El autor nos sitúa en un futuro no muy lejano, unos 50-100 años vista, en el que el mundo ha sufrido una gran crisis de recursos, industrial, económica y política. La época de la expansión y de la globalización comercial acabó cuando se agotó el petróleo. A lo que se suma las consecuencias del juego biogenético que, además de producir un gran número de nuevas especies vegetales y animales, ha generado la aparición de una gran diversidad de plagas y epidemias que han diezmado a la población mundial.
Los regímenes de todo el planeta han quedado afectados ante la ofensiva del Occidente capitalista de mantener los mercados internacionales abiertos a su producción masiva pero de baja calidad, aunque esta situación ha generado conflictos generalizados en todo el planeta, grandes matanzas y la caída de muchos estados.
En el continente asiático uno de los pocos que se mantiene en pie es el reino de Tailandia, que ha cerrado sus fronteras al extranjero y ha establecido un régimen totalitario y paternalista, personificado en la figura de sus monarcas y defendido por el Ministerio de Medio Ambiente, cuya guardia pretoriana, los camisas blancas, ejercen un control férreo sobre todo lo que puede representar una amenaza para el país.
Con este trasfondo de crisis, más que factible en el futuro si el ser humano sigue comportándose como lo ha hecho hasta ahora, Bacigalupi nos narra diversas historias, todas ellas entrelazadas de alguna forma. Anderson, el que podríamos considerar el personaje principal de la novela, director de una empresa extranjera ubicada en la capital del reino, oculta una doble identidad.
En realidad es un enviado de las potencias extranjeras con el objetivo de hallar el archivo de semillas que el gobierno tailandés ha conseguido mantener oculto, un seguro de existencia para el reino y un objetivo primario para las potencias extranjeras, las cuales se están recuperando de la crisis global y están iniciando una nueva etapa de expansión. Anderson tendrá, además, que localizar a un científico occidental tránsfuga que trabaja para el reino de Tailandia, y que ha sido el gran artífice de la resistencia biogenética tailandesa ante la crisis ecológica mundial.
En su misión Anderson se topará con Emiko, la chica mecánica que da título a la novela, un neoser fabricado por la industria japonesa y atrapada en un país que la desprecia debido a su origen artificial. Emiko pretende huir de la situación de opresión social y sexual en la que vive, aunque su forma de moverse desacompasada y su sistema de refrigeración, pensado parea latitudes más frías, se lo impiden.
El tercer personaje “principal” es Hock Seng, un anciano de origen chino encargado de la fábrica que dirige Anderson, y que perdió familia y negocios con la llegada de la contracción. Seng sobrevive en un país que no es el suyo en el que los extranjeros son muy mal vistos, sobre todo los de origen chino, a los que se les llama despectivamente tarjetas amarillas.
El cuarto pilar de la novela lo constituye Jaidee Rojjanasuckchai, el Tigre de Bangkok, un camisa blanca, agente del Ministerio de Medio Ambiente y héroe nacional orgulloso de su labor de control y protección de la sociedad y consciente de que su trabajo mantiene a su país en pie ante las continuas presiones de las multinacionales extranjeras que pretenden apropiarse, aliadas con el Ministerio de Comercio, del “pastel” económico y biológico tailandés.
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