Un libro lleva a otro. Huyendo de El adversario, Carrère recaló en un amor y un reportaje en Rusia. De nuevo su vida y la de los demás enmarañadas junto al análisis del periodista. El narrador Carrère es inclemente con los defectos del personaje Carrère. La impudicia o la honestidad (según se mire) se convierte en marca de la casa, en la diosa que justifica todos los sacrificios. Ni siquiera su madre, la historiadora Hélène Carrère d’Encausse, logra frenarle cuando decide rastrear el pasado colaboracionista de su abuelo materno. Secretos de familia, amores rotos y un crimen en Kotelnich dan para un libro capaz de causar distintos tipos de asombro.
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