En el verano de 1971 la revista The Rolling Stones describió a Grand Funk (Railroad) como la “mayor banda americana de rock”. Quizá sea una exageración, aunque por entonces acabaran de llenar el Shea Stadium (algo que solo habían conseguido The Beatles), y dos noches seguidas el Madison Square Garden, despachando las entradas en apenas 72 horas. En los dos años y medio que distan de sus primeras grabaciones a esos conciertos, editaron cinco discos en estudio y un directo. Y buena culpa de ese éxito masivo lo tuvo este álbum, Closer to home; el primero en ponerles en grandes recintos y en conseguir el millón de copias.
La certeza absoluta de su magistral sonido está en los mandos del nombrado Terry Knight, que supo plasmar en el plástico negro las bárbaras líneas melódicas del bajo de Mel Schacher, la soberbia y nunca modesta batería de Don Brewer, los riffs cíclicos o rastreros de la guitarra de Mark Farner y sus ajustados y preciosistas solos, todo bien equilibrado en cada una de las composiciones del álbum. Añadieron arreglos de cuerda por aquí y por allí, unos coros femeninos…
El comienzo casi perfecto con Sin’s a good man’s brother. Excelente riff, buen fraseo vocal, el bajo acompañando y duplicando la guitarra y una letra espiritual: reniega de Dios, la ley y el hombre y propone “a revolution, it’s seem to be the only solution”. El bajo de Schacher domina Aimless Lady, con uno de los mejores estribillos, un blues duro sobre cómo tratar a una mujer. En una de mis favoritas, Nothing is the same, despachan solos, cambios de ritmo y una batería de manual en apenas cinco minutos enmarcando las dificultades de entrar en la edad adulta (“opportunity only knocks once/If you shut it out it’s a sin”).
Bajamos de vueltas para el corazón roto de Mean mistreater; buen teclado con su parte central desarrollando el tema principal, precioso. Get it together, un corte principalmente instrumental, tiene un rollo sixties en su introducción de piano, rítmica y melódica a la par, con un toque soul en las guitarras y en el coro final.
La búsqueda del amor ocupa los dos siguientes cortes. Schacher vuelve a desatarse en I don’t have to sing the blues a la par que Mark Farner hace una de sus mejores interpretaciones vocales explicando cómo encontrar a la mujer idónea: “please don’t tell me that’s the way that it goes/’Cause I’ve tried hard and I know/(…)/Cause I got my baby and she loves me so”. Un coro (casi) gospel anima ese encuentro con el amor en Hooked on love, donde “los Funk” demuestran su dominio de los tempos medios, sin prisa, sin melaza, contenida contundencia.
La final I’m your captain/closer to home encierra, en sí misma, todo lo bueno de estos tipos. Desarrollan en casi diez minutos y en dos partes la historia de un capitán de barco que ve como se hunde su nave; Farner aprovecha para hacer una reflexión sobre el final de la vida y sobre la pérdida y las consecuencias decisiones que tomamos. Cambios de ritmo y tono, mezclando eléctricas (ese wah wah) y acústicas, con otra melódica interpretación de Mel Schacher. A mitad de tema el fantasma del capitán se despide (“I’m getting closer to my home…). La segunda mitad, desarrolla ese tránsito, con violines, violas y una flauta acompañando a la banda, al estilo The Moody Blues. Terry Knight alquiló los servicios de la Orquesta de Cleveland para tan magno final. Pura paranoia de época.
Y acabó. Aunque es difícil decantarse por un disco de estos tipos, o poner en valor en un año tan brutal para la música popular como 1970 una sola obra, este Closer to home resulta imprescindible para entender el desarrollo posterior del rock.
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