3.3.16

Tomas Tranströmer "El cielo a medio hacer"

Poesía. "Lo real es sólo la base, pero es la base", decía Wallace Stevens, que sin duda es una de las referencias más nítidas del escritor sueco Tomas Tranströmer, cuyos poemas, que siempre tienen el filo de lo sutil, nos atraviesan "como el navío pasa entre la bruma / sin que la bruma nada perciba", pero no se van dejándonos con las manos vacías, porque el autor de Bálticos, Visión nocturna o La plaza salvaje sabe que un buen poema siempre es la autobiografía de sus lectores, y que su trabajo consiste en salir en busca de sí mismo, capturarse y exponerse al público en la jaula del poema:
"Dos verdades se acercan una a otra. Una viene de adentro, una viene de fuera / y allí donde se encuentran tiene uno la oportunidad de verse a sí mismo".

Sus poemas no renuncian jamás al atrevimiento -"hay en medio del bosque un claro inesperado que sólo puede encontrar aquel que se ha perdido"-; no reniegan de su origen surrealista -"Eluard apretó un botón / y el muro se abrió / y apareció el jardín"-; y son militantes de la literatura y soldados del lenguaje: "Todo tiene sentido dentro del poema, en el que las palabras son como 'medusas que se deslizan a la deriva como flores después de un funeral marino, si se las alza del agua pierden toda su forma, como cuando una indescriptible verdad es arrancada del silencio".

El cielo a medio hacer es una respuesta entera a ese silencio a través de la poesía y la prosa de este extraordinario escritor. -

MEDITACIÓN AGITADA
De 17 poemas

Una tormenta hace girar las aspas del molino
que salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.
Las mismas leyes te mantienen despierto.
La panza del tiburón gris es tu débil lámpara.

Recuerdos difusos se hunden en la profundidad del mar
y allí se petrifican junto a extrañas columnas. Verde
de algas está tu muleta. Quien
se va hacia la mar regresa rígido.

LAMENTO
De El cielo a medio hacer

Él dejó la pluma.
Quedó quieta en la mesa.
Quieta en el vacío.
Él dejó la pluma.

¡Demasiado lo que no se puede escribir ni callar!
Está paralizado por lo que sucede muy lejos
aunque la prodigiosa mochila late como un corazón.

Afuera, es el comienzo del verano.
Del verdor llegan silbos -¿personas o pájaros?
Y cerezos en flor que palmean los camiones que llegaron a casa.

Pasan semanas.
Se hace lentamente noche.
Las polillas en la ventana:
pequeños, pálidos telegramas del mundo.

PÁJAROS MATINALES
De Tañidos y Huellas

Despierto el coche
que tiene el parabrisas cubierto de polen.
Me coloco las gafas de sol.
El canto de los pájaros se oscurece.

Mientras otro hombre compra un diario
en la estación de tren
cerca de un gran vagón de carga
que está completamente rojo de herrumbre
y centellea al sol.

No hay vacíos por aquí.

Cruza el calor de primavera un corredor frío
por el que alguien apurado llega
y cuenta que se lo ha calumniado
hasta en la Dirección.

Por una trastienda del paisaje
llega la urraca
negra y blanca. Pájaro agorero.
Y el mirlo que se mueve en todas direcciones
hasta que todo es un dibujo al carbón,
salvo la ropa blanca en la cuerda de tender:
un coro de Palestrina.

No hay vacíos por aquí.

Fantástico sentir cómo el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja del nido.
El poema está listo.

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