La novela es una disertación de sólo relativa coherencia de un ente de formas aparentemente humanas que se hace preguntas sobre sí mismo y sobre el lugar que rodea su existencia, sin conseguir más que vacías hipótesis y nuevas preguntas. A menudo el ente se refiere a sus propios órganos y partes del cuerpo sin llegar a ninguna conclusión clara sobre cuales existen y cuales no y lo mismo sobre las características de lo que le rodea, lo cual queda descrito como oscuridad y silencio, aunque a veces se hable de la existencia de voces.
Nadie ni nada más aparece en el novela. Nada interrumpe el monólogo del ser: "...que soy eso y no otra cosa, sí, cualquier cosa, que soy otra cosa cualquiera, una cosa muda, en un lugar duro, vacío, cerrado, seco, limpio, negro, en el que nada se mueve, nada habla, y que escucho, y que oigo, y que busco, como un animal nacido en una jaula de animales nacidos en jaula de animales nacidos en jaula de animales nacidos en jaula de animales..."
Aunque el ser duda de que tenga boca, se siente obligado a hablar (o, más que a hablar, parece referirse a pensar, a su necesidad de pensar constantemente) y hace innumerables y confusas referencias a diversos personajes ?sobre todo a los llamados Mahood y Worm, así como los protagonistas de otras novelas de Beckett: Murphy, Molloy, Malone? que parecen tener algo de sí mismo o incluso ser él mismo en ciertos momentos, aunque en otros momentos el disertante descarta hasta la propia existencia de estos otros seres.
La única evolución que se percibe en el desarrollo de la novela es un cierto cansancio del personaje monologante, que a partir de un cierto punto comienza a hablar con más insistencia de la imposibilidad de conocer lo que se plantea y dice que debe dejar de buscar. Y lo más parecido a una conclusión que alcanza la disertación es que los recuerdos que ha creído tener y que le han impulsado a hacerse preguntas en realidad se los ha inventado él mismo. Otra de las ideas que parecen asaltarle en las últimas páginas de la novela es la sensación de que su fin está cercano.
La novela, en definitiva, es una impecable ilustración del solipsismo filosófico (según la Real Acaademia: Forma radical de subjetivismo según la cual sólo existe o sólo puede ser conocido el propio yo). Beckett es un seguidor de Descartes con la diferencia de que él elimina a Dios y por tanto pierde cualquier posibilidad de admitir como real el producto de la experiencia sensorial.
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