Kim Philby murió en Moscú en 1988. Leía todos los días las crónicas de criquet de 'The Times' y seguía siendo adicto al té inglés, un cuarto de siglo después de haber desertado y ser proclamado héroe de la Unión Soviética. Su increíble historia es contada por Ben Macintyre en 'Un espía entre amigos
Philby, reclutado por los soviéticos a principios de los años 30 cuando estudiaba en Cambridge, llegó a ser el jefe de operaciones del MI-6, el servicio secreto exterior, y luego el enlace con la CIA de la inteligencia británica. Tenía acceso a la información militar y estratégica más confidencial y facilitó a los rusos los nombres de los responsables de su organización en los países del Este. Casi todos ellos fueron ejecutados
Lo más curioso del caso es que el MI-5, el servicio de contraespionaje, estaba convencido de que Philby era un traidor. Pero, al no existir pruebas, fue defendido por el director y sus compañeros del MI-6, que consideraban inconcebible que uno de los suyos, un miembro de la aristocracia británica y una persona encantadora y culta, fuera desleal.
Preguntado años después por qué traicionó a su familia, sus amigos y su país, Philby respondió con arrogancia que su verdadera y única patria era el comunismo soviético. Igualmente manifestó que no sentía ningún remordimiento por haber sido el responsable de haber enviado a la muerte a cientos de compañeros, muchos de ellos subordinados que habían puesto su vida en sus manos.
Una de las aportaciones del libro de Macintyre es que los ingleses permitieron que Philby escapara en 1963 tras confesar en Beirut que era un espía del KGB. Prefirieron dejarlo marchar a entablar un juicio que hubiera puesto en ridículo al aparato de seguridad del Estado.
A pesar de la extensa bibliografía sobre Philby, entre la que destaca la aportación de Yuri Modin, su supervisor del KGB en Londres, sigue siendo un enigma por qué un hombre que había formado parte de la selecta élite del Imperio británico decidió traicionar a su familia, su pasado, sus señas de identidad y todas sus lealtades.
La explicación de su ideología comunista no parece suficiente, ya que la información que facilitó durante dos décadas eran tan continua y tan valiosa que los soviéticos llegaron a pensar que era un doble agente controlado por el MI-5.
Philby permaneció impasible cuando le comunicaron que había muerto su segunda esposa, Aileen Furse, madre de sus cinco hijos, o cuando se enteró de que Konstantin Volkov, su mujer, sus padres y sus hermanos habían sido ejecutados en la Lubianka por una delación suya. "Manda flores a la tumba de Volkov", le respondió su amigo y compañero Nicholas Elliott cuando le invitó a reunirse con él en un país neutral.
John Le Carré se negó a estrecharle la mano en Moscú cuando ya estaba muy enfermo. Y es que sigue siendo incomprensible que una persona como él fuera capaz de traicionar a los seres que quería y a su país en aras de una idea.
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