Manhattan Transfer enmarca una visión del Nueva York de principios del siglo XX abandonando el tradicional análisis caracteriológico o psicológico de los personajes por una indagación más sociológica y colectiva.
Los seres que habitan la metrópoli son casi intrascendentes, convencionales, y apenas poseen talante novelístico en el sentido corriente, pero son sustituidos paulatinamente por otro personaje más abarcador: la propia ciudad de Nueva York, cuya vida transcurre a través de coristas, obreros, amas de casa, políticos, estafadores o triunfadores.
Todo ello mediante escenas muy breves, en bloques compactos y rápidos que se graban en el lector por su alta plasticidad y el hondo realismo o incluso naturalismo, según ciertos críticos implícito en ellas.
Todo ello mediante escenas muy breves, en bloques compactos y rápidos que se graban en el lector por su alta plasticidad y el hondo realismo o incluso naturalismo, según ciertos críticos implícito en ellas.
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