Querido Sid Vicius me hubiera gustado estar a tu lado, cuando cantaste “My way”. Me habría encantado arrodillarme y disparar contigo contra un público de smoking, abrigos de pieles y caras de estupor, incapaces de entender que la belleza no es una suave melodía, sino una lluvia de gritos estridentes sobre un escenario de ocasos, alucinaciones y lamentos.
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