31.1.17

María Barbal "Canto rodado" (Pedra de tartera)

Conxa es la quinta hija de seis hermanos de una familia del Pallars de principios del siglo xx. Con trece años, sus padres deciden mandarla a vivir a Pallarès con unos tíos que no tienen hijos. Conxa ayuda tanto en los trabajos de casa como en el campo y pronto participa en los eventos del pueblo, especialmente la Fiesta Mayor... En uno de estos bailes conoce a Jaume, un chico de un pueblo vecino, que la cortejará.
A pesar de las reticencias iniciales de sus tíos, finalmente la relación entre Conxa y Jaume se consolida y acaba en boda. Vivirán con los tíos y pronto llegarán los hijos: Elvira y Angeleta. En el año 1931, se produce primero la muerte del tío, y la de la madre después.

También acontecen hechos históricos generales que trastornan la vida de Conxa: el advenimiento de la República, los conflictos en Barcelona, el triunfo de los partidos de izquierda... Jaume participa activamente en la vida pública y política. El ambiente se va enrareciendo en el país y también se adivinan conflictos en el pueblo. Mientras tanto, Conxa vuelve a estar embarazada y tiene un hijo, Mateu.

Llegan noticias preocupantes: unos militares se han sublevado contra la República y el clima de preguerra empieza a hacerse evidente. Elvira, la hija mayor, ya tiene edad de casarse. Unos soldados van a buscar a Jaume y se lo llevan. También se llevan a Conxa y a sus dos hijas junto con otras vecinas que tienen hijos o maridos que se habían significado durante la República. Después les llega la terrible noticia.

La historia narrada en la novela está ambientada en Altron, localidad situada en pleno centro del valle de Àssua. Uno de los hechos narrados, la muerte de Jaume, corresponde a un hecho histórico acontecido en este territorio, concretamente, hace referencia a los asesinatos en el puente de piedra de Rialp, en el año 1938, y que se relatan en varios libros que tratan los hechos de la Guerra Civil en el Pallars.

Maria Barbal explica en alguna entrevista que «el libro surge de la necesidad de expresar una herida que viene de la historia de nuestro país y que tuvo consecuencias individuales y familiares». También dice que «había una Conxa tal cual, y yo partía de la imagen de una persona real y de un argumento verídico de unos hechos históricos...»


Els morts del Pont de Pedra
«El dia 4 de novembre de 1938, a primera hora del matí, va córrer la notícia que la guàrdia de soldats que hi havia al pont –penjat– de la Bastida, més tard desaparegut, havia estat atacada durant la nit i només en quedava un supervivent, ferit. Tot seguit, el general Sagardia, per tal d’investigar el cas, va demanar la col·laboració del Servicio de Información y Policía Militar de la 63 Divisió. (...)

Pel que hom assegura, el general Sagardia, allí mateix, va dir: “Fusilaré a diez catalanes por cada hombre muerto de mi guardia”. I tal dit tal fet. (...) A la matinada de l’endemà, el propietari de la finca anomenada “la Molina de Josepet”, acompanyat d’un fill de 14 anys, se n’anà a la seva propietat, situada passat el Pont de Pedra, un quilòmetre més amunt de Rialb, a mà esquerra. 

Allí trobaren unes quantes mantes escampades per terra i una boina ensagnada i amb massa encefàlica. També observaren que d’un tros de terra remoguda sobresortia una mà, i així se’ls féu patent el que temien, i que en un Rialb ple de por s’havia pressentit durant tota la nit. En efecte, allí, en aquell terraplè que limitava el prat amb la carretera, havien afusellat els onze veïns detinguts el dia anterior. Eren els catalans que demanava Sagardia.

Els onze morts, més ben enterrats del que els havien deixats els militars, van quedar en aquell prat durant molt de temps, fins que, a la dècada dels seixanta, en ocasió de remoure cadàvers de soldats morts a la guerra i enterrats al cementiri de Rialb, per dur-los al Valle de los Caídos, hom aprofità per enterrar al cementiri d’aquest poble els assassinats del Pont de Pedra.»


Los muertos del Puente de Piedra
«El día 4 de noviembre de 1938, a primera hora de la mañana, corrió la noticia de que la guardia de soldados que había en el puente -penjat- de la Bastida, más tarde desaparecido, había sido atacada durante la noche y sólo quedaba un superviviente, herido. A continuación, el general Sagardia, para investigar el caso, pidió la colaboración del Servicio de Información y Policía Militar de la 63 División. (...)

Se asegura que  general Sagardia, allí mismo, dijo: "Fusilaré a diez catalanas por cada hombre muerto de mí guardia". Y dicho y hecho. (...) En la madrugada del día siguiente, el propietario de la finca denominada "La Molina de Josepet", acompañado de un hijo de 14 años, se fue a su propiedad, situada pasado el Puente de Piedra , un kilómetro más arriba de Rialb, a mano izquierda.

Allí encontraron unas cuantas mantas esparcidas por el suelo y una boina ensangrentada y con masa encefálica. También observaron que de un trozo de tierra removida sobresalía una mano, y así se les hizo patente lo que temían, y que en un Rialb lleno de miedo se había presentido durante toda la noche. En efecto, allí, en aquel terraplén que limitaba el prado con la carretera, habían fusilado los once vecinos detenidos el día anterior. Eran los catalanes que pedía Sagardia.

Los once muertos, mejor enterrados de lo que les habían dejado los militares, quedaron en aquel prado durante mucho tiempo, hasta que, en la década de los sesenta, con ocasión de remover cadáveres de soldados muertos en la guerra y enterrados en el cementerio de Rialb, para llevarlos al Valle de los Caídos, se aprovechó para enterrar en el cementerio de este pueblo los asesinatos del Puente de Piedra. »


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