Antes hablábamos de la humanización a la que le Carré sometía a sus personajes, y en Un espía perfecto encontramos un claro ejemplo de ello, en el que podemos ver cómo la vida de espía y padre de familia colapsan, así como las consecuencias de esta doble vida, y las razones políticas y sociales de comenzar a ser espía en primer lugar.
La historia se centrará en Magnus Pym, distinguido agente de los servicios secretos británicos que, harto de una vida de mentiras, riesgos innecesarios y en la que llega al límite de su resistencia, desaparece sin contactar con nadie, ni siquiera con su esposa Mary. Es aquí cuando se inicia una carrera contrarreloj en la que Jack Brotherhood, jefe y amigo de Pym durante más de treinta años, inicia inmediatamente una búsqueda fuera de los canales oficiales con el fin de poder salvar a Magnus antes de que su huida sea descubierta.
Mientras, un espía norteamericano, también antiguo amigo de Pym, trata a su vez de capturar al espía británico para obtener un ansiado ascenso.
Y mientras Pym, que ha dividido su tiempo entre su hogar en Viena y una modesta casa situada en la costa de Inglaterra, donde va con el nombre falso, se esconderá en esa modesta casta y escribirá una larga carta a su hijo Tom, contándole diversos acontecimientos de su vida, a fin de hacerle comprender las razones que motivaron su conducta, siendo plenamente consciente de que está en búsqueda y captura ya que si dejas de ser un espía, pasas a convertirte en un traidor despreciable al que hay que cazar, porque sólo puede ser perfecto el espía atrapado, retirado o muerto.
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