7.10.16

Camilo José Cela " Pisando la dudosa luz del día". (Poemas de una adolescencia cruel)

El verso de Luis de Góngora que da título al juvenil libro de poemas de Camilo José Cela (Padrón, 1916-Madrid, 2002) es, más allá de lo que tiene de tributo, la apropiación admirativa de un descubrimiento verbal que sitúa al poeta de veinte años ante el entusiasmo de la escritura. Góngora, que había sido un emblema diez años antes, pesa menos aquí que otros poetas como Quevedo o Fray Luis de León, cuyos versos sirven de epígrafe a una de las secciones del “Himno a la muerte”, que cierra el libro.
Pero más cerca están Valle Inclán y, sobre todo, unos estímulos surrealistas que ya desde la inmediata recepción crítica recordaron Vicente Gaos, José Mª. de Cossío o José Luis Colina. Entre ellos resuenan las voces del Pablo Neruda de Residencia en la tierra y el Rafael Alberti de Sobre los ángeles y Sermones y moradas.

A la distancia de siete décadas, este libro publicado en 1945 pero escrito en el otoño de 1936 se sigue perfilando como “el despertar de un escritor genial”, en palabras de Adolfo Sotelo, uno de los responsables de esta magnífica edición que aporta, entre otras cosas, varios poemas más, publicados e inéditos, de 1934-1937, cuatro interesantes reseñas de 1945 y unos argumentos interpretativos del mayor interés sobre las circunstancias de la escritura del libro.

Destaco la referencia a la muerte de Toisha Vargas, una novia de Cela, quien recordaba en 1993: “A Toisha me la mataron de un cañonazo a poco de llegar los nacionales a las puertas de Madrid”. Esa circunstancia se inscribe en los alejandrinos de uno de los poemas más intensos del libro, “T. V.”, una auténtica y extensa elegía fúnebre:

“En este instante en que un dolor inmenso/ Es incapaz de hacerme mover un solo dedo,/ Yo te prometo, oh dulce esposa mía asesinada,/ Oh madrecita sin haber parido, oh muerta,/ colgar tu atroz recuerdo cada noche de un pelo,/ Y que desiertos de tinieblas moradas/ O amargas noches de insomnio y sobresalto/ Sean incapaces de ahogarme como a un niño”.

Del Cela poeta joven se ha dicho que sus versos son paródicos, impostados, irónicos, y algo de eso se percibe cuando releemos unos poemas cuya nota introductoria del autor ya presentaba con mucha humildad.

Sin embargo es necesario recordar, con el profesor Sotelo, que “con sus alrededores heterogéneos y contradictorios, con sus preludios ansiosos de influencias, con ademanes insólitos de originalidad y mismidad”, Pisando la dudosa luz del día.

Poemas de una adolescencia cruel refleja una incertidumbre, un dolor y una soledad en primera persona que años más tarde reviviría ese gran libro que es San Camilo, 1936. A pesar de títulos como “Oración del solitario”, “Poe-ma escrito en un sótano durante un ataque aéreo” o “Himno a la muerte” Cela no fue un poeta, pero las mejores calidades de su prosa, y no sólo las más líricas, arrancan de la genuina matriz de la poesía que él supo descubrir desde muy pronto.

LAS DEDICATORIAS DE "PISANDO LA DUDOSA LUZ DEL DÍA" DE C. J. CELA
Dedicatoria de la edición de 1945

Dedico este libro a los muchachos que escriben versos a los veinte años, los copian cuidadosamente en el mejor papel y los encuadernan luego con primor: preocupadamente, obstinadamente.
Hacia ellos está inclinada mi mejor y más sincera simpatía.

Dedicatoria de la edición de 1960

Dedico este libro a los muchachos que tienen ahora veinte años; los de entonces ya ni me importan. Al hombre, salvo luminosas y señaladas excepciones, los prostituyen los años, la conviencia y la amarga lucha por la vida.
Dedico este libro a los muchachos de veinte años que escriben versos, los copian amorosamente en el mejor papel y los encuadernan luego con un feroz primor.
Siento por ellos un hondo y doloroso respeto.

Dedicatoria a la edición de 1963

Dedido este libro a los muchachos  que se mueren a los veinte años sin haber escrito un solo verso, a pesar de que un día, en la escalera, les sonrió misteriosamente una mujer.

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