Pocas cosas puede haber tan angustiosas como la llamada de una madre a la policía diciendo: Se la han llevado. Bella Elliot es una niña de dos años que ha desaparecido del jardín de su casa mientras su madre estaba dentro haciendo las tareas del hogar.
No hay pistas por más que la policía intenta averiguar quién se la ha podido llevar, ni por más que la prensa sensacionalista convierta este caso en su centro de atención.
Poco a poco, algunas pistas comienzan a conducir los focos hacia Glenn Taylor, un hombre que trabaja de repartidor tras ser despedido de su trabajo en un banco.
¿Cómo es en realidad Glenn Taylor, un hombre apacible y en apariencia amante esposo? ¿Qué verdades se encierran en el interior de su hogar, ese hogar que tan celosamente defiende su esposa Jean?
Sobre secuestros o desapariciones de niños pequeños se han escrito unos cuantos libros. Sin embargo La viuda es totalmente original, porque va mucho más allá de la desaparición de una niña o de la intriga por si aparecerá o no, si se encontrará o no al culpable, para llevarnos al interior de un matrimonio, para hacernos pensar hasta qué punto conocemos a nuestra pareja, porque como nos cuenta la propaganda de la novela, la esposa se pregunta:
«Si él hubiera hecho algo horrible, ella lo sabría. ¿O no?»
La novela arranca en un tiempo posterior al propio secuestro, casi cuatro años después, cuando una periodista se acerca a la casa de la mujer del presunto culpable. Una mujer que ahora es viuda pues su marido ha muerto en un accidente, llevándose con él el secreto de su posible culpabilidad y del paradero de la niña:
«Puedo oír el ruido que hace la mujer al recorrer el sendero. Sus pasos son pesados y lleva zapatos de tacón. Ya casi ha llegado a la puerta, y vacila y se aparta el pelo de la cara. Va bien vestida. Chaqueta de botones grandes, un respetable vestido debajo y las gafas sobre la cabeza. No es un testigo de Jehová ni un miembro del Partido Laborista. Debe de ser periodista, pero no parece la típica reportera. Hoy ya se han presentados dos (cuatro esta semana y solo estamos a miércoles). Apuesto a que me dice: «Lamento molestarla en unos momentos tan difíciles». Todos lo hacen y ponen esa estúpida cara. Como si les importara…»
Tres serán las voces narrativas que nos harán avanzar en la historia: la de la viuda, la de la periodista y la del policía que investiga el caso. Bueno, en realidad son cinco, porque la del marido y la de la madre de la niña se nos presentan de un modo secundario en alguna ocasión.
La única voz que se nos presenta en primera persona es la de Jean Taylor, la viuda, que es además el personaje que más evolución presenta a lo largo de la novela. Una mujer con poca cultura que en su día se dejó deslumbrar y enamorar por un hombre que aparentaba ser un fenomenal partido, mayor que ella, con dinero, cultura y posición, aunque como descubrirá ella, con algunas “manías” que la llevan a convertirse en una excelente ama de casa con todo impoluto para él. Para su desgracia, o según él no porque así se tendrán el uno al otro, no podrán tener hijos porque él resulta ser estéril.
Cuando su marido es acusado del secuestro de la niña, ella no puede en ningún momento creer en la posible implicación de él en semejante disparate, pero poco a poco la duda irá entrando en su interior. ¿Qué son esas “tonterías” que hace en la sala de invitados con el ordenador? ¿Conoce realmente al hombre que se ha casado con ella?
Muy bien dibujada está también el personaje de Kate Waters, la periodista que logra acercarse hasta la viuda para intentar sacar de su interior esa verdad que tal vez ni ella misma sepa que tiene. Un personaje en el que muy bien podría verse la propia imagen de la autora por más que ella diga que es en realidad un personaje construido a partir de muchos de los periodistas que ella conoce.
Porque Fiona Barton es una periodista curtida en muchos juicios, que también en su día siguió el mediático caso de la desaparición de Madelaine. En la carta de presentación que aparece en La viuda, ella misma nos dice:
«A lo largo de los años, he entrevistado a víctimas, culpables, famosos y gente corriente afectada por la tragedia o la buena fortuna. Curiosamente, sin embargo, no siempre ha sido la gente bajo los focos la que más me ha llamado al atención. Con frecuencia, han sido más bien las personas que estaban en la periferia, los actores secundarios del drama, quienes me han seguido obsesionando».
Eso es justamente la novela: el punto de vista del personaje secundario, del que tiene que apoyar al presunto culpable, al que está directamente bajo los focos. Y es en ese personaje aparentemente secundario en el que se fija Kate Wanters, la periodista y entrevistadora de esta novela.
Steve, su marido, define del siguiente modo el talento de Kate:
«-Se acerca cada vez más a la presa alimentándola con pequeñas muestras de amabilidad y humor, una mención de dinero futuro, la posibilidad de ofrecer su versión de la historia, hasta que la tiene comiendo en la palma de su mano».
Y eso es lo que hará, de un modo implacable con Jean Taylor, primero esposa y luego viuda. Al igual que en su día hizo con Dawn Elliot, la madre de la niña desaparecida.
La tercera voz es la de Bob Sparkers, el policía que vive obsesionado con encontrar a la niña desaparecida. Una investigación en la que cuenta en parte con la colaboración de la periodista, con la que le une una vieja amistad.
Un personaje al que alguien le define como:
«Es un policía integro de la cabeza a los pies. Uno de los últimos».
A pesar de saber que la autora es una periodista que lleva toda la vida escribiendo, no deja de sorprender en esta novela que se un primer libro, porque está muy bien estructurado, a pesar de la complejidad que puede suponer el uso de tres voces.
Muy acertado el desarrollo de los personajes, en especial el de la esposa, esa mujer sencilla que empieza a comprender que su matrimonio no es lo que ella creía, que su marido puede no ser esa persona con la que creyó casarse, por lo que tendrá que tomar la decisión de callar o mentir. Una decisión que la hará madurar como persona.
No es La viuda una novela en la que la autora nos lleve de giro en giro, sorprendiéndonos constantemente. No se trata de eso, sino más bien la de avanzar con los personajes, ver su evolución, las decisiones, acertadas o no que van tomando por el camino y llegar a un final que, evidentemente no puede ser demasiado sorpresivo, porque para serlo, la autora tendría que haber hecho demasiadas trampas por el camino engañando el lector para dar una final que no es el que finalmente podemos leer.
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