En El inquilino el lector desde la primera foja no sentirá la complicidad del escritor. Se adentrará en los suburbios de su propia mente para descubrir que todos a ella le arrendamos algo o todo. La obra engancha al leyente quien dócilmente se dejará llevar para tarde o temprano enfrentar al abismo de sus propios miedos.
Atrapado y sin salida y en el límite del desespero se encuentra Mario Rota, un académico, al que le han presentado un nuevo vecino, quien sin ningún esfuerzo lo instala en un laberinto imposible de superar, por el que se repiten una serie de acontecimientos que minan las pocas defensas psíquicas de un burgués al que la rutina ha envuelto en su resbalosa trampa.
El mundo que se parte en mil pedazos, cuando no se está preparado para los cambios, que tarde o temprano pueden demandar el cuerpo y el alma. ‘El Inquilino’ narra los constantes martillazos de duda en el cerebro agobiado de un ser que, roído de inseguridades, se desequilibra.
El mundo que se parte en mil pedazos, cuando no se está preparado para los cambios, que tarde o temprano pueden demandar el cuerpo y el alma. ‘El Inquilino’ narra los constantes martillazos de duda en el cerebro agobiado de un ser que, roído de inseguridades, se desequilibra.
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