pero es así: a menos que tengas una extraordinaria confianza en ti mismo, alguien -un profesor, o alguien que admiras o respetas- tiene que darte permiso para que des el primer paso. Es así la psicología. Entonces, montando esos shows, actuando yo, y dándoles el coñazo para que se pongan delante del público, les «doy permiso». Yo también me beneficio de eso. Me inspira verles actuar, escuchar sus historias. También me hace sentir menos sola aquí, tener colegas, aunque sean (de momento) amateurs.
Tratemos temas menos controvertidos… Cataluña. ¿Cómo le explicas a tu gente de EEUU que vives en España, pero en un sitio que no es España… pero que sí es España?.
Es fácil explicarles que España es un país que consiste en una cantidad de regiones que son muy distintas una de la otra, algunas radicalmente distintas, que eran países propios antes y que se conserva ese sentido de no pertenecer a España. No es tan difícil de pillar porque geográficamente y culturalmente América es también muy diversa, y además inmensa. Una persona de Texas puede sentir que está en otro país cuando se va a vivir a Nueva York o a Chicago. Pero falla la comparación, porque en Estados Unidos todos tenemos un idioma en común: el mexicano.
(Risas) Pues como aquí, entonces… Te lanzo un órgano, ¿habría gustado tanto Planeta Catalunya si el show lo hace un charnego en vez de una gringa?
No tengo ni idea. Sería más fácil saber la respuesta si llevara toda mi vida aquí. Planeta Catalunya gustó a algunos y desgustó a otros. En ambos casos, catalanes. Tocó un nervio, eso sí. Para algunos catalanes la sensación de tocar ese nervio les resultó placentera. Como catalanes, se sentían sofocados entre el pensamiento único catalanista. Pero para otros catalanes, lo que decía era sacrilegio. ¿Criticar la sardana, la política lingüística? ¡Fuera! De los que me comunicaron su disgusto, consideraban que mi identidad americana se lo hizo más aceptable. Me acusaban de ser una “yanqui imperialista” (se ríe). También una facha, lo cual siempre me ha hecho gracia. ¿Cuestionar la política lingüística o la mentalidad nacionalista me convierte en Franco?
En Franco no sé, en falangista o en simpatizante del estado opresor seguro que sí…
Yo, que apoyo los derechos de las mujeres, los gays, la democracia, el estado laico… ¿una facha? Qué risas.
¿Qué decían los que se lo pasaron bien con el show?
Los que disfrutaron me dijeron una cantidad de veces que “tú dices en voz alta lo que todos creemos pero no nos atrevemos a decir”. No sé si se debe usar la palabra “todos”, pero sí que aquí existe una presión social y política hacia una uniformidad de pensamiento, catalanista, que resulta opresiva para la gente no catalana, o con otras ideas. Y les resultó refrescante y animador que pudiera existir un show como Planeta Catalunya, dentro de Cataluña, en estos tiempos tan tensos.
Lo curioso es que hay catalanistas e independentistas que han disfrutado ese show, que se han hecho fans míos. Porque no les vengo con el rollo didáctico ni combativo. Recuerda que es humor, y que son bastante inteligentes para saber que todo lo que presento son mis percepciones y mis opiniones. Y aunque no estén de acuerdo con mi punto de vista, pueden apreciar el humor que hay detrás. Y eso mola. Pero que sepa, no cuento entre mis fans ningún facha… Thank God!
Pues son muy agradecidos. Y muy fieles. Oye, y si se obra la independencia, ¿con qué pasaporte te vas a quedar? No me salgas con el comodín americano…
Depende de varios factores. Me gusta vivir en Barcelona. La ciudad me gusta, mi barrio me encanta, está lleno de gente de todo el mundo: catalanes, andaluces, sudamericanos, paquistaníes, filipinos… y me recuerda a Nueva York. Hay armonía; somos vecinos, nos llevamos bien. Tengo muchos amigos catalanes, y como he dicho, algunos son independentistas. Pero dependiendo de la política que el partido que lleve a la nueva e independiente Cataluña pusiera en práctica, igual tendría que irme. No por la gente, por la política.
Nunca he tenido problema con la gente. Siempre han sido las políticas, algunas que me parecen antidemocráticas y xenófobas. Atrapadas en la mentalidad del siglo XIX. Aparte del rollo económico y las discusiones entre si la economía catalana beneficiaría o sufriría al independizarse, mi preocupación sería por la política lingüística. Tal y como el gobierno la ha aplicado durante estos años, perjudica a gente inmigrante como yo. Si la endurecieran, es posible que no tuviera más remedio que irme a otra parte de la Península, donde no crean artificiales obstáculos lingüísticos que dificultan mi supervivencia. Entonces, si ese fuera el caso: ¿Madrid? Nah. Granada, tío.
No hay sitio mejor…
Pero de todas formas espero no tener que tomarme esa decisión.
Para hacer humor verdaderamente cáustico, brillante, ¿además de ser inteligente es imperativo, aunque suene paradójico, haber sufrido? Comerse mucho el coco, que diríamos por aquí…
Absolutamente.
La comedia nace de la tristeza y la rabia. Es un malabarismo mental. Es dar la vuelta a la tortilla emocional. Es alquimia: convertir la mierda en risas. Por eso me gusta tanto el flamenco. Porque el flamenco también viene del sufrimiento, pero exprime la emoción de una manera directa y pura, y resulta en una belleza total. En la comedia americana ese sufrimiento se somete a un proceso psicológico que lo retuerce todo. El flamenco es zumo de limón. Coges el limón, lo exprimes, y tienes tu zumo. Frejco, mú frejco. (Rachel alardea de su acento del Albaicín). Y huele bonito.
Te ha dado fuerte lo del flamenco…
Hace como año y medio caí en el pozo flamenco. En febrero del año pasado empecé clases de cante flamenco en el Taller de Músics de Barcelona. En poco tiempo, he compuesto cinco canciones: dos alegrías, dos tangos, un tiento, y una versión adaptada de mi disco favorito de Camarón, Potro de rabia y miel. Versiono las más fáciles de Camarón y Morente.
Siempre es bueno empezar por lo fácil…
Pero soy principiante. Aprendo haciendo. Aprendo actuando. El público ha visto unas canciones y, aunque actúo con toda seriedad y sin cachondeo, les hace mucha gracia verme cantando flamenco, interpretando mis propias letras. Soy musical, pero no soy flamenca. Entonces, aunque quisiera ser flamenca, aunque sólo escuchara flamenco puro, nunca sonaré flamenca. Ni flamenquilla. Porque, como decías antes, no lo llevo en mi ADN. Lo que me sale es flamenguiri. Un género nuevo.
Para terminar, algo que me tiene en vilo. ¿Qué ha sido de Mr. Tacos? La última vez que supe de él se estaba lamiendo el cono…
(Se ríe) Pues Mr. Tacos sigue vivo y coleando… y muy gordito. De hecho, aparece en mis últimos videos, en las teclas de mi piano de pared.
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